Capítulo 2

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///AIOROS///

"Pero solo quiero que sepas que te he soñado a diario".

Despierto cinco de la mañana, realmente no se si es despertar porque tengo la impresión de no haber dormido nada, pero me canse de estar en la cama, empiezo mi rutina más antes, aunque hoy siento que no tengo cabeza para nada.

Realmente no hago nada de mi rutina más que desayunar y meterme a la ducha; lo más fuerte es que mientras las gotas de agua caen en mi cuerpo pienso en él; y eso automáticamente me pone caliente; me apoyo contra la pared y me muerdo el antebrazo; pero me lo imagino otra vez; su respiración cerca de mi oreja; su voz; su aroma. Me detesto se que tengo una erección y no se me bajara hasta que me la toque; mientras me toco es lo peor; porque pienso en él; lo veo sentado; mirándome; joder me hierve la sangre; suelto un par de gemidos —Saga... maldita seas Saga...

///Narrador///

Saga estaba impaciente mirando su reloj de la mano a un faltaban diez minutos para la hora que lo vería, pero se sentía nervioso, ni siquiera sabía porque lo había citado realmente no había mucho que hacer, era tiempos de paz y misiones tampoco había; se sentía un completo imbécil por haber tomado una decisión apresurada.

Un soldado entró —Gran patriarca el caballero de Sagitario se encuentra aquí ¿lo dejo pasar?

—Si, por favor déjalo pasar.

Aioros entró al salón; estaba vestido con su ropa de entretenimiento; se notaba mojado su cabello; se veía tranquilo, proyectando esa sensación de calidez. Al ver al gran patriarca volvió a inclinarse mostrando respeto —Muy buen día su santidad. Maestro que necesita de mí.

—Primero que solo me llames Saga— Aioros lo miró fijamente, asintió y volvió a bajar la mirada —Después, saber si ya has desayunado.

Aioros lo volvió a mirar un tanto extrañado —Si su...Saga, ya desayuné...

Se hizo un incómodo silencio en la sala, Aioros no sabía qué exactamente decir o hacer —Bueno, acompáñame necesito tus consejos.

Saga jamás se había imaginado que es estar tan cerca de alguien, pero no poder tocarla; ni siquiera poder mirarle a los ojos; los dos sentados frente a frente revisando documentos con un silencio sepulcral, Saga lo miraba de rato en rato y solo se podía hacer una pregunta —Podría ser que, si siente algo por mí, o tal vez simplemente lo imagine.

—Patriarca, realmente no creo que sea necesario que los santos vayan a estas misiones, tranquilamente podría ser trabajo de la policía, es algo muy simple hasta para el santo de más bajo rango.

Aioros hablaba, pero no lo miraba al rostro, era algo muy notorio. Aioros era de esas personas buenas que siempre te sonreía y miraba a la cara, pero a Saga lo evitaba de toda manera, eso hacía que Géminis se sintiera repudiado.

—Si, bueno eso también pensé — Saga se levantó de la silla ya no podía seguir sentado frente a él —Pero también pensé que son ciudadanos, son personas que nos necesitan, tal vez no un caballero con su armadura, pero si alguien que les brindé la protección y eso somos, personas que ayudamos; si no porque el título de caballero.

Saga hablaba viendo la enorme ventana, mientras Aioros lo miraba con brillo en sus ojos, no pudo evitar sonreír en su interior hacia el deseo de ir y abrazarlo —Tiene toda la razón gran patriarca, ¿cree que los santos de bronce son ideales para estas misiones?

Saga giro y se topó con un Airos que tenía esa sonrisa sincera, su corazón palpitó con más fuerza —Es mejor que vayan los aprendices, así ven que ser un caballero de Atenea no es solo portar armadura.

—Está bien ¿desea que busque a los soldados adecuados?

Saga Lego con la cabeza —Iré yo, por qué no vas tú y le comentas a nuestra Diosa.

Aioros abrió sus ojos —Pero maestro eso debe hacerlo usted... ya que usted...

—Tú tienes más derecho que yo. Ahora iré a buscar a buenos soldados con permiso.

Aioros se desplomó en la silla, pasó su mano por su cara y cabello —Joder Saga me pones en aprietos, en cuanto sigas así de atento y sensual, voy a morir.

Sagitario llegó donde estaba Atenea, estaba sentada en el pastizal, en sus manos posaba una hermosa mariposa, giró su cabeza para ver al santo de oro —¿No te parece hermosa?

—Muy hermosa— se arrodilló ante la diosa. Ella lo contempló y sonrió —¿Que te aqueja Aioros?

Aioros la miró sorprendido, se sintió abochornado —Nada importante, su majestad.

—Aioros tu para mi eres muy importante, en tu mirada puedo ver que algo te aflige, tal vez yo pueda ayudarte.

—Su majestad es solo un tema de amor no correspondido.

la Diosa dejo que la mariposa siga volando se levantó y camino hacia el santo que seguía de rodillas, lo tomó del mentón y levanto su cabeza —Me gustaría que me contaras.

                           ○●○

Saga llegó al templo, pero estaba de la compañía de los caballeros de Acuario y Capricornio, para Saga encontrar en su camino de vuelta era algo bueno ya que con ellos se sentía bien, aunque no hablaban de sentimientos, era lo que él buscaba alejarse de todo lo que en su corazón sentía; como los otros dos. Aioros llegó cuando ellos tres estaban sentados en un enorme sillón rojo, reían y compartían copas; Aioros se escondió en un pilar, lo contempló de lejos de repente, lo veía como un joven divirtiéndose, con sus amigos; tocó su corazón no sabía si era celos, por  verlo con otros; o por no ser él quien le saque las carcajadas; lo volvió a mirar y Saga ahí mirando a Camus, sonriéndole, mientras el joven acuariano le hablaba, tenía toda la atención de él.

Salió del templo, bajaba las gradas rápidamente, cuando pasó el templo de Capricornio por fin comenzó a bajar el ritmo, miro las estrellas, sonrió y se sintió un estúpido —Era obvio que Saga no me podría amar por toda la vida, era se una vez cuando éramos niños, era se una vez, cuando te pude tener, en mis brazos; cuando pude ser yo el dueño de tus sueños más íntimos.

De repente sintió frío, camino con esa mirada perdida, llegó a su templo se apoyó a un pilar, deslizó hasta quedar sentado en el frío suelo —Pensé que me querías cerca porque me amabas, pero eso es solo mi imaginación, joder lo quiero, pero eso es solo para mí, el sigue con su vida.

Mi manera de pedirte perdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora