Capítulo 4

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Capítulo 4

Charlie Morrison había pasado todo el día estudiando y ya no aguantaba más los ojos. La escuela de derecho iba a matarlo antes que el asma y su madre antes que estas dos cuando le dijera que estaba a nada de reprobar tres clases por faltas injustificadas.

Nada le molestaba más que ser el estereotipo de muchacho pelirrojo idiota que quería pasarse todo el día jugando videojuegos y procrastinaba hasta morir.

Pero era todo lo que podía hacer estando encerrado en su casa todo el tiempo que no pasaba en la universidad. A cualquiera le hubiese parecido un insulto que estando en una ciudad tan llena de atractivos turísticos como New Way City, mejor conocida por su apodo de Neonópolis, alguien se la pasara encerrado frente al monitor de la computadora sin teclear algo durante dos horas y media.

Hoy era diferente, gracias a Dios que lo era. Su madre no podría estar en casa hasta dentro de dos días porque había salido de improvisto a cuidar a una tía enferma en los condados vecinos. Toda una suerte. Y un amigo le estaba ayudando a darle forma a su tesina, así que las cosas no estaban tan mal para darse un escape esta noche.

Intentó arreglar el departamento lo mejor pudo y esperó a que su vecina cuarentona encendiera el televisor para poder salir discretamente hasta las escaleras. Tenía que ser por las escaleras. La vecina era tan inquietante que abría la puerta para sacar la cabeza sin la menor discreción cada que se oía el sonido de las puertas del elevador al abrirse.

Además, bajar catorce pisos era pan comido para alguien de su edad. Veintiún años sin haber practicado ningún ejercicio profesionalmente y con una dieta a base de pizza y soda, no estaba tan mal.

Bajó en un santiamén.

Y allí abajo, iluminado por los últimos rayos de luz diurna, con su auto rojo tan reluciente como sus dientes, estaba Rocky, bautizado por sus padres como Dallas Dodgson.

Era un viejo conocido suyo de los últimos grados del colegio, lo conoció porque sus amigos (los nerds) no pudieron acompañarlo a la biblioteca escolar para su tarea de literatura.

Rocky Dodgson era alto y fibroso, tenía una sonrisa increíble y era bueno que las chicas. Fumaba sin restricciones y bebía en clase. Decían las malas lenguas que se había tirado a la mitad de chicas de su generación.

Donde había una buena fiesta, había Rocky.

Y Charlie descubrió que no era nada de lo que sus amigos le decían que era. Ni era un antipático ni un narcisista estúpido, si hasta le gustaba la Guerra de las Galaxias ¡Por Dios! Debía ser la envidia que les provocaba la que los obligaba a hablar tan mal de él.

Pero Charlie ya tenía los ojos bien abiertos.

Se subió a su coche y fueron rozando el límite de velocidad escuchando música a todo volumen a través del Distribuidor Vial Central de New Way City.

Hoy no había tráfico y el aire que se metía por la ventana se le colaba hasta la garganta.

Charlie quiso sacar la cabeza y gritar. Eso era vivir. En su casa estaba empezando a volverse loco, escuchaba los quejidos de su madre hasta en sus sueños.

Rocky manejaba con habilidad, movía el volante como si moviera los dedos.

Era un gran amigo.

***

Chelsea estaba sentada afuera del recinto de cacería 11 de New Way City. Había solo tres de su tipo lo que el número once quedaba fuera de lugar, pero nadie se quejaba. Era un sitio cuasi sacro para todos los que lo visitaban: abogados, oficinistas, parejas jóvenes, empleados, divorciados.

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