IX

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Domingo, 8 de Septiembre

Leah

Suaves. Sus labios eran demasiado suaves para ser verdad. Tenían el tamaño perfecto, no eran grandes pero tampoco eran muy pequeños.

Su mano derecha dejó mi rodilla para posarse en mi mejilla izquierda y fue entonces cuando intentó profundizar el beso. Abrió muy ligeramente sus labios, invitándome a hacer lo mismo y encajarlos a la perfección. Su pulgar acariciaba mi mejilla sin cesar, de manera delicada y pausada, y sentí la necesidad de sostenerlo, con miedo a que se separara de mi. Llevé mi mano derecha a su nuca y apreté los cabellos que caían por ella, demostrándole mi total aprobación hacia lo que estaba sucediendo. Con mucha delicadeza, rozó su lengua con mi labio inferior, y al darse cuenta de que no objeté que lo hiciera, la introdujo en mi boca, chocándola con la mía y comenzando una batalla entre ellas, solo que en un ritmo lento.

Tanto él como yo, tuvimos la necesidad de llenar nuestros pulmones de aire luego de lo que parecieron ser siglos gloriosos, así que él tomó la iniciativa de separar nuestros labios. Dejé caer la mano que tenía en su nuca hasta su hombro, creyendo que se apartaría de mi, pero la mano que él tenía en mi mejilla se deslizó hasta mi nuca y me sujetó cerca de él, chocando su frente con la mía.

Yo todavía tenía los ojos cerrados y, al darme cuenta de la situación en la que estábamos, me dio pánico abrirlos.

¿Qué acaba de pasar?

Escuché cómo Louis soltaba una muy pequeña risita al tiempo en que su frente dejó de tocar la mía, así que abrí mis ojos. Él seguía a escasos centímetros de mi, con los ojos abiertos y una sonrisa en el rostro. Examinó mi rostro y, como mantenía su mano en mi nuca, me atrajo hacia él nuevamente para dejar un casto beso sobre mis labios, dejándome aun más sorprendida.

Finalmente se separó por completo de mi y se sentó nuevamente de manera normal, apoyando su espalda contra el respaldar del asiento. Se restregó el rostro con sus manos y luego se inclinó hacia adelante, posando sus codos sobre sus rodillas, entrelazando sus manos y posando su mentón sobre ellas, todavía con una sonrisa en el rostro, mirando a la nada. Medio segundo después, giró su cabeza en mi dirección y posó su cien sobre sus manos.

Por la expresión que mantenía su rostro me sentí halagada, me sentí nerviosa, pero no de manera mala, me sentí bien conmigo misma y me sentí bien con él, como si besar a mi mejor amigo fuera lo más normal del mundo.

— Estaba ansiando hacer eso desde que te vi llegar -admitió, dejándome sorprendida.

— ¿Q-qué?

— No me malinterpretes -pidió, volviendo a sentarse correctamente-. Solo que cuando te vi, ahora, me molesté conmigo mismo por andar tan borracho como para no acordarme debidamente del beso que tuvimos el viernes y sentí la necesidad de recordarlo como fuera.

Quedé boquiabierta.

¿Qué?

Seguramente mi expresión de confusión le asustó, porque la sonrisa que tenía plasmada desde el beso desapareció y se mostró preocupado.

— Dijiste que creerías que nuestra amistad quedaría intacta... -comenzó, en un intento de disculparse.

¿Ahora se estaba disculpando por besarme?

— Louis... -lo callé-. Yo... -quedé muda. Simplemente no sabía que decir.

Él asintió, cambiando su expresión nuevamente, a una dolida. Bajó la mirada y carraspeó.

Tres en Uno - Louis TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora