Capitulo tres.

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07:45 pm
Hamburgo, Alemania.
Zeppelinpark.

Caminé a casa con la esperanza de llegar sin encontrarme a Erika y después salir a caminar.

Para mi suerte, así pasó, dejé el pan en casa y salí a caminar un rato. Es un hábito que tengo desde hace años, aunque a Erika no le parece correcto que lo haga estas horas por que dice que están oscuras las calles y pueden pasar cosas malas es la única hora que puedo tener después del colegio, encargos de ella o deberes.

Me gusta sentir el viento rozar por mis mejillas, se siente bien.

Sentir el frío de Hamburgo abrazarme de siente tan bien, me tranquiliza, me da lo que necesito ahora. Paz.
Mi mente viaja a distintos escenarios, no creo que esté loco pero me imagino como en las películas cuando los chicos van saltando entre las vías del tren viendo el atardecer y riendo sin razón.
Reír. Desde hace meses que no lo hago, es de esas veces que llevas tanto tiempo sin hacer eso que te gustaba que olvidas esa sensación, extraño platicar con alguien que me haga reír o solo sonreír.

Supongo que es normal sentirte solo, que sabes que no lo estás pero tú mismo te alejas por miedo a sentir...
Cuando ella murió comencé a escribir para distraerme, pasaba horas llorando y escribiendo en las madrugadas, hay un texto que escribí que nunca voy a olvidar.


Calculo que he caminado como unos 40 minutos, no hay nada nuevo ni extraordinario así que mejor entraré al parque de aquí cerca y me sentaré un rato para descansar.

Recuerdo qué a mis 13 años venía aquí a jugar con Jan, mi hermano, él tenía 12 años en ese entonces. Los dos jugábamos a escondernos o platicábamos con los niños que venían, Jan siempre tuvo la facilidad de hacer amistades rápidamente en cambio yo no, pero él siempre trataba de agregarme a sus conversaciones y juegos aunque muchos niños llegaban a rechazarme. Jan enojado me tomaba del brazo y nos íbamos a jugar a otro lado.

Mientras más me adentraba a este parque escuchaba unos sollozos, admito que tengo miedo, no es que les tenga miedo a los fantasmas, claro que no pero ese sonido no me gusta.

-La piel de gallina dice lo contrario.
Estúpida mente, cállate.

Y cuando llego a una banca pequeña que se encontraba debajo de unos árboles escucho esos sollozos aún más fuertes, contengo la respiración.

Creo que es hora de correr.

Pero mi cuerpo no responde, miro una chica pelirroja que por toda su cara había pecas, muchas pecas. Es linda. Mark cállate, claro que no.

Tomó asiento en silencio, ella deja de llorar por vergüenza y miedo, claro no sabe quién soy.

— ¿Estás bien? — ella no me responde, toma su pequeño bolso rojo de cuero que descansaba en la banca dispuesta a irse— Soy Mark, ¿y tú?

— Inna. - Lo dijo con un poco de miedo, pero no se levantó de su lugar.

— No eres de aquí, ¿verdad?

— ¿Cómo lo sabes?

— Tu acento, es diferente, ni si quiera es alemán.

— No, soy rusa. - me mira por primera vez y sus ojos están rojos e hinchados. — Soy nueva aquí, llegué hoy en la mañana.

— Mucha información a un desconocido, Inna.-
Le digo divertido mientras levanto una ceja, aunque su cara no parece igual de divertida que yo. — Lo siento, fue un mal chiste, no soy tan idiota cómo parece.

— Ajá.

— Oye. - me quejo y ella suelta una risita burlona.

Ella es linda, su cabello es anaranjado como las calabazas que cortaba Jan del jardín del abuelo para Halloween y muy brillante a la luz de la luna, aquí no hay farolas y escogió este lugar para llorar. Sus ojos son verdes, un verde oscuro, también es bajita y robusta, pero es perfecto para ella.

Lleva un vestido rosa muy claro con unas deportivas negras desgastadas, no se miran mal, contrastan con las pequeñas calcetas blancas que lleva.

— Si, no soy ningún acosador raro, pero debes cuidarte, mamá no se fía ni que yo esté fuera imagínate una niña.

— Yo sólo quería estar sola. - dice mirando sus pies con pena y tristeza.

— Es tarde. Vamos, te acompañaré a casa. - le dije y sus ojos verdes brillaron al verme.

— Yo no... yo puedo ir, no te preocupes.

— No te dejare sola, no hay ningún problema. - me levante mientras la observaba con autoridad y ella viendo que no la iba a dejar se levantó y me siguió el paso.

Ella daba pasos grandes, nuestras alturas son diferentes y para ella mis pasos son gigantes, el seguirme y no quedar atrás en la oscuridad la hacía casi trotar.

Alenté mi paso y ella pudo relajarse un poco más.

— Caminas muy rápido, ¿te lo han dicho? - ahora puedo ver bien sus facciones ya que en esta calle hay grandes y viejas farolas.

— No, tú eres bajita. - dije soltando una risita burlona — y nadie me lo había dicho antes.

— Entonces aquí todos son altos, vaya mierda, se burlarán de mí. - su acento al decir malas palabras es tierno y me hace sonreír inconscientemente.

— Repítelo.

— ¿Uh?

— Vaya mierda, repítelo. - la miro a la cara con burla.

— Eres un idiota.

— Y tú una grosera.

Me fulmina con la mirada mientras aprieta sus rechonchitas manos y yo suelto una carcajada fuerte, no es un buen comienzo.

Después de caminar varias cuadras llegamos a una casa rosa, un rosa oscuro con tejado azul. Fuera de la casa había plantas muy altas que tapaban la mitad de la pared de la primera planta.

No es una casa muy grande, es bonita con buen espacio para ella y supongo que su familia que se acaba de mudar.

— Mark, muchas gracias por acompañarme. - me sonrió tiernamente achinando sus ojos. — Entraré, la abuela debe de estar enojada por que no he desempacado.

— Hey, Inna

— ¿Si?

— ¿Iras al colegio de aquí?, al que queda cerca. - le pregunté con esperanza.

— Si, la abuela me llevó hoy a conocerlo. - me mira con curiosidad. — ¿Por?

— Solo era curiosidad, que tengas buenas noches. - me despedí con una sacudida de mano y salí casi corriendo de ahí.

— Que tengas buena noche, idiota. - gritó ella desde lo lejos.

Oh dios.

Hablé con alguien después de 8 meses, y no me trabé ni una sola vez. ¿A caso eres tú Mark? Me pregunté mientras corría a casa, me viene buen regaño de Erika por la hora.

Vaya mierda.

Solté una sonora carcajeada mientras corría.

...

Tú no a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora