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Era bien temprano cuando las primeras luces del alba comenzaron a dejarse ver sobre las colinas de la Comarca, haciendo a los pájaros iniciar su alegres cantos. Y fue uno de estos seres, que cantó justo al lado del ventanuco del salón, que sacó a Alynydae de su letargo.
La muchacha abrió los ojos y miró a su alrededor, viendo como la estancia, si bien aún oscura, comenzaba a clarear. Los enanos aún dormían, y del hobbit no había rastro, por lo que supuso que se habría quedado en su propia alcoba. Sin embargo, tampoco había señales del mago, por lo que la elfa se levantó, dejando con cuidado las cabezas de Fili y Kili sobre un cojín, y salió al bonito jardín.
Como esperaba, se encontró a Gandalf sentado en un banco de madera demasiado bajo para él, fumando incansablemente de su larga pipa. Se sentó a su lado en silencio, y aceptó gustosa la taza de leche con miel que él le tendía.
—No dejes que se enfríe— le dijo, a modo de saludo, aún sin mirarla.
—No era mi intención— aseguró, llevándosela a los labios y dando el primer sorbo, templando sus manos con la porcelana aún caliente. Cerró los ojos, disfrutando del dulce regusto que la bebida dejaba en su boca. Luego volvió a abrirlos y observó, tranquila, el bonito amanecer por encima de la colina mientras continuaba con su alimentación, con la silenciosa y familiar compañía de Gandalf. Reposaron allí por un tiempo lo suficientemente amplio como para ver el Sol ya por completo iluminando la Comarca, en silencio, hasta que el mago decidió quebrarlo con una voz baja, casi un susurro.
—¿Preparada para esta gran aventura?— le preguntó, con la mirada aún al frente.
—¿Cuándo he dicho yo que no a una aventura o encomienda tuya, viejo amigo?— respondió con un deje de diversión en su voz, también baja y tranquila.
—Nunca, he de admitir— asintió—. Pero esta puede ser más personal para ti.
—Lo se, por eso necesito estar presente— respondió—. Quiero ver que mi sacrificio tuvo su recompensa, que mis amigos recuperen su hogar.
—¿Y no ansías tu recuperar el tuyo?— el istar la miró por vez primera, con los ojos llenos de lástima—. ¿Volver a ver a alguien, al menos?
—Claro que lo hago— admitió con una triste sonrisa pintada en sus labios—. Mas no puedo, no aún— hizo una pausa después de su declaración, y añadió—. ¿Tienes noticias de él?
—Algunas, que nos llevarán a una conversación para la que ahora carecemos de tiempo— contestó, poniéndose en pie—. La hora de partir ha llegado, mi querida elfa. Una aventura nos espera.
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Ar era un caballo de pelaje dorado, reflujente bajo el Sol que le daba nombre, fuerte y rápido como todos los caballos de Rohan, y en extremo leal a su compañera. Alynydae lo había recibido como un regalo hacía no mucho, cuando marchó al fin de la casa de Edeomund y Brena, unos dos años atrás.
En uno de sus múltiples viajes hacia las Tierras ásperas, la elfa decidió atravesar una parte de Rohan en su camino, algo cansada del viaje sola desde las Ered Luin, buscando algo de compañía momentánea. De aquel modo, en uno de los pueblos de la periferia se encontró con Brena, una mujer trabajadora y afable, de piel curtida por el Sol y el trabajo, y de ropas ajadas por los años, que le pidió ayuda para colgar la ropa en su tendal.

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Who Is Alynydae? [Legolas]
Fanfiction•a Middle Earth FanFiction• La furia de un dragón dejó un pueblo desamparado, pero fue el temor de un rey lo que rompió importantes lazos. La historia tras el nombre comienza y así, la pregunta se extendió hasta la mismísima Puerta Negra. ¿Quién es...