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Habían transcurrido varios días desde la noche en la que se habló de la toma de Moria, y se había vuelto una pequeña costumbre el juntarse todos por la noche y antes de dormir, relatar alguna otra historia.

De todos ellos, quién más cosas había visto y más historias tenía para contar era Gandalf, pero el istar no parecía muy por la labor de compartir sus vivencias, ya que se sentaba, algo alejado de ellos, a fumar su pipa y escuchar, sin emitir una sola palabra. Parecía pensativo y preocupado.

Después de él, sin embargo, quién más mundo había visto era Alynydae, y ella si disfrutaba de compartir sus aventuras con sus amigos enanos y Bilbo, que se estaba incluyendo cada vez más en el pequeño grupo.

Todos aguardaban con ansias, algunos más que otros, la llegada de la noche para escuchar la nueva aventura de la elfa, y durante el día la acribillaban a preguntas sobre el relato a escoger. Ella simplemente sonreía y seguía su camino, dejándolos especular, como estaba haciendo en aquel preciso momento, al final de la marcha junto a los sobrinos de Thorin.

Sin embargo, cuando se percataron de que Thorin y Gandalf parecían discrepar, parados al borde de una casita calcinada, cesaron sus conversaciones. Alynydae se acercó a los dos, curiosa.

—¿Qué sucede?— inquirió. Fue ignorada por ambos, que discutían sobre las reales intenciones de los elfos, lo cual la elfa prefirió dejar pasar sin ánimo de entrar en su recurrente discusión con el rey enano. Aún así, cuando Thorin empezó a dar ordenes a su compañía con intención de pasar la noche en aquel lugar y Gandalf se marchó refunfuñando, ella le dedicó una mala mirada al enano. Siempre tan obstinado.

—¿Todo bien, señor Gandalf?— cuestionó Bilbo, viéndolo salir de la ruinosa cabaña y marchar entre la compañía—. Gandalf, ¿A dónde vas?

—¡A buscar la compañía del único ser con sentido común de aquí!— respondió este, sin girarse siquiera.

—¿Y quién es?

—¡Yo mismo! He tenido suficiente de enanos por un día— refunfuñó, y siguió alejándose. Instantes después frenó, y volvió a hablar—. Alynydae, tenemos una conversación pendiente. ¿Me acompañas, por favor?

Las cabezas de los enanos giraron en su dirección todas al mismo tiempo. Bajo su atenta mirada, la elfa hizo su camino ágilmente hasta colocarse a un lado del istar, y sin mediar palabra avanzaron juntos entre los árboles de la linde boscosa hasta que las voces de los enanos no fueron audibles para la fémina.

Siguieron caminando por un largo tiempo, y ya caída la noche se detuvieron en un claro. Gandalf se tumbó sobre la hierba, y pronto Alynydae lo acompañó, fijando la mirada en las estrellas que iluminaban el cielo nocturno. No había Luna esa noche.

—Era una conversación lo que necesitabas, ¿O simplemente buscabas el silencio acompañado?— preguntó después de un rato la peliblanca.

—Un poco de ambas, quizás. Pero ya te dije que tenía noticias que compartirte, y no he de retrasar más la hora de dartelas— admitió. Alynydae dejó escapar un tembloroso suspiro antes de mirarlo—. Asumo que ya sabes de dónde vienen.

—Haces bien. ¿Qué nuevas traes, amigo mío?

—¿Recuerdas el flet al que solías ir cuando no te encontrabas cómoda en el palacio?— empezó el mago, tratando de buscar la mejor manera de hacerle llegar a su amiga las nuevas sin hacerla sufrir demasiado.

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⏰ Última actualización: May 31 ⏰

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