Capítulo 9

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Ian

 Ella pidió un café con leche, las tazas acá son muy grandes, hay que usar las dos manos para levantarlas y por su aspecto dudo que tenga la fuerza que se necesita, pero no se lo digo. Ya bastante miserable se debe sentir para llorar sola en un parque.

 Por mi parte pedí un capuchino, son más suaves. Esta cafetería parece sacada de una pintura rupestre, es típico lugar donde las señoras vienen a tomar el té. Los colores verde agua y rosa pastel decoran el lugar y las flores que están de adorno como centro de veces despiden su propio olor, que se mezcla con las masas o infusiones. No lo veo como un lugar para sincerarte con un desconocido, pero es lo más cercano que había y además no la iba a llevar a un bar para que piense que o 1) soy un acosador o 2) un pelotudo que se la quiere levantar* en un momento de debilidad. Si, parece un lugar un poco romántico pero bastante inocente.

 No pensaba preguntarle por qué estaba llorando, medio entrometido y hasta apurado me parecía, pero ella tomó la iniciativa: - Perdón por lo de la plaza...

 - ¿Me estás pidiendo disculpas por llorar? - Me parece estúpido lo que propone.

 - No, osea, a ver - Se traba y respira hondo para continuar: - Que no era necesario esto, te lo agradezco pero por ahí tenes cosas para hacer.

 Parece un perrito abandonado que causa mucha ternura. Sus ojos se oscurecieron, o tal vez siempre fueron así aunque antes me daban la sensación de ser color miel. Sigue con la cara enrojecida y no me mira mucho, desvía sus ojos a cualquier otra cosa que no sea yo.

 - Quedate tranquila, si tuviera otras que hacer no te hubiera invitado - Le repito.

 - Esta bien... - Un silencio nos inunda. Ella rompe dos sobres de endulzante y los mete en su bebida, yo me llevo mi taza a la boca y miro sus pecas. Son pequeñas y están esparcidas por toda su nariz y mejillas, la hacen ver más tierna todavía. Se escucha un trueno a lo lejos, el calor sigue estando y la humedad no baja. Así es en Argentina, muchos días de calor o templados aseguran como consecuencia una lluvia torrencial.

 Ella tiene la atención puesta en los sonidos que pueden venir de la calle, pero interrumpo el silencio: - Tenes una voz muy linda. ¿Hace cuánto cantas? - Vamos a cambiar de tema. Me da una sonrisa tímida y toma su café.

 - Ah, muchas gracias. Y... desde que soy chica, ¿Desde los siete años puede ser? - Se cuestiona a ella misma -. Nunca pare. ¿Vos?

 - ¿Yo qué? - Indago. Se ve que fuí muy brusco porque mi pregunta la sorprende y abre grande los ojos. sus pestañas son muy largas y llegan a tocar la piel debajo de la ceja.

 - Que si haces algo - Subraya -. Estás en un teatro ayudando a tus abuelos ¿No? Algo artístico, además de la fotografía - Añade de forma rápida -, debes hacer. - Mis fotos, ¿Le habrán gustado? En respuesta a mi mail solo recibí un gracias.

 - Ah, si. - Ahora el que se queda sin palabras soy yo - Hago un poco de todo, pero el piano es lo que más domino. - Trago mi bebida y miro para otro lado. No me gusta hablar mucho de lo que sé o no sé hacer, me siento un engreído autorreferencial.

 - ¿Posta? ¡Re bien! - No entiendo por qué le entusiasma tanto el tema. - ¿Por eso te fuiste cuando unimos los dos grupos? ¿Por qué no estaba en funcionamiento el piano? - Cuestiona.

 Hasta donde tenía entendido el piano funcionaba bien, solo que no tuve la oportunidad de tocarlo. Pero esa excusa me sirve mucho más que contar la verdad.

 - Si, por eso. No tenía mucho que hacer ahí. ¿Estudias? - Insisto en cambiar de tema.

 - Licenciatura en música con orientación en canto - Me da la mejor sonrisa que tiene, pero sus ojos caídos y los atisbos de tristeza siguen palmados en su rostro. Hasta parece que con cada sonrisa se le va un poco del alma o su energía se agota. Es tétrico. - ¿Medio obvio no? - Ahora soy yo quien ríe, ella tuerce un poco el rostro. - ¿Vos?

OVERGGER ~ PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora