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De la misma forma en que nuestra piel es el límite que protege al cuerpo de factores externos, en es misma medida nuestros límites personales nos protegen de agresiones externas, porque representan fronteras personales infranqueables. Por eso cuando alguien los violenta nos sentimos vulnerables y nos vemos envueltos en situaciones de mucho malestar. Sobrepasar estas barreras puede deberse a un abuso de confianza o a una falta de respeto, pero también puede ocurrir que quien las traspasa no es consciente de que lo está haciendo.

Nuestro bienestar emocional depende en gran medida del respeto y la importancia que le otorgamos a nuestros propios límites personales. Por supuesto, para darles la prioridad que se merecen es necesario que primero conozcamos esos límites, cuáles son, qué tan flexibles podemos ser con ellos y hasta qué punto debemos defenderlos. Recuerda que los límites ponen orden en nuestra vida y en la de quienes nos rodean, y son factores muy influyentes en nuestra autoestima.

Cada uno de nosotros tiene sistemas de valores, creencias y pensamientos que nos diferencian de los demás: cada quien tiene una forma de ser única. Por tanto los límites personales también varían, ya que son una consecuencia directa del conjunto de todas estas características. Por ejemplo, puede ser que a algunas personas les incomode mucho que sus compañeros le pongan un apodo; sin embargo a otras personas esto les divierte, y no solo eso, sino que a su vez se aplican para rápidamente pensar en un apodo que ponerle a sus compañeros. Así podemos ver que en el segundo caso no se produce una transgresión de los límites personales, mientras que en el primero de los casos sí se produce.

Es evidente que existen situaciones que constituyen una violación de los límites de cualquier persona: violencia física o violencia verbal, humillaciones, abusos de autoridad o abusos de confianza, invasión de la intimidad, etc. Todas estas son situaciones que no debemos permitir en ningún caso. Todo esto es inaceptable, y en muchas ocasiones puede llegar a ser denunciable y penado por la ley.

Los límites sanos son aquellos que establecemos cuando nos conocemos a nosotros mismos, cuando nos escuchamos y observamos. Por eso para poder establecerlos para el resto del mundo, debemos tenerlos muy claros. Es decir, que uno de los secretos para establecer estos límites saludables es el de aprender a observarnos. Si tomamos consciencia de esos momentos o situaciones que nos hacen sentir mal, que nos hieren y nos lastiman, entonces allí tenemos información muy valiosa para determinar donde están nuestros límites personales.


Mejora tus relaciones con los demás: pon límites saludables

Una vez que te observes, podrás darte cuenta con relativa facilidad dónde están ubicados tus límites exactamente. es el momento de empezar a hacer cambios. Quiero aclararte que los procesos de cambio no son instantáneos, que son eso: procesos. Toma tiempo que las personas que se han habituado a traspasar esos límites como algo natural desaprendan esa conducta, y que reaprendan una conducta nueva, una nueva forma de tratarnos. Toma tiempo además que nosotros mismos nos habituemos a disfrutar de nuestros nuevos límites, aceptarlos a tal punto que aprendamos cómo hacer que los demás los respeten.

Puedes empezar por imaginar cómo te sentirás cuando ese compañero de trabajo ya no vuelva a llamarte así. Toma unos minutos para visualizar la nueva situación, imagínala con el mayor detalle, y lo más importante: siente esas sensaciones de alivio y de bienestar que tendrás si empiezas a poner el límite en su lugar. Este ejercicio es fundamental para hacerte sentir la fuerza y la motivación que necesitas para afrontar los cambios que te dispones a enfrentar. Haz esto a diario para que no pierdas por el camino ni el enfoque ni la motivación.



Amor PropioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora