Capítulo VII

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"Nos cargamos un puente..."

Por suerte, Blackjack estaba de servicio.
Aterrizó junto a su amigo Porkpie.

— Hemos de llegar cuando antes al puente de Williamsburg.

Blackjack negó con la cabeza.

"Y que lo diga, jefe. Lo hemos sobrevolado para venir aquí y no tenía buena pinta.", soltó un relincho. "Suba"

De camino hacia el puente se me fue formando un nudo en la boca del estómago. El Minotauro había sido uno de los primero monstruos que había derrotado. Cuatro años atrás, había estado a punto de matar a mi madre en la Colina Mestiza.
Aún tenía pesadillas.

Había confiado en que el Minotauro seguiría muerto unos cuantos siglos más, pero debería haber sabido que mi suerte no iba a durar tanto.
Divisamos la batalla antes de tenerla bastante cerca para identificar a los guerreros. Era plena madrugada, pero el puente resplandecía de luz.
Había coches incendiados y arcos de fuego surcando el aire en ambas direcciones: las flechas incendiarias y las lanzas de ambos bandos.

Cuando nos acercamos a hacer una pasada a poca altura, advertí que la cabaña de Apolo se batía en retirada.
Corrían a resguardarse tras los coches sin dejar de disparar. Pero el enemigo avanzaba pese a todo.
Encabezaba la marcha una falange entera de dracaenae, con los escudos juntos y las lanzar en pico hacia arriba. De vez en cuando, alguna flecha se clavaba en algún hueco y la mujer-serpiente se desintegraba. Pero la mayoría de los proyectiles se estrellaban sin causar ningún daño.
Detrás desfilaban un centenar de monstruos.

Los perros del infierno se adelantaban de vez en cuando y desaparecían al rozar una flecha, pero uno de ellos atrapó a un campista de Apolo y se lo llevó a rastas. Preferí no saber qué pasó después.

— ¡Allí! — gritó Annabeth desde su pegaso.

En efecto, en mitad de la legión invasora iba el Viejo Cabezón; el Minotauro en persona.
Parecía más alto que la última vez. Llevaba a la espalda un hacha de doble filo. Pero era demasiado impaciente para usarla.

— ¡Baja en picado! — le grité a Blackjack.

Debíamos estar a treinta metros de altura, pero la limusina venía hacia nosotros como un boomerang de dos toneladas.

— Atacad por la espalda. — escuché ordenar a Skylar.

Las hechiceras cayeron en picado y comenzaron a apuñalar a las hordas de dracaenae. Las mujeres-serpiente a penas tenían tiempo de reacción y sucumbían al ataque de nuestras aliadas.

— Déjanos tras las líneas de Apolo. — le ordené a Blackjack — Y ponte a cubierto.

Descendió a toda velocidad y fue a posarse tras un autobús escolar.
Michael Yew se nos acercó a la carrera. Era el líder más canijo; tenía el brazo vendado y la cara de hurón tiznada. A penas le quedaban flechas en el carcaj, pero sonreía como si se lo estuviera pasando en grande.

— ¿Y los demás refuerzos?

— Por ahora somos nosotros los refuerzos.

— Entonces estamos apañados.

Las hechiceras aterrizaron a nuestro lado mientras Skylar y Elliot se mantenían justo sobre el autobús.
El hijo de Apolo disparó una flecha. La saeta desató una explosión que sonó como una guitarra eléctrica e hizo volar los coches cercanos. Los monstruos dejaron sus armas y se taparon los oídos.
Entonces Skylar hizo lo suyo. Los vehículos cercanos a los monstruos enemigos comenzaron a estallar uno tras otro, las armas que quedaban sin dueño se volvían contra los perros del infiernos y las flechas del suelo se clavaron en nuevos objetivos en un parpadeo. El puente comenzó a albergar explosiones doradas que parecían fuegos artificiales.

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐎𝐋𝐘𝐌𝐏𝐈𝐀𝐍 || PJO 🔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora