Knockin' on Heavens Door.
¿Pero qué mierda me está ocurriendo?
Había fracasado para pasar desapercibida en las redes, le había fallado al gran maestro Anonymous.
Me fue mal, a mí siempre me va mal.
Estuve tres días dándole vueltas a aquel mensaje que me había mandado Adam, pegué un grito después de volver a mi habitación manteniendo las esperanzas de que había sido una ilusión por parte de mi imaginación, pero fue real, a tal punto que el chico también comenzó a seguirme.
—¿A poco te estás escondiendo de tu amor platónico? —comentó Jamie. Alcé la cabeza despegando la vista del libro, fruncí el ceño y miré a ambos lados —Nat, por un segundo creí que esto no iba a suceder.
Su emoción era evidente. Prácticamente estaba a punto de lanzar pétalos de rosas a mi alrededor cuando le confesé que estaba empezando a sentir atracción por alguien. Jamie hizo fiesta, yo estuve a punto de pedirle a la tierra que me tragara y me escupiera en las playas de Cancún.
—¿Qué te pasa? Tengo corazón, tonta. —Dejé el libro sobre mi regazo para removerme del sillón.
Nos encontrábamos en la biblioteca de la universidad tratando de estudiar, sin embargo, mis planes se fueron al caño cuando mi mejor amiga me pidió que le contara el chisme completo. Mi cuerpo estaba envuelto en cosquillas y escalofríos cuando pronunciaba su nombre, tenía ganas de darme un martillazo en la cabeza y he de confesar que, por alguna razón, me emocionaba estar... ¿atraída por alguien?
Ese sentimiento no lo tenía ni por Obama o el mismo Fabián, que también hizo fiesta al respecto.
Es por eso que le había asignado un nombre clave a esa persona con tal de no meter la pata. Lo llamé: Pimpollo.
¡Eh! ¡No culpes a mi creatividad! Era ingenioso si lo repetías más de 10 veces dentro de tu cabeza.
Pimpollo.
Pimpollo.
Pimpollo.
¡Bueno ya, Natalia!
Mis tripas me chillaron al instante suplicando por comida, mi amiga soltó una risita. No tuve remedio que levantar mi trasero, cogí mi mochila con toda y mis chácharas.
—Iré a la máquina expendedora, ¿quieres algo?
—Un pimpollo, por favor —bajé los hombros tratando de no perder la cordura.
Así era Jamie, así eran las amigas. Su pasatiempo favorito se había vuelto joderme con canciones cursis de romance, puag.
—Eres... —solté el aire de mis pulmones —mejor no te doy más cuerda. Nos vemos en un rato.
—Alratín, Pimpollita.
Le susurré un: Que te den, antes de poder dejar atrás la mesa para cruzar el pasillo repleto de estantes. Al salir, el aire caliente chocó contra mi cuerpo, tuve que retirarme de inmediato la chamarra que llevaba puesta, ya que dentro estaba encendido el aire acondicionado. Me lo amarré alrededor de la cintura, bajé las escaleras de dos en dos tarareando una canción.
Al momento de querer doblar la esquina donde se encontraba la máquina, mi cuerpo estuvo a punto de impactar contra una masa con patas, mis reflejos ninjas no me fallaron esa vez y pude frenar antes del caos.
Santos bacalaos.
¿Acaso el altísimo quería convertirme en unicornio otra vez?
Logré levantar la mirada al sujetarme de la pared con tal de que no perder el equilibrio, pude disimular al momento en que mis ojos se abrieron de la sorpresa y es que tenía frente a mí al dichoso que causaba que mi cerebro se desconectara de mi lengua. El corazón me latió desbocado.
Joder, una tratando de evitarlo y el destino queriéndolo que lo tuviera a escasos centímetros de mi rostro.
El chico que igual estaba asombrado que yo, dio un paso hacia atrás. Mi vista se centró en el estuche de guitarra y luego en su pecho donde su camiseta resaltaba el nombre de mi banda favorita.
—Hola, Nat —saludó con ánimo y obligué a mis ojos que buscaran los suyos. Su sonrisa blanca deslumbró —por poco y chocamos.
Creo que me hubiera deseado tal madrazo.
¡Y caer de nuevo inconsciente!
—¡Hola Pi... Adam! ¿Qué tal?
Por poco y la cagaba. Sí, Adam era Pimpollo. Shhh.
Mi sonrisa vaciló. Controlé el tembleque de mis labios. Adam se rascó la parte baja de la nuca. Quedé embelesada por el movimiento de sus labios.
—De maravilla. ¿A ti cómo te ha ido con el estudio?
Mis ojos se fueron hacia todas partes en busca de una salida. Alcé los pulgares en señal de que todo estaba de maravilla. ¿Qué más iba a preguntarle si apenas lo conocía? Claro, más allá de sus fotos e historias de Instagram.
Un balbuceo se me escapó y mis tripas volvieron a chillar. Carajos. ¿Dónde me encondía?
—Ah.. d-disculpa, tengo mucha hambre que hasta te comería —sus cejas se dispararon hacia arriba, una risa se le escapó de los labios —ósea, n-no es como que quisiera hacerlo o sí, te ves bueno... que digo bueno...
Qué bonito la cagas, Natalia.
》—¡Ey! —señalé su camiseta —que linda camiseta.
—¿Sí? Gracias.
Bajó la vista hacia su prenda.
—¿Es Guns and Roses o Gansos Rosas? —Solté una carcajada.
No pude quedarme a escuchar su respuesta, porque enseguida lo esquivé tratando de ocultar mi rostro con la mano. Ya había pasado demasiada vergüenza en unos segundos.
Escuché que me llamaran a mis espaldas, no me detuve. Yo solo quería una galleta, no admitir que quería comer a mi amor platónico.
Aunque, ¿quién no lo hubiera querido? Era lindísimo el condenado.
Iba a tocar las puertas del cielo antes de llegar a los 30 años.
Adam logró alcanzarme justo cuando llegué a la máquina. Soltó un soplido por caminar tan rápido, sentí de nuevo un cosquilleo.
—Uh, oye... el sábado la banda en la que estoy, estaremos realizando un tributo a la banda, por si te interesa ir —alcé la cabeza para mirarlo. Sus ojos achocolatados brillaron —¿Quisieras la dirección?
Mi corazón se aceleró.
—¡¿Hablas en serio?! —Pegué un salto de felicidad. Adam también dio un salto, pero del susto y carraspeé —eh, quise decir, ¿en serio? —apoyé una mano sobre la máquina y hablé con esa voz seductora o mi intento de.
El Pimpollo asintió un par de veces.
—Te la pasaré por Instagram, ¿te parece? Claro, si es que quisieras responderme, eh —inclinó su cuerpo mostrando sus dientes blancos.
—Lo haré —alcé un pulgar —tendré pegado los ojos en la pantalla esperándote.
¿QUÉ?
—Me encantaría ser así de entusiasta —declaró con diversión —tus buenas vibras son geniales, Nat.
Agárrenme que me desmayo.
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Cariño, no es Gansos Rosas.
RomantizmNatalia ha comenzado a experimentar sentimientos que le causan revoltijo en el estómago, ella no lo entiende, es alocada y atrevida por naturaleza, pero cuando se trata de socializar con el chico que le atrae, no sabe como iniciar una conversación...