Epílogo

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Oprah:

Ya habían pasado unos meses desde que vinimos a vivir a Estados Unidos. Teníamos una granja a un kilómetro de un pequeño pueblo. Calum y Ágata no se habían casado realmente, pues habían descubierto que falsificar papeles de nacimiento era algo sumamente difícil. Como Cole y yo no queríamos verlos desanimados, decidimos que yo sería el cura. Aquella tarde fue la mejor de nuestras vidas, siendo solo cuatro personas pero sintiendo que era suficiente.

Mi amigo y yo habíamos comenzado a ir a la escuela del pueblo. Nos tomó un pequeño tiempo seguirle el ritmo a las clases, pero con ayuda de el profesor lo logramos.

─... incluso dicen que nosotros estamos formados por átomos─ explicaba Connor, uno de nuestros compañeros que al parecer le gustaba mucho a Cole.

Era pelinegro y sus ojos oscuros brillaban cada vez que miraba al rubio. Yo me limitaba a verlos en silencio, con una enorme sonrisa en la cara. Ambos se veían felices juntos, aunque fueran solo amigos. A veces se juntaban el la tarde y salían a caminar por el campo, y otras pocas veces me invitaban a mi a hacer algo. No podía decir que no me sentía celosa porque sería mentira, pero la alegría por mi amigo opacaba a los celos. Él era feliz, yo era feliz.

─¿O sea que si me muerdo el dedo, muerdo átomos?─ preguntó Cole, como si no supiera esas cosas.

Es decir, era una pregunta obvia, y la hacía solo para oírlo hablar.

─Pues si─ respondió Connor cerrando un ojo porque le molestaba el sol─, es fácil. Oprah, ¿sabes algo de Ava?

Oh, Ava Miller. Una chica castaña de lindos ojos miel que de vez en cuando venía a casa para pasar el rato conmigo. Éramos grandes amigas, pero debía admitir que estaba enamorada. Ella no era como la mayoría de las chicas del pueblo, pues le gustaba mucho desafiar a sus padres y a veces era demasiado impulsiva. Era un poco agresiva, por eso la molestaban ya que decían que se parecía a un chico. Le encantaba andar con el cabello corto, se lo cortaba a escondidas de su padre. De hecho, cuando estaba en su casa usaba una peluca que la había comprado con mi ayuda.

─Creo que está cumpliendo su castigo en la escuela. Dibujó en los libros del profesor─ contesté con la vista en mis partituras.

─Espero que sea su última broma o sus padres la enviarán a un colegio de señoritas en Francia─ dijo el pelinegro con seriedad─, y dudo que le guste usar vestidos voluptuosos con peinados extravagantes, teniendo que mantener la postura y hablar un francés perfecto y fluido.

─Incluso yo agarraría el arma de Calum para volarme el cerebro─habló Cole.

─No lo harías─ Connor lo miró con los ojos entrecerrados.

─Claro que sí.

─Yo no lo permitiría... nosotros no lo permitiríamos.

─Bueno...─ comencé a decir con una sonrisa divertida.

─Cállate─ interrumpieron al unísono.

Alcé ambas manos en señal de inocencia. Me levanté lentamente, sujetando las partituras, y entré a la casa. No era una gran mansión como la que tenía en Avonlea, era algo chica pero bastante acogedora, y emanaba un calor familiar. Casi todas las casas en esta zona eran así, algunas un poco más grandes, pero el estilo se conservaba. Paredes color blanco revestidas con madera, puertas negras, beige o verdes. Eran algo parecidas a la de los Cutberth.

─¡Oprah!─ oí que gritaron mi nombre.

Me acerqué a la ventana del salón, que daba al frente. A unos metros podía ver el corto cabello de Ava moviéndose bajo el sol. La chica levantaba su vestido con una mano mientras que con la otra sujetaba sus libros. Abrió la puerta con brusquedad y la cerró nuevamente, apoyándose en esta para respirar bien. Sus mejillas estaban levemente tintadas de rosa, sus ojos miel recorrían toda la casa y su pecho subía y bajaba rápidamente.

─¿Qué sucedió?─ pregunté con una ceja alzada.

─Nada, solo hice caer a un chico de las escaleras mientras salía de la escuela. Me fui corriendo antes de que lo notaran─ soltó una risa y suspiró con cansancio, luego secó el sudor se su frente con el antebrazo.

─¿De verdad te pueden mandar a Francia?─ pregunté mientras caminábamos hacia la cocina.

