9. Agujas de sangre

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-¡Mai!-grita Sparklet histérico, regresando a su forma humana mientras corría desesperado hacia la pequeña tiradora ahora inconsciente.

La herida tenía mala pinta. Afectaba no sólo a su piel, sino también en una zona peligrosamente cerca de su ojo derecho. Con suerte, este podría seguir siendo de utilidad.

El usuario de las chispas sintió su cuerpo temblar ante la expectativa, realmente estaba aterrado. ¿Él fue quien causó esto? ¿Fue su poder el que dañó a su mejor amiga?

Sparklet tenía la respuesta, pero se negaba a aceptarla. Era imposible que hubiese perdido el control sobre sus capacidades, una parte de él. Se había entrenado a consciencia para evitar una situación como esta y, no obstante, todo se repetía en su mente.

Las lágrimas caían de sus ojos desorbitados y descentrados, esperando el perdón para que la culpa ocupase el lugar del dolor.

Un perdón que tardaría mucho en llegar. Demasiado.

Sujetaba ese delicado cuerpo con ambos brazos, arrullándolo con suavidad, notando en cálido aliento desigual de Mai sobre su pecho. Un metal frío presionaba contra su espalda. Dolía, pero más dolía su interior ruinoso, dañado.

La cabeza del chico daba vueltas, sentía un dolor de cabeza terrible y sus fuerzas drenándose lentamente de su cuerpo. Hasta que empezó a caer, uniéndose a Mai con los brazos abiertos. Una sonrisa se abrió paso en su cara desolada. Amarga pero presente.

-¡Sparklet!-gritó Arin preocupado.

Y eso fue lo último que escuchó antes de perder la consciencia.

-Maldito...-susurró el pelirrojo con ira.

Miraba aquella figura usando las sombras para ocultarse, su presencia destilando por todos los poros de su piel el odio acumulado en la batalla. Sus cejas se fruncieron en confusión al no poder ver al hombre, pero todo le sonaba de alguna extraña forma.

Era casi como si esto ya lo hubiera vivido antes, como si supiese lo que iba a pasar.

-¿No me digas que de verdad te molestaste por eso?

El pelirrojo gruñó en reconocimiento, notando que aquel era otro enemigo más. Uno fuerte en ello. Si solo hubiesen conseguido que Lowell los avisase a tiempo, esto podría evitarse.

Ni siquiera sabía cómo pudo pensar tan sólo un instante que aquel tipo y él se habían encontrado antes. A Arin le provocaba asco.

-Mawaki... Llévate a ese par de aquí.

-¿Qué? Pero Arin...

-Que te acompañen Sara y Noel, ambas ya han peleado lo suficiente por hoy.

Bueno, eso estaría por verse. La historiadora realmente no había participado mucho en el conflicto y, seguramente, esperaba poder conseguir algún rehén para interrogar de este enfrentamiento.

Todos sabían que estaría molesta si dejaron pasar una oportunidad como esta, cuando aún quedaba un soldado activo.

Pero sabía que ella entendería, debía entender. No podían arriesgarse más y era poco probable que pudiesen encontrar un médico a tiempo, mucho menos uno dispuesto a ayudarles.

Iban a probar, no iban a dejar a alguien de su familia morir.

Ese era otro motivo en su contra, también, ya que el sujeto no debía quedarse sin castigo. Y...

¡Oh! ¡Sorpresa! Ya podía imaginar varias formas de desquitarse con el hombre.

-Oye, idiota... ¿Qué se supone que haga yo ahora?

Biyu Rai, la doble vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora