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Hamfast Gamyi, un hobbit de la Comarca, se había quedado en blanco mirando por el ventanuco del comedor de su casa, como muchas veces le pasaba mientras cenaba. Usualmente no veía nada fuera de lo normal, pues a esas horas todos los hobbits respetables no salían de sus agujeros, mas aquella vez fue diferente. Avistó, aunque tan solo por unos segundos, una figura encapuchada pasando frente a la casa.

Era grande en altura, mas parecía delgada y apurada. No produjo el más mínimo sonido y, para cuando Hamfast se quiso dar cuenta y parpadeó, ya había desaparecido. El hobbit, pensando que habría sido cosa suya (pues quien iba a haber ahí fuera a tales horas), lo dejó pasar y siguió cenando tranquilamente sin saber que había visto a alguien que tendría un papel fundamental en el destino de la Tierra Media.

Mientras, la figura se había desplazado en silencio hasta un agujero hobbit algo más alejado, en el que debía haber una runa tallada en la madera de la puerta. Finalmente dio con él, la marca de un brillante azul sobre la puerta circular y verde, con un bonito jardín ornamentado y cuidadosamente vallado y señalizado como "Bolsón Cerrado".

Sin dejar mucho tiempo pasar, y oyendo ruidos en el interior de la adorable morada, se adelantó hasta la puerta y golpeó tres veces con los nudillos. El ruido cesó por unos instantes, y luego unos pasos se acercaron hasta la entrada, acompañados de una vocecita algo aguda y claramente cabreada que decía:

—¡No más enanos! ¡No hay más espacio! ¡Fuera todo el mundo!

Sin embargo, al abrir la puerta y mirar afuera, el anfitrión dejó los gritos. La figura encapuchada había dejado de estarlo, y mostraba su rostro inexpresivo y bello. La piel pálida y tersa, los fríos rasgos, los cabellos blancos y las puntiagudas orejas no pudieron más que sorprender al hobbit, que boqueó como un pez fuera del agua, abrumado por su belleza.

—¿Señorita?— consiguió articular al fin—. ¿Os habéis perdido?

—¿Perdido?— repitió ella, ladeando levemente la cabeza, confusa. ¿Sería que Gandalf no contaba con su presencia y no había avisado al mediano de su llegada? ¿O que simplemente, Gandalf no habría avisado de nada?—. Permítame ponerlo en duda, mi señor, pero creo hallarme en el lugar correcto ahora.

El hobbit pensó, por un segundo, que el sonido de su voz era lo más hermoso que habían captado alguna vez sus oídos. Luego recordó al grupo de enanos en su salón y creyó que estaba teniendo un extraño sueño.

—Mi nombre es Alynydae— se presentó finalmente. Ni dos segundos trascurrieron desde que pronunció su nombre hasta que los ruidosos pasos de un enano de largos cabellos chocolates llegaron hasta la entrada y apartaron al anfitrión de un empujón. El enano causante del estruendo no perdió tiempo y se lanzó directo a abrazarla, estrellándose contra su pecho y haciéndola trastabillar por un instante.

—¡Kili! Por Eru, ¡Compórtate!— amonestó sin real intención mientras correspondía al entusiasta abrazo. Luego, viendo por detrás a otro enano rubio y sonriente, añadió—. Grata es la hora de nuestro encuentro, Fili.

—Te extrañamos mucho, Alynydae— admitió él, haciendo apartar al moreno y abrazando él a la elfa con más cuidado. Ella le dió unas caricias a su cabello y lo hizo apartarse, entrando finalmente a la casita y cerrando la puerta tras ella. El hobbit, que aún estaba de pie y sin palabras, no pudo hacer más que verlos pasar hasta el corredor en el que ya había una gran mesa de madera. Los enanos seguían sacando sillas y demás útiles para preparar una cena.

Who Is Alynydae? [Legolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora