❥ ❝𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓼𝓲𝓮𝓽𝓮❞

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TERCERA PARTE

❥ ❝de acercamientos, diluvios y muñecas❞

Parecía una película barata de terror de Halloween. Matías no pudo describir lo que sintió al ver la habitación llena de crucifijos, todos pegados en la pared, imágenes de santos y una que otra biblia. Era como una capilla.

Solo en estas circunstancias podría pasar terreno santo, que ironía.

— Vaya Enzito... ¿De casualidad tu familia no es muy fan del conjuro? —comenzó a hablar el castaño, Enzo lo miró unos segundos con seriedad, ¿cómo era posible que dijera estupideces en momentos así? — Ya sabés, la película de la niña rara y el abuelo muerto y la posesión y esas cosas...

— No, y ahora cállate —lo frenó en seco, no estaba de humor para sus boludeces.

— Pero yo solo... —antes de que volviera a preguntar o decir tonterías lo tomó de los hombros.

— Escucha... Cometí un error. ¡Dios, cometí un gran error! —como si el tacto le quemara se alejó al instante del castaño. 

— ¿De qué estás hablando?

— Sabía que no debía traerte aquí, que era una mala idea, pero... ¡Vos y esa maldita boca que tenés! No deberías estar acá porque ahora.... —deteniéndose en seco de su discusión consigo mismo, al fin se volvió hacia Matías el cual estaba atento a todo lo que decía.

Quizá Matías tenía trastorno de personalidad múltiple, como el tipo de la película esa, ¿Degenerado? ¿Flamentado? Sabía que tenía que poner más atención en sus clases de psicología, pero en esos momentos le parecía más tentador dormir como una marmota sobre su banco con la boca abierta.

— ¿Por qué? ¡¡¿Por qué Enzo?!! —gritó histérico al ver que el pelinegro solo la observaba con incertidumbre.

— Porque ella te quiere...

Un frío recorrió su espalda, casi como si unas uñas afiladas rasparan la carne de su espalda, buscando crear hematomas.

— Ella te quiere y no dejará que te vayas.

— ¿Ella? ¿De quién estás hablando? —comenzó a formular preguntas con desesperación —¡Te juro que me voy, me chupa un huevo la lluvia!

— ¡De acuerdo! ¡De acuerdo! tengo que decirte la verdad, no podés irte... ¡Al menos no así! —se retractó al instante, tomando grandes bocanadas de aire— Mi familia... Mi familia no es como las demás Matías.

— ¿En serio? ¡Fíjate que ni me dí cuenta! —siseó con ironía.

 — Esther... Ella...

— ¿Quién es Esther?

— Mi hermana....

— ¡¿Qué tiene que ver tu hermana en esto?! —Matías siendo imprudente como siempre.

— ¡Cállate! ¡Ella tiene todo que ver! Esther si existió ¡Ella si existía!

Un pesado silencio inundó el ambiente.

— ¿Existía? o sea que...

— Esther y yo nos llevábamos cinco años, Matías... Dime algo, ¿Qué edad le calculas a la niña que viste en la foto?

La imagen de la fotografía llegó a su mente como un golpe. Él era un niño y ella también; y la niña que vió lucia como de...

— Yo... Yo la vi en ese cuarto, se veía más grande.

— Esa cosa de la habitación no es mi hermana, Matías —como un balde de agua fría su sangre se heló. El rostro de Enzo completamente serio, sin rastro de mentira — En su quinto cumpleaños nuestros padres nos llevaron a un río cercano para un día de campo... No sé cómo, todo pasó muy rápido... Mis padres nos dejaron ir a nadar, me pidieron que la vigilara mientras ellos preparaban la comida.

D o ll h o u s e  ❥  Matienzo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora