Capítulo X

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"Los cerdos vuelan..."

De vuelta en el Plaza, Thalia se separó del grupo.

— Voy a ver cómo se encuentran las cazadoras y luego intentaré dormir algo antes de que anochezca. Tú también deberías echarte un rato, Percy.

— Lo último que necesito son más sueños.

— Lo sé, créeme. — la lúgubre expresión de Elliot me hizo preguntarme qué sueños habría tenido.

Era un problema corriente entre semidioses: cuanto más peligrosa era nuestra situación, más frecuentes y peores se volvían nuestros sueños.
Aunque no me gustara la idea de dormir en una situación como aquella, Thalia tenía razón.

— Te despertaremos si hay alguna emergencia. — prometió Skylar.

Elliot le rodeó los hombros con un brazo y se alejaron por el pasillo.
Me metí en la cama más cercana y caí redondo. Aunque, naturalmente, el sueño sólo me trajo más pesadillas.

————— ψ —————

Vi el palacio submarino de mi padre.
El ejército enemigo estaba ahora atrincherado a unos metros. Las murallas de la fortaleza se encontraban completamente destruidas. El templo que había utilizado como cuartel ardía con fuego griego.
Tyson y un grupo de cíclopes comían mantequilla de cacahuete cuando un muro explotaba. Un cíclope guerrero entraba a trompicones y se desmoronaba sobre la mesa. Tyson se acercaba a socorrerlo, pero ya era demasiado tarde.

— ¡Por Poseidón! — gritaban sus compañeros, alzando las porras.

La imagen cambió repentinamente.
Ahora estaba con Ethan Nakamura en el campamento enemigo. Lo que veía ante mí me hacía temblar, en parte por lo grande que era su ejército y en parte porque reconocía el lugar.
Estábamos en un camino boscoso de la zona de Nueva Jersey, en un patio lleno de estatuas de cemento. En el rótulo se leía: EMPORIO DE GNOMOS DEL JARDÍN DE LA TÍA EME.
No había pisado aquel sitio en años.

Alrededor de la parcela había centenares de tiendas y hogueras. Abundaban los monstruos, pero también se veían centenares de mercenarios humanos con uniformes de combate y semidioses con armaduras.
Ethan y otros dos semidioses permanecían en cuclillas junto a una hoguera, afilando sus espadas. Se abrían las puertas del almacén y aparecía Prometeo.

— ¡Nakamura!¡Torrington! — gritaba — El amo quiere hablar con vosotros.

Ethan se reincoproraba, receloso.

— ¿Algún problema?

— Eso se lo tendrás que preguntar tú. — Prometeo sonrió.

Ethan se ajustó el cinturón de la espada y se dirigió al almacen. Otro de los semidioses lo seguía.
Salvo por el agujero del tejado, el sitio seguía tal como lo recordaba: plagado de esatuas de gente aterrorizada mientras quedaba petrificada. El trono dorado de Cronos se alzaba en mitad del lugar, donde él haraganeaba con la guadaña. Nada más ver a los dos chicos, su rostro se contrajo en una sonrisa inhumana y sus ojos dorados centellearon.

— Bueno, Nakamura. ¿Qué te ha parecido la misión diplomática?

Ethan titubeaba.

— Estoy seguro que el señor Prometeo está más capacitado para explicar...

— Te lo he preguntado a ti.

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐎𝐋𝐘𝐌𝐏𝐈𝐀𝐍 || PJO 🔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora