Capítulo 12

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Capítulo 12


—¿A qué le tiene miedo? —preguntó el psicólogo.

En el transcurso de la madrugada, Rasche abrió los ojos de golpe cuando unos gritos de terror rompieron el ambiente, venían de la habitación de junto.

El detective se dejó caer a un lado de la cama, lastimándose el hombro en el proceso; sofocándose, tanteó en el buró en busca de su arma y la tomó, listo para defenderse. Su primer pensamiento fue el de un intruso.

Su pecho se movía sin control y el corazón le galopaba en el pecho amenazando como romperle las costillas. Aun así, consiguió ponerse de pie y pegarse a la puerta de su cuarto, que continuaba cerrado. La adrenalina no lo hizo reparar en que los gritos eran de Mandy Graves.

Se mordió el labio inferior y el bigote le picó la nariz. Necesitaba afeitárselo, pero eso después. Recorrió el cerrojo de la puerta a un lado y abrió de par en par, echando un vistazo al exterior. Luego salió pistola en mano apuntando al pasillo contrario.

—¡Maldición! —prorrumpió Daniel Martínez al ver la boca del arma del detective apuntándole— ¿Qué hace, detective?

El joven soldado estaba parado con la mano en el pecho en el pasillo. Estaba por abrir la puerta de la que emanaban los gritos, que se estaban convirtiendo en lamentos.

Linda Harrigan y Jeremy Trout llegaron a la escena a toda prisa. Trout cargaba una jeringa y alcohol.

—A un lado —exigió Linda apartando tanto al joven Martínez como al viejo Riggins, que se quedaron atónitos al ver, porque la mujer abrió la puerta, el interior de la habitación, en el cual una atormentada Mandy Graves con el rostro verde se retorcía dando fuertes manotazos al aire, como si intentara defenderse de algún fantasma que la acosaba en ese mismo instante.

Lágrimas escurrían de su rostro hinchado por el llanto y, cuando Trout se le acercó, esta le propinó una fuerte patada en el pecho haciéndolo retroceder y golpearse contra la pared.

Linda, por su parte, se colocó a un lado de la mujer de pelo gris que continuó lanzando golpes al vacío, con la mirada perdida y llena de agua. Harrigan la tomó de la muñeca y trató de tranquilizarla, hablándole con voz relajada, indicándole que todo estaba bien y no tenía de qué preocuparse.

Mandy vaciló al escuchar las palabras de Linda, su hermosa voz femenina, se detuvo un par de segundos, con la mirada dormida, como sumida en un estado hipnótico, y contempló el bello rostro de Harrigan. Mandy nunca había considerado atractivas a las mujeres negras, pero al conocer a Linda se arrepintió de su prejuicio injustificado. Linda era preciosa y tenía un alma consoladora, apacible.

Aprovechando la distracción, Trout se levantó de golpe y le administró la inyección del calmante a Mandy en el brazo que Linda le sostenía. La mujer quedó dormida al instante.

Linda suspiró y se limpió el sudor de las manos en su pantalón militar, luego el de la frente con la camiseta blanca, revelando su abdomen plano y parte de su sostén, debajo del cual existía una gran cicatriz, que de inmediato intrigó al par compuesto por el detective Rasche y Daniel Martínez, ya que el hueco de la camiseta en la espalda permitía ver una cicatriz homóloga a la altura de los omóplatos.

Esa herida era grande. Algo debía haber atravesado a la líder del equipo, algo largo y afilado, porque el corte era fino y recto.

La joven se volvió hacia los dos hombres, mientras Trout acomodaba correctamente a Mandy en su cama y le ponía las sábanas encima, cubriendo su piel que volvía a ser de un triste tono pálido, blanca como una nube. Mandy dormía prácticamente desnuda, únicamente con el sostén y un bóxer, por lo que Trout fue cuidadoso de no tocarla de más al ponerla en una posición cómoda.

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