—Hmm —gimoteó, retorciéndose entre las mantas sin siquiera abrir los ojos.
—Vamos Hyung —repitió. —Despierta.
—Nooo —dijo arrastrando las palabras con la voz ronca y pastosa. —Vuelve aquí, tengo frío.
—No puedo dormir Hyung —refutó. —te enroscas como una cuerda.
Su ceño y boca se contrajeron en disgusto sobre la almohada.
—Kook —lloriqueó.
—Quiero salir a hacer una guerra de nieve.
Su consciencia iba y venía entre los gritos y zarandeos del menor para despertarle. No era ninguna leyenda que levantarse temprano no era uno de sus puntos fuertes. Y mucho menos si había trasnochado.
El colchón cedió a su costado izquierdo bajo el peso del moreno.
—Hyung —oyó cerca de su oreja.
—¿Hmm?
—Despierta.
—No —masculló.
—Iré yo solo entonces.
Su ojo derecho se abrió de golpe tras la amenaza del pelinegro. Giró su cabeza en la dirección contraria y se lo encontró sentado, con la espalda apoyada y los brazos cruzados.
—Abrázame, hace frío —le rogó arrastrando su brazo por las piernas del menor.
Elevó su cabeza de la almohada y la dejó caer sobre el regazo del otro. Los dedos del pequeño corrieron a su pelo y comenzaron a jugar con las hebras.
—Me encanta cuando haces eso —masculló sin apenas mover los labios en un puchero.
En esos escasos días que habían compartido juntos algunos gestos entre ambos se habían hecho costumbre.
Los dedos del pequeño sobre su pelo y el hyung saliendo de sus labios a todas horas sin sonar extraño, habían adquirido ese tinte. Aprovechaba cualquier momento para enredar sus manos en su melena.
—¿Hyung? ¿estás dormido? —preguntó tras un largo silencio.
—No —negó. —Aunque depende para qué.
—¿Qué pasará cuando Jeonha vuelva? —Sus ojos se abrieron de golpe tras la pregunta.
Ni siquiera había pensado en eso.
Su burbuja de besos y caricias en la oscuridad de la noche, sus mañanas enterrados desayunando entre las sábanas y sus tardes de lectura y juegos iba a explotar de un momento a otro.