─Oh si, pero no te preocupes─ me regaló una sonrisa al mismo tiempo que le pasaba un vaso de agua─, mi madre no lo va a permitir. Ella era igual que yo de chica, la enviaron a aquel lugar y le fue tan mal que se escapó. Soy mitad inglesa porque se tomó un barco hacia aquí, donde comenzó la escuela y se enamoró de mi padre.

No hice más que asentir con comprensión antes de invitarla a pasar a mi habitación. Ella aceptó casi al instante, siguiéndome en silencio. Dejé mis partituras al lado de mi cama, luego me senté en el banco de mi piano. Ella se acostó con la vista puesta en los dibujos que había pegado en el techo. Ava siempre dijo que tenía un estilo bastante único y moderno, algo diferente al que Cole tuvo una vez. Yo no utilizaba métodos, hacía como me salía y ya.

─Oye, ¿puedo decirte un secreto sin miedo a que le digas a mi padre y me encierre de por vida en el ático?─ preguntó ella, mirándome de una manera que nunca entendí de ella.

─Siendo sincera, a esta altura de la mía nada es extraño, así que puedes hablar─ le dije con tranquilidad.

Un gran silencio se armó entre nosotras. Ava parecía estudiar mis facciones mientras pensaba en lo que quería decir, y eso me ponía nerviosa.

─Me gustas─ admitió, borrando cada rastro de una sonrisa.

─Oh, y tu a mi. Ya hemos hablado de eso...

─No─ interrumpió─, me gustas.

Me tiré hacia atrás, olvidado que estaba sentada en un banco, y me caí golpeando mi cabeza contra el piano. Ella prácticamente saltó de mi cama y corrió a ayudarme. Tomé su mano con fuerza para levantarme.

─¿Estás bien?─ preguntó preocupada.

─Un poco sorprendida─ contesté tocando mi nuca─. ¿Te gusto en qué sentido? ¿como amigas o...?

─Oprah, no es tan difícil, por Dios─ bufó con cansancio─. Te amo, ¿bien? No como amigas, como más que eso, y no digas hermanas porque te pego. Estoy enamorada, ¿okay? Me gustan las chicas y me gustas tu. Si luego no quieres hablarme, lo entiendo, pero por favor no se lo digas a mi padre.

Me quedé en silencio, procesando todo con dificultad. ¿Qué se hacía en estas situaciones? ¿cómo las personas podían expresar así como así sus sentimientos sin sentir vergüenza o algo parecido? Porque para mi estaba bastante difícil.

Ava pareció desilusionarse por mi expresión. Se alejó de mi lentamente, con intenciones de irse de mi habitación. Sus ojos parecían querer llenarse de lágrimas, pero ella no iba a permitirse llorar frenre a alguien, y yo no iba a permitir que ese alguien fuera yo. Extendí mi mano para sujetar su hombro.

─Suéltame─ advirtió con frialdad.

─No quiero─ dije sin miedo─, y me da igual que me golpees.

Me miró con el entrecejo fruncido. El miel de sus ojos estaba comenzando a ser rodeado de rojo, y el brillo de sus lágrimas parecía querer desbordar. No supe qué hacer, así que la atraje hacia mi y la abracé con fuerza. Ella pareció dudar un poco, pero aún así aceptó el abrazo y me apretó fuerte.

─Yo también te quiero, y no como amiga─ murmuré con la voz temblorosa─. No sé cómo expresar mis sentimientos, pero es la verdad. Fui expulsada de escuelas y me escapé de casa con mi hermano y mi mejor amigo por ese problema. En esta casa nadie es normal, como otros suelen decir.

Ava asistió, entendiendo mis palabras, y sonrió con timidez antes de estampar sus labios contra los míos. Era la primera vez que mi corazón saltaba de alegría ante un beso, y se sentía bien. Unas ganas se correr y bailar se apoderaron de mi cuerpo. Me sentía feliz, completa. Era libre.

─¡Vivan las novias!─ gritó Cole, que apenas dejaba mostrar su cabeza en la puerta.

Casi al instante, apareció Connor de la misma forma que el rubio, sonriendo inocentemente.

─¿No se siente jodidamente bien besar a quien queramos?─ preguntó el pelinegro, saliendo de su escondite.

─Así es─ contestó Ava, apoyando su cabeza en mi hombro.

─No dejemos de luchar por eso─ dije..

OPRAH | awae ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora