❥ ❝𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓭𝓸𝓼❞

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— Haré el trabajo, pondré tu nombre y no tendremos que hablar nunca más —informó esa voz tan gélida que incluso estuvo tentado a ponerse de nuevo su buzo.

Ni siquiera un hola o un ¿Cómo estás?, nada. Era un hecho, ese chico no tenía ni idea de cómo iniciar una conversación, no obstante la idea no era tan mala.

Podía dejar que el loquito alto hiciera el trabajo y poner solamente su nombre, al final de cuentas él no le estaba pidiendo plata, no le estaba pidiendo... Nada, sólo que no jodiera. Era tan extraño que hasta llegó a intrigarle.

"La curiosidad mató al gato Mati, acordate", eran dichos que le decía su abuela cada vez que iba a visitarla, la mujer estaba loca, pero hacia unas galletitas sumamente buenas y no perdía nada con ir a verla un par de minutos.

Así que como el boludo que era levantó la mirada de su cuaderno de apuntes y miró fijamente al contrario, maravillándose unos segundos y perdiéndose en ese mar de secretos que eran sus dos ojos, nunca había visto unos ojos tan lindos, nunca había visto unos ojos tan llenos de oscuridad.

¿Cómo era posible que el marrón fuera tan oscuro? las pupilas del pibe eran como dos fosas profundas, tal vez el ángulo de su vista no favorecía o quizá la luz no era suficiente para ver el típico brillo que se supone que tendría que tener alguien vivo.

Torpemente carraspeó sintiendo como sus mejillas iban tomando un color rosáceo, ¿Qué pensará Finn? ¿Pensará que está loco? posiblemente, o ¿Pensará que es un acosador? oh ¡No!, en su vida se le ocurriría fijarse en ese chico. Decidió dejar de pasar vergüenza y responderle con toda la soltura del mundo.

— ¿Y si...? ¿yo quisiera trabajar en el proyecto?

— ¿Vos? —casi parecía no tener emociones, nunca escuchó una burla tan seca; ni siquiera de su tío Cochi, y eso que el tipo estaba hecho de acero.

— Si, ¿Qué tiene de malo, Vogrincic? —inquirió levantando una ceja sugestiva— Es decir, sería mi último proyecto y nunca antes hemos hablado, ¿Por qué no ser amigos?

Él estaba dando una sonrisa chulesca, era la típica sonrisa que utilizaba cuando quería salirse con la suya o chamuyarse a alguien. Nunca fallaba, tristemente el mayor parecía no caer ante sus encantos, solamente lo miró y lo volvió a mirar y lo siguió mirando, analizándolo mentalmente. Quizá lo que le iba a decir lo estaba proyectando en sus pensamientos. Las mil y una formas en que podría matarlo, nunca lo sabría.

— No necesito amigos, necesito que me dejes hacer el proyecto sin molestar y dejaremos esta incómoda situación, ¿Aceptás? —volvió a hablar con su voz teñida de irritación.

Pero Matías no le estaba poniendo ni la más mínima atención a sus palabras.

¿Como es que nunca vio ese rostro?, cierto, estaba muy ocupado mirando rostros femeninos. Se consideraba un espíritu libre, si bien se inclinaba más por las mujeres, siempre reconoció que los hombres tenían una belleza muy peculiar y ahora mirando ese rostro tan flacucho y malhumorado entendió que posiblemente que los hombres tenían más belleza de la que aparentaban o quizás solamente era este chico. Además de que se sentía un poco intimidado por la altura de Enzo, apenas le llegaba al pecho, pero a la vez le gustaba esa diferencia.

— No dejaré que hagas toda la tarea vos solo, eso sería muy forro de mi parte —dijo llevándose una mano al pecho fingiendo estar afligido.

— ¿De aquí a cuando, el gran Matías Recalt no es un desconsiderado? que yo haya escuchado, sos un forro en toda la extensión de la palabra —escupió mientras se cruzaba de brazos— ¿Por qué si alguien te está ofreciendo una salida fácil no la tomas? después de todo, ¿Ese no es tu estilo?

— Sos alguien muy interesante Enzo Vogrincic, tan interesante que nadie en toda esta escuela se ha dado la oportunidad de conocerte, ¿No creés que sería una oportunidad única averiguar, que hay debajo de toda esa fachada de "te voy a patear las bolas si te acercás a un metro de distancia de mi"?

Enzo le dió una mirada dura, en absoluto no estaba muy contento de que ese castaño le estuviera diciendo prácticamente que era un bicho raro.

— No tengo nada interesante. Sólo soy alguien que considera que las relaciones sociales son una pérdida de tiempo -atajó con frialdad — Al fin y al cabo uno nunca termina de conocer bien a las personas, ¿qué te hace creer que todas esas amistades de las que te rodeas no te apuñalaran por la espalda un día?

Demonios, ¿Es que acaso ese chico tenía una respuesta para todo?

— Supongo que confío un poco en la humanidad, después de todo somos humanos.

¿O no?, por favor decime que sos humano.

— No estoy aquí para que me des clases sobre el origen de la existencia o los principios del ser humano, Matías —dijo en medio de un suspiro — Estoy aquí para que aceptes mi propuesta.

— No gracias, haremos el proyecto juntos y obtendré la nota por mis propios méritos —se encogió de hombros — No necesito que tengas caridad conmigo, Vogrincic.

— Es tu última palabra.

— Es mi última palabra —el pelinegro suspiró.

— De acuerdo, haremos la tarea en tu casa —propuso rápidamente sin darle tiempo al castaño de discutirlo — La biblioteca está en mantenimiento y la escuela cerrará esta semana temprano por remodelaciones...

— No puede ser en mi casa.

— ¿Por qué no? —refunfuñó, harto de las mil y una excusas que le estaba soltando el contrario.

— Mi mamá tiene un club de lectura, siempre se reúnen todos los días a la misma hora después de que salgo de la escuela —explicó poniendo su mejor cara de convencimiento— No creo que quieras que un montón de mujeres te agarren de los cachetes, posta. Te verán lindo y nunca saldrías de ahí.

— No te dejaré ir a mi casa —su voz volvió a lo tajante, había algo más escondido, había algo más escondido detrás de esa voz. Pero no fue capaz de descifrarlo.

— ¿Por qué no? ¿Acaso tu casa es un cementerio?, ¿Guardás cadáveres en la heladera? ¿Sos un psicópata que mató a sus padres? —presionó, logrando ver cómo una vena se marcaba en el pulso del chico.

Sabía que estaba llevando a Enzo a su límite. El pibe no socializaba nunca y él estaba ahí, presionándolo descaradamente para que lo deje ir a su casa. Con lo que no contó es que luego de parecer que Enzo estaba haciendo un conteo mental para no tirarlo de su silla, le dió una sonrisa llena de ironía.

— ¡Vaya! los rumores en esta escuela son tan boludos -parecía que hablaba más consigo mismo- ¿Querés ir a mi casa? bueno —lo estaba desafiando, colocando una perfecta ceja en alto — Pero no digas que no te lo he advertido, Recalt. No voy a ser responsable si te meas encima.

Matías pasó saliva con dificultad, ¿Qué mierda estaba haciendo?

— Enzo, creo que este es el inicio de una muy linda amistad —la sonrisa se borró del rostro del mayor, trayendo de vuelta esa cara agria e imperturbable que le daba a cualquier ser viviente.

— No te confundas, que este cediendo no quiere decir que permitiré que te acerques o descubras algo de mí —le sentenció, apuntándole con el dedo— No hay nada que descubrir Matías, a veces es mejor guardarse la curiosidad.

— El ser humano es curioso por naturaleza.

— ¿Como era ese dicho viejo? -sus ojos miraron el techo del aula, fingiendo pensar— Ya me acuerdo "la curiosidad mató al gato" en este caso vos sos el gato; me ves interesante, me ves una caja de misterios... tené cuidado, no vaya a ser que el misterio te termine consumiendo.

— ¿Qué querés decir?  — preguntó temeroso.

— Lo haremos mañana después de la escuela, te veo atrás en el gran árbol. Llegas un minuto tarde y me voy sin vos-como si fuera otra persona, la frialdad quedo a un lado y lo que salió de sus labios lo inquietó aún más — Esta es tu última oportunidad Matías, yo que vos, no voy.

— ¿Qué mierda acaba de pasar? —formuló lleno de miedo, una vez que la fría presencia salió de la habitación.

[.....]

D o ll h o u s e  ❥  Matienzo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora