Capítulo I

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"Echo una mirada furtiva a mi propia muerte"

Si quieres ser un tipo popular en el Campamento Mestizo, no vuelvas con malas noticias.
¿Por dónde empiezo? Tras hacer estallar varios explosivos en el Princesa Andrómeda, me desperté en el reino submarino de mi padre. Skylar se llevaría una decepción al saber que no hay cangrejos cantarines como en La Sirenita.

Sólo la había visto un par de veces en todo el año. Ella había estado muy ocupada con su nuevo puesto como capitana de las hechiceras. Se las había pasado de Nueva York a San Francisco, reuniéndose con todos los contactos que podía encontrar.
Se había reunido con Thalia y las cazadoras de Artemisa. Había estado supervisando las erupciones del monte Saint Helens. Había seguido con la búsqueda de Jason.
Lo último que sabía de ella era que se había ido con su padre al pueblo natal de Elliot, en Australia. Elliot y su madre la estarían enseñando a adoptar koalas y a componer canciones de country, probablemente.

Apenas salí del mar, corrió la voz de mi llegada. Aquella tarde el vigía de turno era Connor Stoll, de la cabaña de Hermes. En cuanto me divisó, se emocionó tanto que se cayó del árbol. Luego hizo sonar la caracola y vino a mi encuentro.
Tenía una sonrisa torcida que armonizaba con su retorcido sentido del humor. Es un buen tipo, pero te conviene sujetae bien la cartera cuando anda cerca. Son tan distintos de mi viejo enemigo Luke que cuesta creer que los tres sean hijos de Hermes.

— ¡Percy! — chilló — ¿Cómo ha ido?¿Dónde está Beckendorf? — entonces vio mi expresión y su sonrisa se esfumó en el acto — Oh no. Pobre Silena. Por Zeus sagrado, verás cuando se entere...

Cruzamos juntos las dunas y a unos trescientos metros vimos a la gente del campamento acercarse en masa, emocionada y sonriente.
Me detuve en el pabellón del comedor y los esperé allí. No valía la pena apresurarse para contarles la desgracia que había ocurrido.
Quirón llegó el primero galopando. Tenía la barba más larga y enmarañada a medida que avanzaba el verano, y llevaba el arco a su espalda.

— ¡Percy! — exclamó — Gracias a los dioses. Pero ¿dónde...?

Annabeth entró corriendo al pabellón justo detrás de él. Tenía los ojos de un gris tormentoso. El verano pasado, antes de que Luke se transformara en Cronos y todo se torciera entre nosotros, hubo algunos momentos en los que pensé que tal vez... bueno, que tal vez pasaríamos esa fase de querer estrangularnos el uno al otro.

— ¿Qué ha pasado? — me agarró del brazo — ¿Luke está...?

— El barco voló por los aires. — dije — Pero él no ha sido destruido. No sé dónde...

Silena Beauregard se abrió paso entre la multitud. No iba peinada ni llevaba maquillaje, cosa sorprendente en ella.

— ¿Dónde está Charlie? — preguntó, mirando alrededor como si pudiera haberse escondido.

Miré a Quirón impotente.
El viejo centauro carraspeó.

— Silena, querida, vamos a hablar a la Casa Grande...

— No. — mustió — No. No.

Rompió a llorar y los demás nos quedamos paralizados, demasiado aturdidos para decir nada. Habíamos sufrido muchas pérdidas a lo largo del verano, pero esta era la peor sin duda.
Finalmente, dos figuras se abrieron paso y rodearon a la hija de Afrodita en un abrazo. Clarisse iba con su armadura manchada de sangre y llevaba el pelo recogido bajo un pañuelo.

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐎𝐋𝐘𝐌𝐏𝐈𝐀𝐍 || PJO 🔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora