iii, es solo un perro

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Pudo sentir una suave palma tocando su cabeza. Eso era el cielo. El paraíso. Gimió de nueva cuenta, el esfuerzo que invirtió en llegar a los brillantes zapatos realmente valió la pena. Se hubiera quejado luego de que la relajante sensación desapareció olvidándose de hacerlo al toparse su olfato con un aroma delicioso, no en el sentido de pareja. Sí en el sentido de comida.

Un enorme plato repleto de carne fue puesto justo frente a él y antes de que siquiera pudiese abrir los ojos sus colmillos ya se encargaban de devorarlo todo.

—De verdad tenías hambre —dijo una voz cariñosa, provenía de una hembra humana que no dejaba de mirarlo mientras comía. Aquello no le gustó. Su humano no debía estar tan cerca de otro humano, menos todavía si se trataba de una hembra. Gruñó. A pesar de que sus fuerzas aún no se recuperaban logró ponerse delante de su pareja. Sintió la forma en que él lo sujetaba del cuello. El que su Único la protegiera lo enojó aún más.

—Señora Hudson, salga. —En cuanto la mujer salió dirigió otro gruñido a la puerta, dándole un lametón a la mejilla de su humano volvió a la tarea de alimentarse—. ¿Cuál es tu problema? Si atacas a la señora Hudson te echaré. —Gruñendo el can siguió con su tarea. Aún no le agradaba la idea de que su pareja defendiera a otros—. Después de que te bañe empezaré a entrenarte.

¿Baño? ¿Debería saber lo que eso significaba? Si se trataba de comida él no tendría ningún problema con tener un buen par de esos baños.

Después de que devorara y dejara el plato brillante regresó de nuevo sobre los lustrosos zapatos. Su humano había ido a sentarse frente al fuego. La mano de largos dedos se pasaba de vez en vez sobre su cabeza, que aun sucia, no parecía ser algo que le impidiera acariciarlo. Lo aceptaría agradecido, no es que existiera la posibilidad de emitir quejas.

—Señor Holmes, el agua está lista. —La voz sonó del otro lado de la puerta. Luego de que le dedicara un ligero gruñido siguió a su pareja. Cruzaron una puerta y sus ojos verdes pudieron ver una cosa enorme que emanaba calor. Holmes, como estaba seguro ahora que se llamaba su Único, se quitó el saco y arremangó las mangas de su blanca camisa.

—Listo, la temperatura está bien. Hora del baño. —Su cola se movió extremadamente rápido, no sabía qué es lo que le esperaba, apenas le importó, de solo ver cómo ese par de brazos largos y delgados se estiraban hacia él con el objetivo de cargarlo le ponía sumamente feliz. Deseaba tanto que le abrazara. Concentrándose en lamer la blanca piel del afilado rostro no notó la forma en que lo hacía bajar lentamente.

Un recorrido placentero atravesó toda su columna cuando el agua caliente lo cubrió a la altura de su pecho. No podía esperar otra cosa del asunto hasta el momento en que advirtió las manos de su pareja recorrer su pelaje, frotándole con una especie de roca que desprendía un olor excesivamente aromático. Se sintió relajado, querido y sobre todo feliz, se perdió totalmente en sí mismo en el instante en que esas cálidas manos comenzaron a acariciarle justo detrás de las orejas.

Y simplemente no supo qué pasó después. ¿Por qué su pareja cayó al piso y mostraba ahora esa expresión tan aterradora?

—¿Holmes?

¡Maldición! ¿Así sonaba su voz de humano?

Valor y lealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora