Los meses que siguieron después de la elección del departamento estaban acompañados de buenos recuerdos juntos, ya que ambos ahora convivían como una pareja de casados, solo que sin el matrimonio.
Cada quien iba a su universidad, ambas cercanas a su hogar, y al regresar se organizaban para estudiar, cocinar y limpiar.
Así eran los días, sin embargo Tweek sabía que algo no encajaba.
— Sabes que te amo, te amo demasiado y no me molestaré, en serio, no importa que sea— Insistía Tweek con una voz suave y lenta acariciándole el cabello a su novio, como acostumbra a hacer cuando este tenia pesadillas.
— No me sucede nada, solo quédate conmigo— Contesto el ojiazul abrazando más fuerte a su novio, presionando su cabeza sobre el pecho de este.
Desde hace un tiempo Craig había vuelto a mostrar actitudes raras, cosas como desde aparentar que se quedaba hasta tarde en la biblioteca de la universidad, hasta decir nombres de personas que no conoce, el dice que son sus amigas, el dice también que se queda estudiando, pero el rubio fue a la universidad preguntando por Craig.
Craig nunca se quedaba a estudiar.
— Recuerdas cuando éramos niños y fui por primera vez a tu casa para dormir contigo?— Dijo el blondo haciendole mimos continuos al contrario— Tenías pesadillas, y yo me quedé a cuidarte— Hizo una breve pausa— Talvez no sepas esto, pero cuando dejaste de tener pesadillas una semana después, fui a tu casa a recoger mis libros o algo así.
Craig se hundió más en el pecho del más bajo, como intentado fusionarse con este.
— Me encontré a tu madre en la cocina— Sus manos siguieron con su labor de otorgar caricias a su novio— Me pregunto que si sabía que estabas escondiendo tus exámenes de química, y yo le dije que no— otra pausa— Ella me dijo que se lo dijiste el sábado, hace una semana.
Todo quedó en silencio, nada, no había ningún sonido.
— Craig, porque no dejas de decirme que me amas cada ves que te noto raro?— Tweek dejo de tocar al azabache.
Otro lapso de silencio se apoderó de la habitación, ambos amantes se mantenían juntos pero callados.
De pronto el rubio sintió como el más alto intentaba despegarse de su pecho, como con la intención de responderle.
Sin embargo el ojiverde no lo dejo, y lo devolvió a su lado, posando sus labios sobre la cabeza del azabache sin separarse.
— No hagas eso, no quiero verte— Dijo finalmente para dejar pequeños besos silenciosos y derramar algunas lágrimas.
— Te amo— Soltó el contrario despacio, casi inaudible, las lágrimas de este ya tenían rato.