1. La chica del abrigo azul.

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Una chica corría por las calles de un profundo gris, su respiración agitada mientras huía sin un cuidado en el mundo. Extremidades diminutas, frágiles, recogían la suciedad del suelo, heridos y empapados por la lluvia constante.

La niña corría más rápido de lo que sus desnutridas piernas le permitían, jadeando histéricamente como la sensación cruda del dolor raspaba su garganta. No importa lo mucho que dolía, no importa qué tan cansada estaba. Sólo tenía que correr. 

A lo lejos, la joven podía oír las voces de sus perseguidores, manteniéndola alerta y con circulación de adrenalina. No podía permitirse el lujo de quedar atrapada otra vez, no cuando la libertad estaba tan cerca de ser alcanzada. Después de probarla, no podían arrebatársela, era cruel.

Con una última mirada al inicio de la calle que atravesaba, los uniformes negros eran apenas visibles, pero presentes. Se dijo que debía tener más cuidado.

Al girar por la esquina de un viejo edificio en ruinas, la chica se estrelló contra algo compacto, golpeando su cabeza contra el suelo. Masajeando el cráneo y la espalda dañadas por su carrera de antes, hizo una breve pausa para recuperar el aliento con pequeñas y contadas lágrimas escapando de sus grandes ojos, nublados por el dolor que su maltrecho cuerpo mantenía.

-¿Estás bien?-una voz joven le sorprendió, volviendo a subir la guardia y maldiciéndose por ser tan descuidada.

Al abrir los ojos, la niña miró fijamente a la persona y la mano extendida delante de ella. Mirando de arriba a abajo en el chico, se dio cuenta de que era de su misma edad, quizás un poco mayor, incluso. Su piel era bronceada, como salpicada con chocolate a modo de pecas por toda su cara apenas perceptibles, su cara era remarcada por un corto pelo negro en punta y despeinado, de un fuerte negro cayendo ligeramente sobre sus ojos.

Asintiendo con lentitud, cohibida, asintió al ofrecimiento y con el impulso ofrecido, pudo estar de nuevo sobre sus pies. Un suspiro agradecido escapó de sus labios. 

El desconocido la miró un tiempo, como analizando. Sus ojos se abrieron con un sentimiento desconocido por la joven escrito en ellos. No sabía lo que se había quedado mirando. Tal vez los hematomas y heridas repartidas por todo su cuerpo, quizás sus ropas destrozadas y reducidas a simples jirones, puede ser que su cuerpo excesivamente pequeño y desnutrido... O a lo mejor la enorme y desagradable herida infectada con forma de 'L' en la parte derecha de su vientre bajo. 

Analizando, la ropa del contrario no era mejor. Oscura y rasgada, dando el aspecto de ser originalmente así. Nunca vería a nadie más con ropas tan lúgubres, pero eso no quería decir que le desagradase. Parecía cómodo, fácil de huir...

Sin embargo, cuando la realización la golpeó, los pasos casi totalmente silenciosos eran demasiado próximos. Debía huir, tenía que huir. Cada segundo perdido con este completo desconocido era un segundo más cerca de su recaptura, no podía arriesgarse.

-Lo siento, no era mi intención... Yo sólo...-como cuestionando el comportamiento extraño, el niño levantó una ceja en extrañeza. La joven, sintiendo que las cosas no iban a salir bien si se quedaba, comenzó a soltar esas amargas lágrimas que por tanto tiempo había contenido-... Tengo que irme.

Levantándose con rudeza, las fuerzas comenzaban a fallarle, necesitaría parar pronto, pero no podía, no ahora. El ruido uniforme y ordenado se oía cada vez más próximo, el pánico nublando todo su juicio. Debía escapar ya, no sabía cómo lo haría, pero tenía que conseguirlo. No, ella iba a conseguirlo.

El chico tomó su brazo, reteniéndola en su lugar. El temor traicionando todos sus sentidos, enredando su estómago y sacando el aire de sus pulmones.

Biyu Rai, la doble vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora