Capítulo V

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"Me doy el peor baño de mi vida..."

La espada reapareció por fin en mi bolsillo. A buena hora, la verdad. Ahora podía asestarle a los muros tantos mandobles como quisiera.
Mi celda no tenía barrotes ni ventanas, ni siquiera una puerta. Los guerreros-esqueleto me empujaron a través de un muro que se volvió sólido en cuando lo crucé. Una celda hermética.

Me senté en el suelo de piedra. Me sentía fatal.
Los calabozos de Hades debían estar pensados para los muertos, y estos no respiran. Así que mejor olvidarse de los cincuenta o sesenta años encerrado. Estaría muerto en cincuenta o sesenta segundos.
Tenía sueño. No recuerdo haberme dormido, pero sé que soñé con Rachel Elizabeth Dare y con Tifón llegando a la altura del Misisippi.

Antes de despertarme del todo, advertí que tenía inmovilizado a Nico en el suelo y que le había puesto en la garganta la punta de la espada. Sólo que no era Nico.

— La próxima vez que me oponga por activa y por pasiva a un plan tuyo, plantéate hacerme caso en vez de ignorarme delante de mis narices. Quizá así no acabes al borde de la muerte.

— Empiezas a hablar como Deméter.

— Me estresas, Perseus. Me estresas.

Aunque seguía inmovilizada en el suelo, Skylar sonreía de medio lado.
Supuse que Perséfone se había tomado la libertad de hacerle un cambio de look durante mi encarcelamiento, porque Sky llevaba el pelo semirrecogido y varios aretes plateados entrelazados en los mechones. También había cambiado su ropa: ahora llevaba una vaporosa camisa oscura con flores a modo de vestido y un anchísimo cinturón que le cubría todo el abdomen.

— Vosotros dos sí que me estresáis a mí.

Di un respingo al escuchar una tercera voz. Skylar rió ligeramente y consiguió liberarse de mi llave de judo.
El muro de la celda se había abierto y, apoyada allí, otras dos personas nos observaban con una ceja en alto.

— Largaros antes de que Hades me prohiba la entrada de por vida. Siendo inmortal, os aseguro que es mucho tiempo.

Sentí que los colores se me subían.
Junto a Nico, Hécate meneaba la cabeza como si no se creyera que de verdad me tuviera que sacar de aquella. Se la veía tan pálida y hermosa como siempre, con el cabello rubio y los ojos completamente negros.
La diosa le hizo una seña a Nico para que echara a andar y nos lanzó una última mirada de advertencia.

— Hemos dejado dormidos a los guardias, pero el efecto no durará mucho.

Todavía tenía ganas de estrangular a Nico, pero no teníamos otra opción para salir de allí que seguirlo. Agradecí a la madre de Skylar la ayuda y echamos a correr hacia los Campos Asfódelos.
El sonido de los gongs de bronce reverberaba por los campos. Al fondo se alzaban amenazadoras las murallas del Érebo. Pero cuanto más corríamos, más lejos parecían. Estaba a punto de desmoronarme cuando oí un ladrido conocido.
La Señorita O'Leary surgió de la nada y empezó a dar saltos alrededor de nosotros, por lo visto con ganas de jugar.

— Buena chica. — dije — ¿Puedes llevarnos al Estigio?

Dio saltos y persiguió su propia cola, pero por fin se calmó y pudimos acomodar a Nico en su lomo. Skylar y yo subimos también y la perra echó a correr hacia las puertas.
De un salto rebasó la fila de MUERTE RÁPIDA, derribando a los guardias y haciendo saltar aún más las alarmas. Cerbero no nos persiguió. La Señorita O'Leary continuó corriendo sin problemas río arriba y no se detuvo hasta que estuvimos bien lejos y perdimos de vista los fuegos del Érebo.

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Nico bajó y se desplomó sobre la arena negra. Saqué un trozo de ambrosía, algo deformada pero la masticó igualmente.

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐎𝐋𝐘𝐌𝐏𝐈𝐀𝐍 || PJO 🔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora