La vida de Alicia incluía a Andrés de Fonollosa, desde que cumplió los 14 años y él tenía 16 aproximadamente. Un día su padre llegó con el chaval a casa, presentándolo como su ahijado y que en promesa a su madre recién fallecida se haría cargo de él hasta que tuviera edad suficiente. Entre los Sierra hubo una pequeña discusión, al parecer la mamá de Alicia no estaba al tanto de esas decisiones pero finalmente fue contentada y convencida por su esposo.
Durante los primeros meses Alicia y Andrés no se frecuentaban mucho, 1. Porque ella vivía de clase en clase, estaba inscrita a todo: Canto, baile, karate, sushi para principiantes, etc. y 2. Porque no tenían muchas cosas en común. Andrés, por otro lado, prefería llevar un estilo de vida más sedentario, veía mucha televisión, particularmente las películas y series sobre atracos, grandes estrategias militares y demás. Era un chico inteligente, pero no siempre era agradable verlo tirado en su cuarto viendo televisión sin dios ni ley. Aún así, los pocos momentos que compartían juntos eran divertidos para ambos.
Y no fue hasta los 15 años de Alicia, que las cosas empezaron a tomar otro tinte... Un día, mientras Alicia terminaba de ensayar una nueva secuencia que su profesora de ballet les había marcado, se dispuso a estirar sus músculos, primero giró su cabeza lentamente en círculos de izquierda a derecha, luego rotando sus brazos para adelante y para atrás. En determinado momento se paró derecha y bajó su torso hasta pegarlo a las rodillas, cuando sintió un ruido proveniente de la cocina... Andrés había tirado la botella de jugo por estarla mirando, lo cual hizo que Alicia soltara una carcajada y se pusiera colorada mientras lo veía limpiar por el espejo.
A Andrés le molestaba sentirse así por la muchacha, pero por más que lo intentaba no podía evitarlo, era más fuerte que él y la evidencia tangible de su falta de control era la erección que le crecía dentro del pantalón. Cada vez que la hija de su padrino lo miraba por más de tres segundos o le sonreía, un profundo nerviosismo se apoderaba de él, además de una gran urgencia por ir al baño y deshacerse de su problema inmediatamente.
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En el presente, Alicia esperaba impaciente en uno de los sillones de aquella oficina en la Fábrica de Moneda y Timbre, estaba amarrada e intentaba emplear una fuerza casi sobrehumana para poder liberarse pero no lo lograba. Gritó fastidiada.
Tokio hacia ronda por los pasillos cuando escuchó el grito y fue a ver qué pasaba, al abrir la puerta vió a la pelirroja batallando contra sus ataduras en vano, se burló ante la escena, luego miró a todos lados y al no ver a Berlín se acercó a Alicia cautelosa.
- Eh, calmada...- Dijo levantando las manos en son de paz. Alicia no dijo nada, sólo le observaba.- ¿Qué ha pasado con Berlín? ¿Ustedes ya se conocían o algo?-
Alicia una vez más quedó en silencio, la iban a coger de bate si empezaba a mostrarse comunicativa y social, pero ese fue un mal detalle para Tokio, quien pateó su silla molesta.
- ¿Qué, estás muda? RESPONDE COÑO- No había ninguna necesidad de ser tosca, pero el arma en sus manos la llenaba de valor y tiranía.
- ¿Por qué te importa?-
- Porque aquí no deberíamos tener preferidos, y sin embargo te trajeron aquí a suite presidencial-
- ¿Y es que me veo cómoda aquí, amarrada como un puto animal?-
- Pues te vi cómoda hace un rato comiéndole la boca al líder de este atraco- Alicia desvió la mirada.- Con que vas por ahí besando ladrones de la nada ¿eh, inspectora?-
- Joder que divertida esta conversación, y uno pensaría que ustedes las ratas anti sistemas son más interesantes-
Tokio resopló - ¿Cómo?- Sentía que la sangre le hervía y no demoró en comprender que aquella rehén no era como cualquier otra rehén. - Que seas poli aquí no te da garantías de nada, un poquito más de respeto hija de la gran puta- Le dijo con desprecio y apuntando su arma a la cabeza de Alicia.