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Oprah:

El salón de la casa de la señorita Barry cada vez estaba más lleno de gente. Todo estaba perfectamente decorado, y admito que la comida era deliciosa. Lo que más me llamó la atención eran las variedades de vestimenta que había, algunas eran bastante extravagantes como para ser reales. Y todos estábamos utilizando una corona de flores, era como si fuera para identificar a qué fiesta pertenecíamos.

A mi lado, Ruby no dejaba de hablarme sobre los vestidos de algunas chicas, mientras tocaba mi peinado con cuidado. Parecía gustarle mucho, y decidí dejarla hacerlo porque me generaba tranquilidad. Por otro lado, Cole comía una de las tantas galletas que había en la mesita que 3estaba enfrente nuestro. Mientras tanto, Anne y Diana estaban un poco más alejadas conversando.

Lo había pensado un poco en la tarde, y me di cuenta que ya no sentía nada por la pelirroja. Mi corazón no se aceleraba al oírla hablar o al estar a su lado. Quizá solo había sido algo momentáneo, o el hecho de que fue la única que no me juzgó por ser poco femenina. Siendo sincera, era algo que me ponía feliz porque ya no sentía preocupaciones, y podría fijarme en un chico. Quizá esta noche era mi noche. No tenía idea si Josephine había invitado a otros jóvenes, pues por el momento solo había visto a personas mayores de veinticinco, pero no iba a perder la esperanza.

─¿Viste esa estatua de cera?─ me preguntó Cole, señalando a algo que se encontraba sobre una mesa se mármol─. Iré a verla.

Tan pronto como dijo aquello, se levantó y se perdió entre la multitud.

Un hombre que repartía tragos se acercó a Ruby y a mí. Ella no aceptó nada, pero yo agradecí y agarré un vaso de lo que parecía ser ron. Al tomarlo, sentí como el líquido bajaba por mi garganta, junto a un extraño ardor que llegó hasta mi estómago. Aun así me gustó, por lo que tomé otro trago antes de agarrar un pedazo de tarta de manzana. Mi padre solía decirle a mi hermano Calum que nunca tomara con el estómago vacío si no quería terminar emborrachandose rápidamente, así que seguí ese consejo.

Oh, bueno, no estaba segura. Cuando fui por el quinto vaso, sentí que el suelo se tambaleaba y que con cada paso las cosas se movían en círculos. Me apoyé en una mesa para estabilizar mi equilibrio, mirando a mi alrededor para buscar agua. De repente sentía sed y, a la vez, ganas de orinar. Cerré los ojos, respiré ondo y continué mi caminata hacia las escaleras. A lo lejos divise a Anne charlando con una pareja. Decidí subir por mi cuenta para irme a mi habitación. Estaba tan mareada que ni siquiera sabía en cuál de todas las puertas era la del cuarto que me habían asignado, por lo que caminé hacia el baño como pude. Cerré la puerta detrás de mi y corrí al lavabo para lavarme la cara, luego me senté en el retrete para descargar la cantidad de líquidos que había tomaro.

Sabía que al día siguiente amanecería con terribles dolores de cabeza. Por primera vez experimentaría una posible resaca. Solo sabía lo que era porque antes mi padre solía tomar de más y volver a casa en pésimos estados, luego amanecía con malestar y mi madre le hacía sopas.

Finalmente salí del baño un poco mejor. Las cosas todavía seguían dando vueltas, pero podía caminar bien. Volví al sillón donde había estado sentada junto a Ruby. La rubia al verme, sonrió ampliamente, y yo no pude evitar devolverle la sonrisa. Ella me generaba ternura, era una chica bastante hermosa con una bonita risa. Puedo decir que hasta me encantaría haberme fijado antes en ella. Si me dijeran que fue hecha por ángeles, yo lo creería sin dudar.

─¿Estás bien?─ preguntó.

─Estoy perfecta─ respondí tomando asiento.

Apoyé mi cabeza en el respaldo, sin apartar mi vista de la pista de baile. De pronto, todos se callaron para escuchar a una mujer que comenzó a tocar el piano. Mis oídos se sentían bendecidos en ese momento, disfrutando de la melodía con los ojos cerrados.

•••

─Ophy, por favor, ayúdame a ayudarte─ repitió Cole, pasando mi brazo sobre sus hombros.

Solté una risa estúpida ante sus palabras. El rubio sujetó con fuerza mi cintura y juntos subimos las escaleras. Detrás de nosotros iban Anne, Diana y Ruby. Los demás invitados ya se habían ido, por lo que la señora Josephine ya estaba preparándose para ir a dormir. Una vez que llegamos a la habitación que compartía con Gillis, mi rubio amigo me dejó en la cama con cuidado.

─Buenas noches, Oprah─ me dijo antes de besar mi frente.

─Buenas noches, Colecito─ le dije antes de que desapareciera por la puerta.

Ruby entró casi al intante y se preparó para acostarse a mi lado. Nos quedamos en silencio por unos segundos, mirando al techo y con la lámpara de las mesas de luz encendidas.

─¿Puedo hacerte una pregunta sin miedo a que me quemes en una hoguera?─ pregunté de repente.

¿Por qué de la nada mi lengua se controlaba sola?

─Seguro─ contestó.

─¿Nunca sentiste algo por una chica? Es decir, sentir las cosas que se supone que debes sentir por un chico─ un silencio desesperante se formó entre nosotras─. Como si los varones fueran muy "ugh, no", y las chicas fueran "dios, sí". ¿Me estás entendiendo?

─¿Hablas de ser una mujer y que te guste otra mujer?─ preguntó confundida, a lo que yo asentí─. No, sería... anormal y... no, nunca.

─¿Nunca te preguntaste qué se sentiría besar a una chica?─ Ruby negó repetidas veces─, ¿ni un poco de curiosidad? No significa que te guste, solo por experimentar.

─No, gracias. Sería un pase gratis al infierno─ alzó la voz algo alterada.

Volteé en dirección a ella y apoyé mi cabeza sobra mi mano. La rubia me miró con las cejas alzadas, y se puso de la misma forma antes de volver a negar.

─Bueno, entonces creo que yo estoy destinada a arder hace mucho─ sonreí de lado antes de acercarme un poco─. Es decir, me expulsaron de otras escuelas solo por amar. ¿Puedes creer eso? Es más, a las otras chicas no les hicieron nada porque dijeron que había sido mi culpa, cuando saben bien que fue con consentimiento. Ahora estoy obligada a buscarme un marido, y juro que es la cosa más horrible de toda mi vida. Me gustaba Anne... ya no, pero hace unas semanas sí, y es algo que no puedo controlar. Nadie controla de quién enamorarse, nadie manda en el corazón ni en los sentimientos. Mierda, me gustan las chicas, ellas son... ¡son arte! Y los chicos son horribles, excepto Cole.

Dejé de hablar cuando noté que Ruby me miraba de una manera extraña. Parecía estar horrorizada o sumamente disgustada por mis palabras. En ese momento supe que había dicho más de lo que se suponía que debía decir. Me había abierto demasiado con alguien que a penas confiaba, y lo peor es que dije mis mayores secretos.

Unas ganas de llorar se apoderaron de mi, así que me di vuelta y apagué la lámpara que estaba de mi lado. Me tapé hasta la cara, mordiendo mi labio inferior para evitar soltar un sollozo. Sentí como la chica se levantaba y agarraba su almohada, y lo último que oí fue la puerta abriéndose para luego ser cerrada.

Genial, Oprah, arruinaste tu vida.

OPRAH | awae ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora