3.En blanco.

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El sol había salido hace horas y Luka lo observaba con tranquilidad mientras esperaba que su hermano saliese de casa, como tantas otras veces. Algún día entraría en la comodidad blanca de su habitación, avisando que no vendría a casa por unos días por el trabajo.

Sus sonrisas eran amargas, su hermano mayor lo atribuía a que le extrañaría. ¡Claro que lo iba a extrañar! Pero no era eso lo que ocupaba su mente mientras lo veía irse desde la ventana, aprovechando hasta el último momento antes de volver a su ajetreada guarida subterránea, refrescándose con la brisa fresca, mucho a disgusto del médico a su lado quien no sabía el por qué de la recuperación con tanta exposición.

Luka sí sabía, pero no estaba a punto de delatar al hombre mientras su hermano quedaba maravillado. Ciertamente sus enfermedades iban y venían, pero lo que la tenía realmente mal no se lo había diagnosticado, a pesar de que ella estaba consciente de su presencia. Como una cadena, algo que obligaba a su hermano sobreprotector a tratarla como si fuese de cristal. Y lo odiaba.

A veces mirar el cielo azul creaba controversias, pensando en qué dirían sus amigos del pozo si la vieran formando parte de la ciudad alta como cualquier otro noble. Ellos odiaban a los nobles de aquí, a todos en general también. Luka lo sabía. Por eso guardaba silencio cuando el tema salía a luz, entendía su necesidad de desquitarse contra los de la alta ciudad, pero le dolía como si esos desprecios iban dirigidos a ella directamente.

-Hoy vamos a iniciar nuestra expansión, necesito que todos estén presentes para el atardecer. Ya sabéis qué hacer.

Con lentitud bajó el pequeño caracol por el que todos se comunicaban, un invento del pozo que sustituía los teléfonos, mejores para tener las líneas de comunicación segura.

-Recibido, se lo comunicaré a los demás. Nos vemos luego, Luka.

Notó el clic de llamada finalizada por parte de Noel, estaba inquieta e insegura sobre el movimiento de hoy, pero era necesario si no querían acabar siendo descubiertos por otras bandas. Nadie quería eso, por lo menos no ella. Ser descubiertos significaba decir adiós a todo. Libertad, alegría, amigos, familia... No serían más que sueños inalcanzables.

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El cuervo lo miraba y Ray lo desafiaba con su mirada. Esa era su capacidad, entre otras cosas, pero no quería pensar en ello. Algo raro iba a pasar, ya no es que fuera malo de por sí, pero tendría consecuencias fatales, Ray simplemente podía sentirlo a través de aquellos ojos amarillos que el ave tenía fijos en él.

-Papá, me voy al trabajo. No creo que pueda volver al menos hasta seis días de ahora en adelante. Por favor no le digas a Luka, no quiero que me se le ocurra la loca idea de buscarme.

Sólo una mirada se ganó Liam mientras cruzaba la puerta, con su pulcro uniforme negro en su sitio camino al ascensor que lo llevaría de regreso a la ciudad baja. Mirando a la puerta, otro pequeño trozo de su corazón se resquebrajó.

-Sólo vuelve a salvo.

El silencio se instauró en el ambiente, no hubo ningún tipo de respuesta aparte de un pequeño despido con la mano, sin voltearse siquiera. Ray miró a sus manos con pulso firme, luego miró de nuevo al cuervo como preguntando si así sería toda su vida, de ser así los años se harían cada vez más pesados para él.

Prefería recordar momentos felices, como los que habían cuando su esposa aún tenía vida, cuando Hato todavía estaba en la casa cuidando de los hermanos, cuando enseñó a Liam a leer, cuando Luka le regaló aquel delantal rosa con su sonrisa brillante...

Biyu Rai, la doble vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora