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||La princesa y el salvaje||


Los ojos de Blair se sacudieron con rabia. Bajó la mano en silencio hasta que se le acercó.

"No creas que este matrimonio te permitirá huir de mí". La distancia entre ellos era de un simple cabello, un susurro despectivo penetró en los oídos de Leah como si fuese una serpiente. "El día que ascienda al trono... seré el primero en traerte de vuelta a la capital."

Era una amenaza, pero Leah no sentía miedo. En cambio, una suave risa se deslizó de sus labios, la cual atravesó al príncipe en sus entrañas. Quiso responder, pero se dio cuenta de que intercambiar palabras con un incompetente sería una gran pérdida de su tiempo. Sin una sola palabra de despedida, se subió al carruaje, sin hacerle caso.

Cuando la puerta del carruaje se cerró, Blair gritó y golpeó la puerta con los puños. Pero Leah ya no podía oír sus prolijas groserías e insultos, prefirió no prestarle atención. Sea lo que sea que el príncipe dijera, sus palabras eran superficiales, como una lanza de madera dirigida al acero.

El carruaje siguió su curso y al girar sus ruedas, una lágrima rodó de los ojos de Leah. Ella retiró la cortina un poco y miró a través de la ventana. El palacio de Estia se alejaba de su vista, de su garra...

Fue un lugar donde vivió toda su vida, pero no sintió ningún pesar ni pena. Leah nunca perteneció allí desde el principio.

Sin embargo, habían sentimientos persistentes que le molestaban.

"..."

Se mordió el labio inferior y cerró la cortina con un suspiro. No sabía por qué seguía pensando en él. Un hombre engreído, rebelde e indisciplinado.

Por lo que ella escuchó, el canalla dejó el palacio hace un día. ¡Ah! Se regañó a sí misma internamente. Fue una tontería de su parte perder una relación ya rota. Pero mientras se maldecía a sí misma por ser estúpida, no podía librarse de la avalancha de pensamientos.

Mientras se perdía en sus cavilaciones, el carruaje abandonó la capital y llegó a las afueras de la misma. Las casas habían desaparecido; lo que las acogía era una llanura abierta cubierta de vegetación. Era una escena hermosa, pero no le gustaba ni un poco. En su lugar, Leah se sentó en su asiento miserablemente.

Deseaba que el tiempo pasara rápido para que su aburrida e inútil vida concluyera más pronto. Sin nada más que hacer, cerró los ojos cuando, de repente, notó un cambio en el viento.

Un cuerno sonó en medio de la tranquilidad que reinaba. El ruido ensordecedor hizo que Leah se incorporase al instante, con los pelos de punta. Tras el rugido de la primera trompeta, los cuernos sonaron uno tras otro. Su corazón se volvió loco por los ruidos caóticos que se propagaban por las antes pacíficas llanuras.

Leah corrió las cortinas y miró por la ventana. Con la vista que la saludaba, tragó con fuerza. Decenas de hombres montados a caballo se dirigían hacia ellos. Los caballeros reales que custodiaban su carruaje gritaron apresuradamente.

"¡Es una emboscada!"

A partir de este punto, el carruaje comenzó a correr con dificultad. Pero los movimientos de los perseguidores eran sorprendentemente ágiles. Sencillamente alcanzaron a la procesión y cercaron el perímetro. El penetrante estruendo de los instrumentos se mezclaba con los gritos que se escuchaban en el aire. Espadas de hierro desenvainadas resonaban por todas partes.

De la nada, una cuerda ondeó alrededor de la garganta del caballero que protegía a Leah desde el exterior del carruaje. Finalmente, se cayó de su caballo, golpeando su cabeza contra el suelo de forma espantosa.

Las flechas llovieron, cortando el viento en sucesión. Los frenéticos caballos pataleaban y se volvían locos.

Al mirar por la ventana, vio al jinete del carruaje caer al suelo. Leah cerró los ojos con fuerza. El carruaje, arrastrado sólo por el caballo, se sacudió terriblemente. En poco tiempo, todo su mundo se puso patas arriba.

"...."

Ella jadeó. El carruaje se volcó horriblemente, sus ruedas se rompieron, su puerta se abrió. Aparte de los arañazos que le arañaron la piel, fue afortunada de sobrevivir al accidente ilesa. Sin embargo, se sintió mareada, y cuando finalmente recobró el sentido, Leah empujó la puerta rota del carruaje para quitársela de en medio.

Al salir del vehículo accidentado, se encontró con el viento frío con cierto hedor a sangre. Su cabeza comenzó a sentir un hormigueo cuando miró a su alrededor. Los caballeros reales luchaban contra sus perseguidores sobre un charco de sangre. Era una batalla sin sentido. Los caballeros reales fueron barridos en vano como si no fueran nada. Un caballero rugió con su voz ensangrentada.

"¿Cómo se atreven, salvajes...-"

No fue capaz de hablar hasta el final. Su cuello fue alcanzado por una hoja curva y afilada. De su garganta, la sangre se derramó en la hierba. Ante la horrible visión, Leah se cubrió la boca con las manos, reprimiendo un grito.

En su visión, las imágenes de los atacantes estaban grabadas. Unos ojos fuertemente cromáticos, cabellos oscuros y tatuajes en la piel bronceada.

Los hombres que atacaron la procesión real fueron salvajes, los Kurkanos.

Entre los hombres bestiales, surgió una destacada figura. El hombre alto, montado en un caballo gigante, se dirigió a Leah.

Debajo del desaliñado cabello marrón oscuro, un ardiente y dorado ojo atravesó a Leah. En el momento en que sus miradas se encontraron, Leah sintió que el aire le era arrebatado. Sin aliento, se abrieron sus labios.

"¿Por qué..."

Su susurro, que apenas se escuchó con una voz entrecortada, fue rápidamente ahogado por la risa del hombre.

"¿No recuerdas?"

Extendiendo su mano, cogió a Leah del suelo y la subió a su caballo, frente a él. Como resistencia, Leah se retorció pero la fuerza del hombre la venció. Una gran mano sujetó su cintura con firmeza, la cual sólo pudo sacudirse sin ningún efecto.

Con una sonrisa, el hombre que estaba detrás de ella murmuró sobre su cabeza. Las palabras de él le provocaron escalofríos en su espina dorsal.

"Te lo dije, arruinaré tu vida".

Matrimonio Depredador || 𝐖𝐞𝐛𝐧𝐨𝐯𝐞𝐥 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora