4. Encuentros bajo la luna.

48 1 0
                                    

La noche estaba cubierta de un hermoso velo de estrellas, aunque nadie se fijaba realmente en ellas. Luka corría por el bosque, la sensación que la hierba le proporcionaba a sus pies descalzos era incomparable, la sensación del viento danzando a su alrededor sublime y sentir las pisadas de sus compañeros tan cerca era algo que atesoraba en su corazón.

Sus espadas estaban sujetas en su cadera, su cuchillo de piedra celeste guardado en un pequeña vaina atada al antebrazo y su bastón bo era sujetado por su abrigo azul en la espalda. Estas armas le habían dado su nombre, la identificaban, eran otro pedacito de su vida que recuperaba al entrar en territorio enemigo. Debía decir que le encantaba.

Todos se movían en armonía, nadie se quedaba atrás pero tenían un poco de prisa, si alguien normal o no acostumbrado a este tipo de actos les viese tan sólo notaría un pequeño borrón de colores antes de saber qué era lo que ocurría de verdad. Y lo que ocurría dentro era mucho más interesante que verlo desde fuera en un periódico o como espectador en directo.

Para Luka esto fue la libertad, ser capaz de moverse libremente y hacer todo lo que quiso sin riesgo a ser juzgada por su forma de ser, era como otro mundo distinto y lejano donde las reglas de los nobles no podían tocarla.

Cada miembro allí era su familia, eran amigos y compañeros, pero sobre todo eran guerreros con un próposito bastante simple, sobrevivir. Para esto era todo ese secreto con su hermano, no quería que él se enfadase o llegase a odiarla por sus decisiones, era su vida y, al fin y al cabo, si no hacías las cosas más atrevidas cuando aún eras joven, ¿cuándo las harías?

Sin embargo, un mal presentimiento hizo acto de presencia, provocándole un nudo en su estómago. Se preguntó fugazmente qué había sido eso, pero lo dejó marchar con el pensamiento de que no debía ser nada importante.

·······································································································

La lucha era intensa, Kaled corría tanto como sus piernas daban, su respiración agitada parecía demasiado ruda en sus oídos, la sensación del dolor propagándose por todo su torso marcado y desnudo, las intensas corrientes de sangre huyendo de su cuerpo por las heridas que llevaba encima.

De un salto pasó a un techo mucho más bajo que el anterior, sus piernas resentidas se debilitaron y temblaron, ya no sabía si por frío o daño, sus músculos se tensaban, ya no le quedaba mucho tiempo para poder seguir corriendo.

Pasos se oían por abajo y Kaled se dejó caer al suelo del tejado plano en la chabola sobre la que estaba para que no le detectasen. Sabía que era un movimiento arriesgado, seguramente ahora ya no podría levantarse para nada durante un tiempo.

Su respiración era forzosa, la sangre que estaba perdiendo vital, ¡lo peor era que ni siquiera lo había visto venir! Dafa atacaba a sus perseguidores en la lejanía, pero no iba a llamar por ayuda. No podía, no quería y no la necesitaba, sólo daría su localización al enemigo en un momento de vulnerabilidad.

La adrenalina se hacía paso en su torrente sanguíneo mientras los ruidos se acercaban a él, la sensación de mareo era persistente. En momentos como estos Kaled habría dado lo que fuese por estar acurrucado en su cama a esas horas.

El ataque que los Blue Raincoat habían efectuado contra la brigada del sombrero de copa no parecía funcionar, ya varios habían caído frente a los imponentes números del grupo gubernamental, seguramente sería el final... Uno apropiado, por cierto.

Asesinado y aplastado como una vil cucaracha.

No se sorprendía desde que se había criado de esa manera, pero en cierto modo era molesto, no podía permitir que la familia que tanto le costó conseguir se derrumbase de un momento a otro por cualquier nimiedad, la moral ya estaba lo suficientemente baja. 

Biyu Rai, la doble vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora