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Tenía a Horacio aseado y vestido en su sala, quién estaba sentado delante de él, que también estaba vestido y limpio, observando con una mirada seria el móvil con la pantalla prendida que estaba en la mesita de centro. En el, aparecía una llamada en curso, en contacto decía Gustabo. No habían ocurrido ni dos horas de su encuentro sexual.

Ambos estaban en unas posturas típicas de ellos. Conway con la espalda recta y el tobillo sobre su rodilla mientras sostenía un cigarrillo con la boca y miraba con atención el dispositivo. Horacio, de piernas abiertas y embarrado en el respaldo del sofá, con la boca escondida en su mano, mirando inexpresivo el celular.

Del aparto, emanaban sonidos que ambos conocían, los habían escuchado gemir tanto a Gustabo como a Volkov, era cierto que eran ellos los que estaban detrás del teléfono. Ninguno de los dos decía nada, solo se limitaban a mirar y a escuchar.

Después de oír como Volkov le pedía a Gustabo que rehiciera su pedido, Conway se inclinó hacia en frente y colgó la llamada, regresando a su respaldo con un aire molesto. Horacio lo notó enseguida.

— Parece que tocará hacer una visita inesperada.

Dijo con el cigarro entre dientes, soltó el humo sin quitarse el tubito. Pasó de mirar su móvil, que aún estaba en la mesa, a mirar a Horacio, quién parecía ni tener palabras.

— ¿No estás molesto?

El menor negó con la cabeza, pero detuvo el gesto de inmediato. Entre ellos tenían un pacto que podían meterse con quién quisieran siempre y cuando no excedieran los límites, lo pensó dos veces. Quizá Gustabo los había pasado. Pareciera ser que hacía falta recordarlos.

— ¿Qué, eh? ¿Qué gilipollez acordaron?

— Nada, nada. Solo que dijimos que podíamos meter con quién quisiéramos, incluso si era la pareja del otro.

Conway asintió, fingiendo que comprendida, alzó las cejas invitándolo a seguir.

— Pero con ciertos límites.

El mayor rio. Era obvio que si establecían condiciones, alguno de los dos terminaría por romperlas, y todo parecía indicar que Gustabo había sido el primero en hacerlo.

Mientras negaba repetidamente con la cabeza, se levantó de su lugar y se dirigió a la puerta, abriéndola y detendiendose para mirar sobre su hombro. Mientras apagaba el cigarro en un mueble que había cerca.

— Mueve el culo, nena. Es para hoy.

Horacio entendió que aquella "visita inesperada" la iba hacer esa misma noche. El reloj marcaba casi las dos de la mañana, el sueño lo había envuelto, pero no había vuelta de hoja.

Se levantó pesadamente y se dirigió dónde el superintendente, el cual ya había salido en dirección el elevador. Esperaron a que se abriera y ingresaron en el con un silencio cómodo, salieron y se dirigieron al mini de Horacio, el cual estaba estacionado justo delante de el inmueble. Subieron.

El menor condujo pensativo de regreso así casa, tratando de no sumirse en sus pensamientos y quedar dormido en el volante.

Conway, por su parte, estaba caliente de rabia. Gustabo, se había atrevido a marcarle mientras era perforado por Volkov, Volkov a quién castigo esa misma mañana por haberse portado mal. ¿En serio?

No tardaron mucho en llegar a la residencia del menor que compartía con el rubio. Antes de bajar, el superintendente miró a los ojos serio a Horacio.

— Quiero que sepas, que lo que voy a hacer es porque estoy cabreado.

— Super...

— Y que si te involucro, te límites a hacerme caso, por favor.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 𝐏𝐋𝐄𝐀𝐒𝐄      [Multishipp]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora