Capítulo 54

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CARTER

Bela se sonroja con mis últimas palabras y vuelvo a reír, se me hace tan natural estar cómodo con ella que no me resulta extraño.

Supongo que me he acostumbrado a su presencia constante y sé que no me juzga cuando estoy débil, además tiene en cuenta - exceptuando alguna cosa - los límites de nuestra relación alumno-profesor, sin pasarse pero no impidiendo ciertas cosas. Vuelve a mi la conversación de año nuevo y noto como ella a pesar de ser cautelosa siente la misma comodidad. Andamos a la par, en silencio, Orbela anda cohibida a mi lado, con la mirada en el suelo y las manos enredadas en la correa de su perro.

— ¿qué te pasa?

— no...no estoy acostumbrada a su aire de playboy.

— estoy feliz supongo.

— me alegro.

— ¿acaso tú no?

— si, por supuesto que lo estoy. Los gastos de la universidad son una preocupación menos, pero hay algo que no me encaja.

— relájate y disfruta del momento.

Orbela gira una cara horrorizada hacia mí, acerca su mano a mi frente y luego a la suya.

— sinceramente no sé quién de los dos está delirando.

— Bela, soy un nuevo yo y todo te lo debo a ti.

— si llego a saber que emborracharle era la manera de cambiarle lo hubiera hecho desde principio de curso.

— ¿cómo lo dejaste con Nick?

— ¿no se lo he contado?

— no.

— ah, me dijo que no le quería, que era noble por mi parte intentarlo pero que quería una verdadera relación, solo que lo dijo con palabras más empalagosas y emotivas.

— ¿cómo se enteró?

— el modelo de ojos azules, me dijo que los miraba a ambos de la misma forma.

— que fría eres Bela.

— Carter, ¿en vez del café no quiere mejor ir al médico?

Río sonoramente, y Orbela me mira como si estuviera loco, al final termina por sonreír y ata la correa a Lucifer.

Mientras vamos por la calle me fijo en lo mucho que llama la atención Orbela, con su pelo rojo y su movimiento de caderas, además de su actitud de intocable con su mirada fría, llena de indiferencia. Lucifer a su lado también hace un buen trabajo, captando la poca atención que ella no atrae, sin embargo ella o no se da cuenta o no muestra el más mínimo interés.

Paramos en una terraza y el camarero que nos atiende no le quita la vista de encima a mi acompañante, pedimos dos cafés que vienen con sus respectivas pastas, pero además en la taza de Orbela viene un papel de más con el número de teléfono del rubio que nos atendía. Ella lo ve, rueda los ojos, arruga el papel y lo tira en el cenicero.

— no estaba tan mal.

— no, estaba muy bueno la verdad, pero no me interesa y tampoco me apetece ir dando falsas esperanzas.

— pues no sonrías.

— ¿cómo que no sonría?

— eres muy tierna cuando sonríes, das a entender de todo menos que no quieres una relación.

— tan solo soy amable, como camarera se que queda muy feo que te hablen todo seco y sin carisma.

— hum hum.

— ¿ha dicho que soy tierna?

— últimamente sonríes poco y cuando sonríes dan ganas de pellizcarte los cachetes.

— supongo que sí.

Orbela se pasa la mano por la frente, hastiada, cierra los ojos presionando el punto entre los ojos sobre la nariz y Lucifer apoya el morro en sus piernas. Ella abre los ojos y mira a su perro con tanto amor que me pregunto si alguna vez podrá mirar a alguien así. Sus pupilas están dilatadas y una sonrisa inconsciente decora sus labios, acaricia con suavidad el hocico de su perro y suspira hondo, conmovida por el cariño de su perro.

— ¿estas bien?

— si, solo cansada. Enserio señor Carter, gracias.

— Bela, lo hubiera hecho mil veces más si fuera necesario.

Toma su café observando un punto en concreto con la mirada vacía.

— ya que no me vas a decir que te pasa cuéntame el numerito de Christopher de por la mañana.

— sinceramente no lo sé, el día del baile volvía sola a casa después de dejar a Drake, me lo encontré por la carretera y me llevo a casa porque según él no podía ir de noche vestida así.

— y ahora sois amigos.

— en realidad tengo mis sospechas.

— ¿sobre?

— nada en concreto, solo se que hay dobles intenciones en este acercamiento.

Terminamos el café y continuamos con el paseo. Orbela me da las gracias cada dos por tres y al final la acompaño a casa, la dejo en la entrada y tras irme me cruzo con aquel tipo tan extraño del día después de pasar la noche en casa de Orbela.

— parece que se va ha hacer común su presencia aquí.

— eso parece.

— ¿cuál es su coche? Digo, para no robarselo, es un barrio chungo pero nos respetamos entre vecinos.

— será broma.

— no.

— oh, está bien.

Le digo la marca del coche y después me dirijo a casa. Me voy directo al escritorio y hago la primera transferencia al banco, se que si Orbela se entera de esto me mataría, es demasiado orgullosa para recibir ayuda de nadie, pero yo gano más dinero del que me puedo gastar además a mi padre le pareció una estupenda idea.

Sé que si al final se entera insistirá en devolvérmelo por lo que aceptaré sus condiciones de pagármelo a plazos, el año que viene me encargaré yo mismo de realizar su inscripción de beca ya que seguro Orbela no potenció lo realmente importante, además no explicaría ni la mitad de su situación debido a la vergüenza que le provocaría.

Vuelvo a pensar en nuestra relación, me siento seguro en cuanto a ese aspecto, se que no hay favoritismos por mi parte, es verdad que hago alguna excepción cuando se duerme o evito preguntarle para ahórrale la vergüenza y las puyas pero no lo veo excesivo. Además ella me respeta dentro de la universidad al igual que a los demás profesores, pero lo más importante es que nuestra relación no va más allá de la amistad que es lo que le preocuparía al rector.

Yo no le gusto y ella no me gusta podríamos decir que nos hemos apegado hasta hacernos íntimos amigos pero nada más. Nada preocupante o excesivo.

Señor CarterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora