》Prólogo《

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13 de julio 2007 - Bilbao, España.

Los rayos del sol veraniego golpeaban su rostro, dando un brillo peculiar a su pelo rojizo.
Hacía tan sólo diez días que había tomado la decisión de dejar su ciudad natal, su Buenos Aires querido, en busca de nuevas experiencias… y de volver a conectar con ella misma; de volver a encontrarse.
Una decisión inteligente, según su padre; una decisión insensata, según su madre. De igual modo, no le daba importancia a las opiniones ajenas. Nunca lo había hecho y esta no sería la excepción. 
Dio una pitada a su cigarrillo, con la mirada fija en las personas que paseaban por la Plaza Nueva antes de dar una última recorrida al Casco Viejo, intentando imaginar cómo serían sus vidas. Quizás así dejaría de sentirse miserable por un momento.
Al conocer el lugar en su segundo día, había quedado maravillada con su estilo neoclásico romano, además de su gastronomía, prometiendose a sí misma volver para fotografiar su arquitectura, su vista, su gente. Y así lo hizo. Ahora en su cámara tenía innumerables imágenes de aquella construcción del siglo XIX, que podría decirse parte del corazón de la ciudad que la albergó momentáneamente. 
Cerró sus ojos llenando sus pulmones con el humo de aquel cigarrillo que acababa de consumirse entre sus dedos, mientras la suave brisa despeinaba su flequillo. Todo se había vuelto tan efímero en su vida.
Abandonó Buenos Aires con la intención de olvidar, de dejar atrás el dolor de la traición, sólo que no advirtió que éste la acompañaría hasta que lograra sanar aquella herida que se avivaba con cada recuerdo.
Soltó un suspiro, intentando disipar aquellas dolorosas imágenes que se reproducían en su mente constantemente; aquellas imágenes que habían sido las culpables de que decidiera dejar su ciudad, su familia, su gente.
No lograba dejar de sentirse una completa imbécil por confiar en el hombre equivocado, por entregar su corazón en vano, pero estaba decidida a no volver a cometer el mismo error.
Bilbao era sólo el comienzo de su nuevo ciclo, donde estaba decidida a jugarse por una sola persona: ella misma. Había llegado a la conclusión de que era un universo infinito de posibilidades, de sueños y que nadie merecía el poder de apagarla.
Debía abrir sus alas y volar hacia un nuevo destino, con la esperanza de poder encontrar aquella energía que tanto necesitaba para volver a ser la vieja Marizza. La divertida, la despreocupada, la que se llevaba el mundo por delante y no necesitaba de nadie para ser feliz.

13 de julio 2007 - Rio de Janeiro, Brasil

A pesar de ser invierno, la temperatura superaba los 25° y desde su balcón podía divisar a un gran número de personas disfrutar del clima tropical en las playas de Copacabana.
Hacia apenas unas horas había arribado a la ciudad carioca, escapando de su familia y buscando algo de diversión con sus amigos.
Su mirada viajó hacia su teléfono celular, que descansaba sobre la cama de aquella sofisticada habitación de hotel; había optado por mantenerlo apagado desde el momento en que se reunió con Tomás y Guido en el aeropuerto internacional de Ezeiza, para así evitar la inminente ira de su padre ante su ausencia en la fiesta aniversario de su estudio de abogados, aunque conociendolo no tardaría en descubrir su ubicación. 
Se adentró en la habitación, tomando una bebida del frigobar y dejándose caer en la confortable cama. Prácticamente ya no recordaba lo que era poder viajar por placer, sin tener que estar a la sombra de su padre y cuidando los modos por el buen nombre de su familia; aunque no lo pareciera, era realmente agotador e incluso a veces angustiante. Al menos contaba con la fortuna de que su padre había aceptado su decisión de querer dedicarse al mundo audiovisual, o al menos eso le hizo creer antes de su última discusión. 

- No sabes las minas que hay en el gimnasio del hotel.- exclamó Guido con fascinación entrando a la habitación junto con Tomás.
- Están tremendas, Pablo. No sabes lo que te perdiste.- dijo Tomás apoyando las palabras de su amigo mientras se dirigía a la ducha.
Pablo simplemente hizo una mueca a modo de respuesta, dando un sorbo a su bebida.
-Necesitas renovar esas energías, Pablito.- animó Guido sentándose junto a él.- un poco de fiesta, minitas… olvidate de Paula y de tu viejo.

𝑬𝒍 𝑯𝒊𝒍𝒐 𝑹𝒐𝒋𝒐 {𝑷𝒂𝒃𝒍𝒊𝒛𝒛𝒂}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora