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Cuando era un niño, el día de su cumpleaños lo hacía sentir como la persona más especial del mundo. Era costumbre levantarse antes de lo usual para aprovechar el mayor tiempo posible sintiéndose tan importante, así que muy temprano en la mañana (incluso antes que el sol saliera por completo), el pequeño Soobin ya andaba corriendo por toda su casa y anunciando a gritos que era su cumpleaños.

Pero con el paso de los años, la realización de su "fracaso" en cuanto a popularidad se trataba y su poca autoestima, el día de su nacimiento pasaba a ser otro día más en el calendario, tanto así, que la mayor parte de las veces sólo recordaba que era su cumpleaños cuando su madre ponía el gran pastel de chocolate que hacía año tras año frente a él.

Pero probablemente nunca olvide el cinco de diciembre que cumplió ocho años.

Soobin había decidido quedarse despierto lo máximo que sus ojitos aguantaran, y pasó alrededor de dos horas sentado en el pasillo sólo observando el reloj de la pared mientras tarareaba canciones para distraerse.

11:58 p.m

Sólo dos minutos más.

11:59 p.m

Sólo uno.

12:00 a.m

Y oficialmente tenía ocho años ahora.

En medio de su frenesí, pegó un grito tan fuerte, que Beomgyu se levantó como un resorte y, en un episodio sonámbulo que todos en la casa desconocían, empujó a Soobin escaleras abajo, ocasionando que pasara el resto del día encerrado en un aburrido cuarto de hospital con calmantes y su pierna izquierda enyesada.

Pero ni siquiera eso puede superar el susto que se da cuando escucha un horrible silbato pitando justo en su oreja, y cuando abre los ojos logra distinguir las figuras borrosas de Beomgyu y Yeonjun justo frente a su cama, ambos con gorritos de colores y una caja en sus manos.

—¡Feliz cumpleaños, Soobinie!

—Dios... ¿Qué hora es? —murmura, sobando su cabeza que comenzaba a doler por el susto.

—¡Tres de la mañana! —responde Beomgyu alegre, aparentemente habiendo olvidado el enojo que tenía antes.

—¿Qué? —balbucea— ¿Cuándo llegó Yeonjun?

—Hace como cinco minutos. —responde indiferentemente— Como sea, te trajimos un regalo.

Soobin observa la caja cubierta en papel de colores con curiosidad.

—No, esto es sólo parte de él. —comenta divertido Beomgyu— El regalo completo está abajo.

—¿Abajo? —se queja aún somnoliento— Entonces puede esperar, lo veré mañana.

—¡Noooooo! —gritan ambos en unísono cuando ven las intenciones de Soobin de ocultarse de nuevo bajo las sábanas.

—Anda, baja. Te estaremos esperando aquí.

En medio de bufidos y tropezones, Soobin logra levantarse de la cama y caminar hasta el piso inferior, aún sin creer el atrevimiento de los dos chicos de molestarlo tan temprano.

Cuando cumplió ocho años, estaba esperando cualquier cosa menos ser empujado escaleras abajo. El susto que le había dado casi le provocó un infarto, había dejado sus piernas temblando y su corazón palpitando con fuerza insana.

Pero ahora, tantos años después, vuelve a sentir lo mismo (claro, sin el dolor en sus piernas), cuando observa a Huening Kai de pie en medio del salón, con cara de sueño y un abrigo que lo hacia lucir como un pingüino.

Math ᯽ ꒰ sookai ꒱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora