11. Pasado de un esclavo

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-Señor, estamos llegando-dijo Ursus, todavía algo atontado por la soporífera conducción nocturna. La cual, por cierto, le estaba resultando más difícil de lo que parecía.

-Bien, avísame. Ni se te ocurra acelerar, esto es un caso extremadamente delicado, ¿entiendes?

-Eh, sí...

Ursus se limitó  aferrarse al volante hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Esto no era algo que había planeado en lo absoluto. Ir a paso de tortuga en estos momentos era desesperante y, a pesar de ser el final del trayecto, no tenían mucho tiempo antes de que la situación de acero azul (o Luka como le gustaba llamarle el jefe cuando creían que estaban solos) empeorase hasta un punto sin retorno. 

Debían hacer un milagro, y ninguno era particularmente creyente. La razón de su falta de velocidad en esta carrera contrarreloj era que no podían sacudir mucho al paciente. La piedra celeste era una sustancia, manifestada en múltiples estados de la materia,   

Una luz les sorprendió por el lateral derecho del coche destartalado y grasiento, el mejor que habían podido robar.

-¿Quién viene a esta ciudad falta de esperanza? ¡Identificaos!-grito un anciano desde un portón que daba paso a la terminal gris.

Weib sonrió ladinamente, conociendo perfectamente quién era el hombre y lo que sucedería a partir de ahora.

-Soy el Emperador Blanco, seguramente Azul ya le ha hablado de mí. Necesitamos su ayuda, señor Oruk Liekar.

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-Voy a ayudarte.

Esas palabras la confundieron enormemente, llevando su mente al extremo de la extenuación tratando de comprender plenamente lo que el chico acababa de decir. Frunciendo el ceño, puso un puchero y con aire infantil le dio la espalda.

-¿Eh? No- dijo la chica. El niño presintiendo que esto sólo les quitaría un tiempo precioso en la huida, la jaló del brazo.

Corriendo, giraron por la esquina del mercado mientras la pequeña niña sentía sus piernas temblar bajo su propio peso. Tenía que hacerlo, se lo había prometido a todos esos que se quedaron atrás en aquel lugar sin esperanzas. No, ella iba a hacerlo. Averiguaría por qué habían sido llevados allí, haría pagar a los culpables y se aseguraría de que, cualquiera que fuera su plan, fuese arruinado por completo.

Pero para eso tenía que huir. Huir, esconderse, ganar aliados y fuerza, apoyo social e inteligencia. Ella lo conseguiría y liberaría a sus amigos de su cruel destino. Sólo entonces, con al determinación de un adulto de la que tanto había oído hablar en las celdas, tendría una oportunidad. 

Un guijarro en mitad de la calle le hizo tropezar y caer una vez más al suelo. La mano que cálidamente  resguardaba la suya se había ido y nunca había pensado que la echaría de menos cuando ni siquiera la quería, para empezar.  

Los gritos de aquellos hombres grises, la multitud en el mercado, los artesanos y comerciantes vendiendo. Todo ello se agolpó en su mente como un torbellino.

Clavó sus manos alrededor de su cráneo, el dolor punzante empezando a molestarle aún más en su situación con los jadeos exhaustos escapando de sus labios. Lloraba, así no llegaría a ningún lado. No era más que una pequeña vida entre tantas otras. ¿Qué la hacía tan especial?

Su mano fue agarrada con fuerza al igual que su cabello, el hombre gris la había alcanzado.

-Te tengo-susurró, con un placer increíble. Con eso, ¡ganaría el favor de su maestro!-. No creas que te escaparás de nosotros tan fácilmente. Tú vas a-

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⏰ Última actualización: Dec 20, 2015 ⏰

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Biyu Rai, la doble vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora