Capítulo 29

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Eran las dos de la madrugada Irela se despertó dormía en el sofá al lado de la cama de su madre, se puso las botas y salió de la habitación dejando el hospital.
Algo pasaba porque de repente se puso muy inquieta.
El taxi se estacionó frente al edificio donde estaba Lino, ella busco en su bolso la llave para abrir la puerta del departamento, era tarde quizás por eso el silencio era total en la habitación, cuando quiso caminar a la habitación piso algo en el suelo lo junto y era un abrigo de mujer.
En ese instante la duda la consumía, y si no era lo que pensaba quizás Lino había cambiado, pero no eso también podía ser cierto.
Camino despacio hacia la habitación sin hacer ruido, respiro profundo y entró, frente a sus ojos la realidad hacia añicos su corazón, frente a ella la imagen hablaba por si sola, frente a ella Lino abrazado a una mujer joven bonita, ambos desnudos envueltos después de una noche de placer.
Quería acabar con todo, quería que sus ojos la cegaran pero lo cierto es que ya nada de lo que hiciera borraría lo que sus ojos vieron, las lágrimas salieron una tras otra, despacio ella quitó el anillo de su dedo y lo dejó sobre la mesita de luz, quiso acomodar su chal pero lo saco y tendió sobre los amantes cubriendo sus cuerpos desnudos, ninguno de los dos se movió camino hasta la puerta agarrando su maleta que ya la había preparado y salió dejando la llave sobre la mesa donde estaba la copa de vino y abandonó el edificio, dejando atrás todo lo que su mente y su corazón debía olvidar a Lino Guerra.

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El frío en la habitación se hizo notar, lino aún medio dormido estiró la sábana el olor lo envolvió, abrió sus ojos y no era cualquier aroma era el perfume de ella, se dio cuenta que lo que lo cubría era el chal rojo de Irela miro a su lado notando que Helena seguía dormida, supo que ella estuvo ahí, bajo los pies de la cama y avistó sobre la mesa de luz el anillo, se sentía mal el peor de los hombres, el la amaba y ahora simplemente la había perdido para siempre se dio cuenta que la maleta de ella no estaba, una tristeza enorme se formaba en su interior unas lágrimas se amontonaron y comenzaron a salir le costaba respirar su deseo de formar una familia con Irela se le evaporó y el era el único culpable de eso.
Trato de llamarla pero ella no le contestaba, luego del tercer intento se fue directo al buzón, no había nada que decir los hechos hablaban por sí solo, ellas los vio eso era suficiente para dar sentencia, no podía alegar nada ella estuvo ahí mientras ellos dormían y dejó en claro que los vio.

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Volvió al hospital y llamo al coronel necesitaba salir lo más rápido posible de ahí, en silencio sin que su madre se enterará lloro acurrucada en el pecho de su papá, cuando la luz del día se asomaba ella deseaba dejar la ciudad y refugiarse en su rutina para olvidar todo, olvidar esos miles de besos y abrazos que se dieron con Lino mientras estuvo en su departamento.
Los días grises del otoño se imponían en La Grieta, esa mañana era distinta el frío viento la llevaba a su casa donde la esperaba su fiel amigo Igor y su compañero de cabalgata búlgaro,  ese frío viento trajo el dolor que no quería sentir, deseaba poder arrancar de su pecho ese amor que sentía por Lino, como había sido capaz de creer que el pudiera cambiar se sentía una idiota por haber confiado por haber amado por haber dejado su corazón junto a él cuando dejó la habitación donde el dormía con su amante.
Su adorado Igor ladraba, saltaba de contento cuando ella entró a la casa, trataría de olvidar y poder sanar su corazón.

Llevaba unos días en La Grieta, había hablado con Lidia de lo que sucedió de lo triste que estaba y de sus miedos.
Esa tarde terminaba de revisar unos papeles en su escritorio del emporio y cuando se puso de pie un hombre en la puerta con una mirada aterradora la observaba.
__usted__sono la voz de Irela__¿Como me encontró?__

A quien vio Irela quién será ese hombre.
El próximo capítulo será una maratón de 5 capítulos seguidos de un capítulo especial para mis lectores.
Saludos

         Miriam Belarmino

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