La obscuridad.

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Los años han dejado marcas, Marcas que nada puede borrar.
Hiyori había pasado mucho tiempo con Yato, Yukine y los demás chicos y amigos que había hecho.  Pero todos sabían que llegado el día, la chica sería anciana y más tarde moriría.

Aquella tarde, Hiyori reposaba en una cama de hospital, el hospital de sus padres, se sentía muy cansada, pero la reconfortaba el hecho de que todos sus amigos y conocidos la rodearan, la mitad de ellos no podían ser vistos por los demás. Su esposo y su hija dormían en en sofá para visitas de la habitación. Hiyori no era muy vieja, pero llevaba tiempo enferma, lo que hacía que se notara tan decaida.
Pidió cuidadosamente que salieran de la habitación. Excepto yato.

—Yato... — dijo en voz baja.

El joven Dios se aproximó a ella de inmediato. No había cambiado en nada, sus ojos azules y brillantes estaban clavados en la mujer con una mirada de melancolía tan hiriente que causaba en Hiyori deseos de llorar.

—Hablemos... un momento- dijo, seguido de una tos muy prolongada.

El chico aceptó y amablemente avisó a la niña y al hombre que se retiraran unos minutos. La niña sonrió a Yato y salió de la mano de su padre, a quien Yato veía recelosamente de vez en cuando. Yukine comprendió de igual manera y salió junto con la pequeña familia.

—Le dije a Kofuku y a los demás que avisaría si necesitabas algo— dijo porfin el joven.

Se sentó junto a la cama de Hiyori y tomó su mano con fuerza, como si sintiera que si llegaba a soltarla se iría por siempre.

—Cuida bien de Suzu- dijo Hiyori mirándolo fijamente.— Ella te recordará al igual que todos... Sé que no me queda mucho tiempo, puedo sentirlo... No, no digas nada... no aún. Estoy bien, aceptaré la muerte de buena manera, porque sé que descansaré y reencarnaré. Quiero que protejas a mi hija. Aún recuerdo cuando les di la noticia...

—Tú querías ponerle el nombre de ese luchador que tanto te gusta— dijo riendo.

—Me alegra no haberlo hecho. Yato... Gracias por todo.


—Podríamos pasarnos mucho tiempo agradeciendo lo que hemos hecho el uno por el otro. Pero no acabaríamos nunca. — Yato secó una lágrima que bajaba por su mejilla.
—Tienes razón— accedió Hiyori.— Tengo un deseo... Yato, toma mi mano hasta el final, quiero que tú estés conmigo.


Sacó de un pequeño bolsillo una moneda para entregar al dios, pero éste la detuvo.
—No necesito eso... Después de tanto tiempo ha dejado de importarme. Claro que... Sería genial tener un santuario inmenso con muchas riquezas y oro. Pero he aprendido que la única riqueza que necesito eres tú.
Se aproximó inseguro a la chica, ambos se miraron por unos momentos, la profundidad de los ojos de Yato era lo más reconfortante que existía para la mujer. Estaba tan cerca que el aroma del dios la rodeaba por completo. "Huele tan bien como la primera vez" pensó. Entonces Yato se acercó más hasta que sus labios se encontraron con los de Hiyori.
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hiciste eso.
Yato apartó la mirada, tenía las mejillas sonrojadas de una manera muy linda.
—Fue el día de tu boda...—Admitió— Sé que fue indiscreto, creí que me asesinarías pero sólo me hiciste una llave de lucha...
Hiyori sonrió, puede que aceptara la muerte pero en el fondo deseaba regresar a esos años en los que era joven y no debía preocuparse de nada. Pasados los años se convirtió en una gran doctora y heredó el hospital de la familia. Yato se había molestado cuando ella decidió casarse con aquel muchacho de la universidad. Ella habría deseado ser la esposa de Yato pero era completamente imposible, su amor, aunque correspondido era inapropiado, o al menos nunca lo intentaron realmente. 

Hiyori comenzó a cerrar los ojos.
—Yato.... Te amo.
La alarma comenzó a sonar y Hiyori estaba dormida por completo. Una enfermera corrió a la habitación, trataban de revivir a la mujer pero ya era tarde. Yato no la soltó en ningún momento, sintió como lentamente el calor abandonaba su cuerpo y el color de sus mejillas se desvanecía.

—¡Hiyori!— gritó Yukine entrando detrás de la pequeña hija.— No, !No! Regresa, regresa.


Mientras el doctor y la enfermera anunciaban la hora de muerte Yato la miraba fijamente, no creía lo que veía.
Yukine lloraba en silencio.
—Yato... — dijo la hija de Hiyori— sal de aquí.
El chico se negó de inmediato, había comenzado a llorar en silencio, no se había percatado de la humedad en sus ojos.

El dios tocaba la mejilla de Hiyori mientras sujetaba su mano. Se había ido, para siempre, se llevaba sus recuerdos, su amistad y su amor. Algo de Yato moría con la chica.

Transcurrió el resto del día, habían llevado el cuerpo de Hiyori a otra parte, pero Yato seguía sentado en la silla junto a la cama... Y con él Yukine esperaba a que su amigo se calmara un poco.
—Y-Yato...— la voz de Yukine sonaba cortante.
—¿Si? — Contestó sin despegar la vista de la cama.
—¿Qué es esa pequeña luz que está junto a ti?

La muerte de Hiyori (Noragami Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora