- Origen -

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La aldea de Hage es una de las muchas que forman parte del área olvidada del reino del trébol. Ahí reside el hogar del enérgico y aún pequeño Asta, un niño de 11 años que tiene una frase que parece ser su favorita:

—¡Hermana Lili, cásate conmigo! —exclama con entusiasmo.

De manera irónica, siempre recibe el mismo rechazo y el mágico puño de agua de la "afortunada".

—Lo siento, Asta, es la costumbre —responde ella, manteniendo su característica sonrisa.

—No te preocupes, te aseguro que tú y yo nos casaremos. ¡Cuando sea Rey Mago cambiaré las reglas del reino! —dice Asta con su característico optimismo.

"Curioso" es cómo se podría describir el incansable optimismo del pequeño.

—Mantenerte callado parece algo imposible para ti, Asta. Ya ni siquiera puedo contar las veces que has pedido la mano de la hermana Lili —interviene Yuno.

—¡Y lo seguiré haciendo, Yuno! ¡No me daré por vencido! —responde Asta con determinación.

Pasaron las horas, y ahora los chicos estaban cortando leña. Para Yuno, era fácil gracias a su magia de viento, pero Asta se limitaba a emplear las ya consideradas "rústicas" herramientas, como el hacha. Como de costumbre, Yuno decidía cortar la parte de Asta para ahorrarse tiempo.

—¡Oye, no te pedí ayuda! —protesta Asta.

—Sin magia eres lento, deberías agradecerme —replica Yuno.

—Aunque mi magia aún no haya despertado, te prometo que será la más genial de todas. Con ella, llegaré a ser el Rey Mago. No obstante, gracias a tu "ayuda" podré ir a entrenar más temprano... ¿Sabes cómo compensar la falta de magia?

—No, no lo sé —admite Yuno.

—¡Con puro músculo, papá! —responde Asta con una gran sonrisa.

Después de ese comentario, Asta salió corriendo hacia el enorme cráneo de las cercanías, dejando a un estupefacto Yuno.

Después de ese comentario, Asta salió corriendo hacia el enorme cráneo de las cercanías, dejando a un estupefacto Yuno

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Pasaron las horas, y Asta continuaba con su ya común rutina de lagartijas, flexiones, abdominales y otros ejercicios.

—Creo que hoy me pasé un poco, incluso oscureció. Es momento de regresar —pensó Asta en voz alta.

Como también era habitual, un pequeño pájaro, con una larga historia, presenciaba todo lo que el niño hacía.

—Ese niño es muy extraño, entrena como un loco y no puedo percibir nada de su maná —piensa el pájaro.

El pequeño Asta ya estaba de vuelta a la iglesia, a tan solo unos pasos de la entrada, pero se detuvo al escuchar a la hermana Lili y al padre hablando. Tratando de no interrumpir, su curiosidad infantil lo llevó a quedarse en la puerta, escuchando todo.

El maldito sin magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora