— ¿Estás seguro que funcionará esto? —cuestionó por tercera vez el azabache, con su cuerpo sobre sus manos y rodillas arrastrándose lentamente por el pasillo.
— No tengo más ideas, es esto o nada, lindo —ambos cuerpos se detuvieron, el mayor se volvió con una ceja levantada.
— ¿Me dijiste "lindo"? —los colores se subieron al rostro de Matías, ya era tarde para arrepentirse.
— Si ¿qué tiene?
— No sé, me... Me gusta —y antes de ver más su sonrojo, el pelinegro siguió con su trayecto.
Matías sonrió, definitivamente sacaría a ese peculiar chico de este infierno y lo llevaría con el, quizá después le pediría una cita, pero lo importante ahora era salir de ahí con vida.
A gatas ambos adolescentes llegaron nuevamente a la cocina, mirando que no hubiera nadie, Enzo corrió al cajón donde su madre guardaba la llave de emergencia y logró encontrarla.
La puerta cedió y se giró para decirle a el castaño que era momento de irse. Se congeló al ver como su madre tenía por el cuello al chico y con una sonrisa mantenía un cuchillo en su garganta.
Los ojos de Matías gritaban de pánico. El cuchillo presionando su cuello con sutileza. El sentía el sabor amargo de sus nervios subir por su garganta, así como también el olor metálico de la sangre.
— Ma... Mamá, ¿qué carajo estás haciendo? —la mujer sonrió dulcemente mirando a su hijo.
— Estoy siendo una buena madre, cielo —era increíble como las palabras de la mujer estaban llenas de sinceridad.
— ¿De qué hablas? —lentamente el mayor comenzó a rotar hasta quedar del lado contrario del gran mesón que había en la cocina. Su mirada fija en su madre y solamente buscando de reojo cualquier objeto que pueda ayudarlo para liberar a Matías de su progenitora.
— Sabés perfectamente que ella lo quiere.
— Mamá escúchame por favor, ¿Recuerdas lo que he estado investigando? —la mujer comenzó a negar sin borrar aún su sonrisa. El agarre haciéndose más fuerte y cortando más la respiración del chico.
Dios, ¿qué come esta señora para tener más fuerza que yo?
— ¿Cómo podés seguir pensando en eso, Enzo? Es tu hermana —reprochó la mujer. Para ella Esther estaba bien.
Por eso hace dos semanas había entrado a la habitación de su hijo -violando la regla que el mayor dio de que nadie puede entrar a su habitación-, a simple vista no parecía haber nada. Pero una vez que se adentró y miró los estantes repletos de títulos, encontró lo que más temía.
— Esa cosa no es mi hermana y lo sabes perfectamente...
— ¡ES TU HERMANA! —gritó perdiendo la compostura, Matías siseó sintiendo el filo del objeto cortarlo lentamente — Ella puede escucharte, cállate, la lastimarás.
Su madre tomó todos sus libros con títulos en hebreo, los cuales fueron destruidos en el sótano. No podía exponer a Enzo a la furia de su pequeña, pero tampoco podía hacerle daño a su hija.
— Mamá por favor, tenés que escucharme, soy tu hijo. ¿Acaso te importa más Esther que yo? —Sandra miró a su hijo en blanco. Su mente siendo un caos, tanto su lado racional contra el irracional — ¡Escúchame maldita sea!
— Enzito, cielo, solo tenemos que darle a este niño y volveremos a ser la familia feliz que siempre hemos sido... No seas caprichoso.
— ¡¿De qué familia feliz me estás hablando?!
Se produjo un nuevo siseo del castaño y al fin la mano del pelinegro tomó un cuchillo entre sus dedos. Dolía. Mierda, por supuesto que lo hacía. Pero si su madre no entendía por las buenas y decidía cegarse por esa cosa, él no podía hacer nada por ella. Pero si podía hacer algo por Matías, ese chico que no tenía nada que ver en todo este quilombo.
— ¿Mamá? ¿Enzo? —nombró la dulce voz, los pasos delicados deteniéndose en el umbral de la puerta.
Los pies descalzos y el largo vestido azul que se mecía con el viento. Los tres se tensaron al oír la suave voz. La mujer se dio la vuelta con una brillante sonrisa, suavizando su agarre en el chico.
— Esther, mi amor, en un momento subo, solo estoy teniendo una conversación con tu hermanito, nena.
Buen intento, salvo que la niña no la miraba a ella, sus ojos estaban sobre el pelinegro, una sonrisa afilada apareciendo al ver como en las manos de este brillaba a contraluz el cuchillo.
— ¿No querés que seamos una familia feliz, Enzito? —preguntó la niña con tristeza. Su labio inferior sobresaliendo, en un puchero.
— Vos no sos parte de esta familia y yo tampoco lo soy ya —masculló con odio tiñendo su voz. Esa cosa había destruido a su madre. Esther ya no estaba y Sandra tampoco.
— Soy tu hermana —dijo ladeando su cabeza.
— ¿Quién sos realmente? —la inocencia desapareció del rostro de la menor. Sus ojos tornándose vacíos, cual fosas profundas.
— Al parecer no todos son pelotudos acá —los ojos del alto vieron como lentamente el sonido de huesos crujiendo en el cuerpo de su supuesta hermana se hacían presentes.
Sus brazos torciéndose, las uñas creciendo, el cabello dejando de estar peinado para pasar a ser una maraña, de su boca brotando sangre. Era peor de lo que alguna imaginó. Ese pequeño cuerpo delicado ahora siendo unos centímetros más alto.
No podía ver su rostro. El cabello le estaba cubriendo toda visión.
— ¿Tienes idea mi querido Enzito de quien mató a tu hermana? —¿Cómo era posible que su madre estuviera aun viendo a esa cosa como si Esther en realidad estuviera ahí?
Así fue como entendió todo. La única forma de salvar a su compañera era deshaciéndose de esa cosa.
— Fue un accidente, ella... —su cuerpo rodeó el mesón, al ver como la extraña criatura hacia lo mismo, sus pies golpeando violentamente el suelo con cada pisada.
— ¡Ella era débil! Es una lástima que siempre mueran los inocentes... Aun así —la voz se distorsiono, el cuerpo se detuvo y el rostro ensangrentado poco a poco fue visible para Enzo — Vos también morirás...
En un rápido movimiento se abalanzó sobre el ruloso, sus manos tomando la cabeza de el para acercarlo hasta topar miradas. Ojos castaños oscuros y fríos chocando contra dos cuencas vacías.
El pelinegro le dio un fuerte cabezazo y una patada en el estómago para salir del agarre. Enzo retrocedió aturdido, viendo como esa cosa se levantaba de la nada. Con todo el dolor de su corazón, corrió en dirección a su madre y le propinó un buen golpe en la parte trasera de sus rodillas, y después una patada en la espalda, logrando por fin liberar a Matías.
— Vámonos —jadeó tomando a Matías quien aun estaba algo escandalizado y corrieron hacia la salida trasera.
[....]
Publiqué otro fic matienzo, en mi perfil, es omegaverse y de la realeza, vaya a apoyarlo porfa
-kam
ESTÁS LEYENDO
D o ll h o u s e ❥ Matienzo
Fanfiction❝Todos piensan que somos perfectos. Por favor, que no vean a través de las cortinas❞ ADAPTACIÓN, CRÉDITOS: @AristemoLOVER