Nunca tuve el valor de lastimar a alguien moralmente, gracias a mi experiencia, sabía lo que se sentía ser la persona que no sabe qué hacer con su vida, con el autoestima por el suelo. Conocí a gente maravillosa, que tuve que mantenerlos de amigos, nos apoyábamos mutuamente, porque no, no me había convertido en una hija de puta, solo había comenzado a tratar como me trataban y mágicamente todo cambio.