BLAIR © 0.5 [✓] DISPONIBLE EN AMAZON

03: Palabras indebidas

{Capítulo 3}

Comenzaba a cuestionarme por qué todos los hombres en este pueblo se creen superiores a los demás. No sabría decir si soy yo la que está mal, pero realmente prefiero a un chico solitario, introvertido y misterioso a un patán que se piense que puede tener cuanta mujer quiera arrodillada y chupándole la polla por un solo pestañear de ojos. Liam Gilbert me había dado a entender que es de esta clase de hombres, así que lo mejor para mí, sería alejarme de él.

Aun con su respiración rozando la punta de mi nariz, veo como curva sus labios en una sonrisa que no sabría cómo describir. Parece estar satisfecho de verme y eso lo demuestra cuando sus ojos se dirigen a Nerea, ella le sonríe un poco tímida y luego, toda su atención vuelve a hacia mí. Lexy, sin embargo, había cambiado un poco su actitud y dándome una mirada despectiva, caminó hasta Liam, lo agarró del brazo y antes de que pudiera decir o hacer algo, se lo llevó por un estrecho y oscuro pasillo.  

—Lo siento por esa extraña bienvenida. — murmuró Nerea bloqueando con su cuerpo el camino por donde se habían ido los peliblancos, haciendo que me concentrara solamente en ella. — Pero no te quedes ahí mujer, ven y siéntate conmigo. Todavía tenemos unos minutos hasta que llegue mi novio, así que te hablaré un poco sobre el club.

Asentí y caminé tras de ella hasta que la vi sentarse en unos cojines negros que estaban en el suelo haciendo un círculo. Imité su acción y estuvimos unos segundos en silencio en los que solo la veía sonreír. Aproveché la calma que había y divagué desde mi posición por la habitación. Parece ser solo una mansión abandonada, las paredes tienen varias humedades y en algunas de ellas hay colgados algunos cuadros, de al parecer una familia. Son cuatro niños que se encuentran sentados en el césped, parecen felices, detrás de ellos hay un hombre sosteniendo la mano de una mujer.

—Eran los antiguos dueños de esta casa, no sabemos mucho de ellos, simplemente desaparecieron hace años y nunca más volvieron. — dijo Nerea captando toda mi atención. — La casa lleva abandonada más de veinte años, si todavía se mantiene en pie es porque nosotros nos hemos encargado de reparar algunas imperfecciones. —asentí en respuesta y seguí mirando el lugar, dándome cuenta que tenía razón, los pocos muebles que logro ver parecen ser bastante nuevos. —Solo hemos habitado algunas habitaciones, entre ellas la cocina, la sala, el baño y uno de los cuartos del segundo piso.

Entonces comprendí por qué todo estaba tan tétrico y oscuro, solo me preguntaba con qué motivo habían hecho todo esto. No creo que una reunión de amigos sea tan importante como para comprar lo necesario para sostener una casa prácticamente en quiebra. Como sea, eso no tenía que importarme mucho. Dejé de mirar el pasillo por el que vi perderse a los peliblancos y volví mi vista a Nerea, que parecía ansiosa por seguir hablando.

—Normalmente leemos algunas páginas del libro que elegimos mensualmente y luego debatimos nuestras opiniones, experiencias y cualquier cosa que se nos ocurra. — ella llevó su mano debajo del sofá que tiene  a sus espaldas y sacó un libro que yo conocía muy bien. — ¿Conoces Boulevard?

—Un gran libro, lo leí hace un par de años, lloré como no tienes idea por ese drogadicto enamorado. —musité alcanzando ese ejemplar, al ojearlo me dejé embriagar por el olor de las hojas. Siempre me había gustado ese aroma cuando un libro es nuevo.

—Muy bien, — pronunció Nerea arrebatándome el libro. — Solo no menciones que lo leíste, los demás no lo han hecho y no quiero que se lleven un gran spoiler del final. —asentí sonriente, normalmente cuando alguien me pregunta por un libro con final feliz le recomiendo ese. —Luego de la lectura haremos nuestra pequeña fiesta como es costumbre. Paul y Adrien siempre se encargan de traer las bebidas y preparar algunos aperitivos, ahora deben estar trayendo un poco de leña para la chimenea. Las chicas están arriba preparando la habitación por si nos salimos un poco de control. —Nerea sostuvo mis manos y me miró seriamente, como si me fuera a confesar su mayor secreto. —Nadie sabe lo que hacemos aquí Blair, y nadie puede enterarse o nuestros padres tendrían la peor deshonra que pudieron pensar alguna vez.