Capítulo Veinticinco

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Sabrina parpadeó sorprendida. Había algo que no entendía muy bien. Algo que se le escapaba a su pequeña mente.

–¿Me estás diciendo, Mark Evans, lo que creo que me estás diciendo?

Mark asintió, dudoso, tragando saliva ruidosamente y preparándose para lo que venía.

–¿Eres idiota?

–Perdona, yo no sabía... –Empezó a excusarse.

–Tú nunca sabes nada –le interrumpió furiosa.

–Pero es que yo nunca...

–Sí, Mark, nunca piensas –le volvió a interrumpir más enfadada aún, arrepintiéndose de ser su amiga–. ¿Por qué tuve que quedarme contigo?

–Porque me quieres y soy indispensable en tu vida.

–Eso es verdad –admitió tras unos segundos en silencio–. Pero eso no justifica nada.

–Sabrina, ya te he dicho que...

–No, Mark, no. ¿Cuántas veces te he dicho que no te quedes con las cartas más grandes, que cojas las pequeñas por si acaso?

–Es que se me olvida y los reyes son tan bonitos.

–Me da igual. Tú...

–¿Y por qué tenemos que jugar a esto? –Le interrumpió Scotty, que solo miraba cómo Mark, Darren y Shawn jugaban a ese juego de cartas que había dicho Sabrina.

–Porque nos aburríamos y dijimos de jugar a algo que no fuese fútbol –respondió Nelly mientras veía como Sue le pintaba las uñas a una dormida Celia–. Sue, te has movido un poco y le has manchado –le avisó, pasándole un poco de algodón con quitaesmaltes.

–Mierda.

Sabrina suspiró, aburrida. Llevaba ya tres días desde que despertó. Los médicos no la dejaban irse. Le decían que 10 días más y podría irse, pero la chica no creía poder aguantar.

Y menos con esos ineptos que tenía como amigos. Los juegos de cartas eran lo más fácil del mundo, pero ellos ni siquiera sabían diferenciar la sota de corazones de la sota de bastos.

–Jude, ¿de verdad que no quieres jugar? –Necesitaba a alguien lo suficientemente listo como para jugar.

Sin embargo, él negó. Estaba leyendo un libro "muy interesante" sobre el cerebro. A su lado, Axel y Erick también leían un libro.

–Yo puedo jugar si quieres –se ofreció Nathan.

–Genial, pues sustitúyeme, por favor –le suplicó con un puchero.

Sabrina amaba jugar a las cartas, pero había decidió sacrificarse para hacer equipo con Mark. Gran error. Porque habían perdido tres veces seguidas. Un desastre.

Nathan se sentó en su sitio en la cama y ella fue al lado de Erick, justo frente a las chicas. De ese modo podía hablar con ellas y con ellos.

–Quiero irme –se quejó, recostándose sobre el hombro del chico.

–Lo sé, Sabrina, pero debes esperar un tiempo –le sobó la cabeza como si de un perrito se tratase.

–Es por tu bien.

–Necesitas descansar.

–Los médicos deben estudiar todos los posibles casos negativos.

–Nosotros estaremos contigo estos diez días.

Sabrina suspiró. Todos los días le decían lo mismo. Ya casi se lo sabía de memoria. Entonces una idea se le pasó por la cabeza. ¿Y si...?

–Ni se te ocurra –le interrumpió Jude.

Otro mundo [IE] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora