Islandia

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Cuando llegué por fin a Islandia, entré en la ciudad muy fácilmente. Mientras que caminaba por la ciudad miré que la gente me miraba alucinada aunque llevaba la capucha y las gafas de sol para que nadie me reconociera. Pero, igualmente la gente me miraba alucinada, yo me miré por si tenía algo raro en la ropa, pero yo no vi nada fuera de lo común. Llevaba mi camiseta de manga corta, mi capa con capucha, y mis mayas. Vamos, ropa de verano, aunque ya era Octubre, pero, la verdad, yo no tenía frío. La gente me miraba como si estuviera loca.
Me acerqué a una tienda de ropa y cogí ropa y luego marché (claro, era invisible y nadie me veía y además, gracias a Mario, sabía quitarle a la ropa las alarmas).
Yo salí de aquella tienda de ropa y decidí hacer un tour por toda Islandia, mientras que buscaba a la niña.

Pasaron meses y ya, más o menos, sabía algo sobre Islandia. Pero, no encontré a la niña esa. Nada, mi búsqueda había sido para nada. Tantos días fuera de mi casa, intentando sobrevivir a todo lo más peligroso. Pero, mis esfuerzos han sido en vano. Me senté en el suelo, ya que me había dado una depresión inmensa. Empecé a llorar por lo que había dejado. Todo por culpa de estos horribles poderes.
De repente, niño de más o menos 3 años, pasó delante mía y me miró.

NIÑO:– ¿Por qué lloras? ¿Por qué no te vas con tu mamá?–

Ese niño era pura dulzura, era muy mono y además se preocupó por mí.

YO:– No me pasa nada y no voy con mi mamá porque no tengo.–

El niño se asombró y se fue corriendo.
Yo me levanté y decidí ir más allá de donde estaba.
Me paré en un puerto y decidí salir de Islandia, ya me había cansado de estar en este lugar.

Me fui a un supermercado a conseguir comida y me fui de allí.

La aprendiz del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora