Capítulo 18

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—Buen día, hermosa —escuché la voz de Peter muy cerca de mi oreja y sentí como me despertaba a los besos por toda mi espalda desnuda.

Traté de abrir los ojos pero estaba tan cansada y relajada a la vez que ni siquiera me esforcé en hacer un mínimo movimiento. Podía percibir la brisa cálida y el olor a mar cuando escuché que Peter abría la puerta de la terraza y segundos después volvía a sentarse al lado mío poniendo sobre la cama algo pesado.

—Dale, flojita. Se enfría el servicio a la habitación.

Me levanté a regañadientes y me puse la camisa blanca de Peter tirada en el suelo, él estaba sentado frente a una bandeja y un desayuno delicioso. Habían dos cafés con medialunas, mermelada de fresa y un plato de fruta de temporada.
Peter conectó su teléfono a los altavoces incluidos en la habitación para poner un poco de música mientras desayunábamos en nuestra terraza privada al pie de la playa. Sonaba Un deseo de Cultura Profética, algo muy tropical y relax para disfrutar de la mañana.

—Alberto me recomendó un lugar increíble para conocer un cenote, es el único que está aquí en la Isla. Deberíamos de ir, no está muy lejos, mirá —Me acerqué para ver la pantalla de su teléfono donde me enseñaba una fotografía increíble del lugar.

—Dale, vamos. Hay que aprovechar nuestro casi último día.

Antes de salir del hotel, Peter tomó un par de bocadillos y botana en una bolsa de tela porque los del hotel nos habían comentado que en esa parte de la isla no había tiendas o restaurantes, así que tomamos todos nuestros recursos y salimos.  Llegamos después de unos veinte minutos en una lancha que nos llevaba desde el puerto de Holbox hasta el cenote, no había mucha gente porque restringían solo a grupos de veinte personas, así que estuvo muy a gusto poder nadar un rato en la laguna sin tanta gente.

El lugar estaba extraordinario, estábamos literalmente en medio de la selva. Uno de los lancheros nos contaba la leyenda del lugar, el cenote llamado Yalahao se creía una fuente de la juventud y las energías mágicas del ojo de agua que hacían que las personas que disfrutaran de sus aguas dulces se sentirían diez años más joven. Charlamos todo el rato que estuvimos ahí con él, se llamaba Pepe, muy simpático y bastante educado que nos estuvo hablando de los diferentes lugares en toda la Rivera Maya y recomendando restaurantes donde la comida era deliciosa.

Después de estar casi tres horas en el cenote nadando y tomando el sol, regresamos a la isla para estar el resto del día en la playa. Mientras yo me bronceaba, Peter decidió experimentar el kitesurf en las azuladas y claras aguas de océano. Yo me reía desde donde estaba, mirándolo a través de mis gafas de sol y celebrando con gritos y aplausos cuando lograba estar de pie por más de veinte segundos. Después de casi una hora, lo vi caminar hacia mí, tomándose el pelo alborotado y mojado.

—¡Qué canchero el rey de las olas mexicanas! —grité dándole un sorbo a mi piña colada.

—¡Es un flash, ¿segura que no querés intentar?!

—Nope, muchas gracias, se disfruta mejor la vista desde aquí. —llegó para darme un beso en los labios y salpicarme con el resto de las gotas cayendo de su cara y pelo.

—Vos estás hecha una diosa, ¿nadie se te acercó mientras la rompía con el kitesurf? —fingió estar celoso

—Y... un par de chicos italianos me invitaron esta piña colada y una mujer española me intentó seducir para alagar mi traje de baño, pero nada serio. —bromeé.

Peter me miraba pícaro con una sonrisita sabiendo que lo estaba jodiendo y aunque sé que lo hacía con un poco de broma, noté que quería hacerme una escena de celos.

A Mi Manera 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora