El Campamento

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Después de un año estresante de estudios en el instituto, toca relajarse un poco.

Nada de novios, notas horribles, amigos que dan asco y un año de mierda. En resumen: no estoy en mi mejor momento, que digamos. Pero soy adolescente y es lo que hay.

Me llamo Hanna Rose Stewart, pero todos me llaman Hann. Tengo 16 años y vivo en Madrid, España. Mis abuelos (por parte de padre) eran americanos y, cuando murieron, mis padres me pusieron el nombre que sugirió mi abuela cuando mi madre estaba embarazada (de ahí, el nombre de Hanna R. Stewart).

Mi ciudad, es como todas: quieres salir de allí cuanto antes. Por eso, mis padres tras un largo año de regañinas por las notas... han decidido mandarme tres meses enteros a un campamento de verano en Texas, Estados Unidos.

Doy gracias a mis aprobados raspados que me han concedido este gran privilegio de alejarme de todo y despejarme un poco.

Pero claro, no todo son fuegos artificiales; ya que, el campamento trata de "aventuras en el bosque": eso significa que, te ponen circuitos de mierda en un bosquecillo cutre y te dan una brújula para que te vayas a investigar sin perderte. A mucha gente, esto le parece divertido, pero a mí me parece una gilipollez enorme.

La parte buena, es que el campamento es en español y trataré con gente de mi país, así que me libraré de sacar a la luz mi "chapuzinglish".

Me quedan todavía un par de maletas por terminar, y... sí: llevo más de una maleta, ¿qué pasa? Son tres malditos meses que tendré que aguantar con el pelo encrespado y con el maquillaje corrido.

Soy una chica, necesito una plancha de pelo para sobrevivir.

Termino de hacer la tercera maleta y me tumbo en la cama. Serán como las doce de la noche, y me tengo que levantar a las cinco de la mañana si quiero coger el avión hacia Texas.

Pienso en como será el sitio: todo lleno de bichos, compañeras de habitación que no se callan ni debajo del agua, chicos feos y aburridos...

Debería haber sacado mejores notas. Al menos, mis padres me habrían dejado elegir el campamento en el que pasaría todo el verano. Aunque sacar todo aprobados en cuarto de la ESO no es nada fácil: me ha costado muchísimo.

Poco a poco empiezan a cerráseme los ojos... me duermo.

PI PI PI PIIII, PI PI PI PIIII...

El despertador suena, las cinco en punto.

Voy corriendo a la ducha y me lavo bien el pelo porque sé que pasarán meses hasta que me lo pueda volver a lavar en condiciones.

Me visto con el único conjunto de ropa que me dejé ayer en el armario: unos vaqueros cortos, una blusa blanca de tirantes y unas convers.

Desayuno un café y una tostada, y me lavo los dientes a toda prisa. Me paso el peine por el pelo moldeando mi larga y voluminosa melena castaña. Guardo de nuevo el cepillo de dientes y el peine en el neceser y los vuelvo a meter en la maleta.

Cojo mis gafas de sol y me las coloco en el escote de la blusa. Creo que no me falta nada más por guardar.

Estoy lista.

Mis padres me esperan en el coche: mi padre, serio y preocupado porque su única hija se va a otro continente; y mi madre, con lágrimas en los ojos porque no podré hablar con ella ni llamarla (ya que las llamadas internacionales son carísimas).

-¿Estás segura de que llevas todo?-pregunta mi madre intranquila.-¿Crema solar, champú, jabón, dinero...?

-Sí mamá. Llevo todo. A demás, no creo que me gaste los 500 euros que me has dado... en el bosque no hay tiendas.

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