Capítulo Veintiséis

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Habían pasado ya muchos meses, muchísimos meses desde el final del TFI, y Sabrina Evans –sí, Evans, pues los padres de Mark la adoptaron– ya sabía dominar a la perfección su poder.

Habían sido momentos duros en los que había pensado en renunciar, pero se había mantenido decidida y no se había rendido. Los métodos de David eran... muy rudimentarios. Y, cómo no, en esos métodos se incluían las ruedas.

–¡¡Corre!!

–La rueda pesa más que yo.

–Me da igual.

La chica miró al otro acompañante de quien la torturaba. Hizo un puchero con la intención de conmoverlo.

–Héctor, dile algo.

El aludido la miró fijamente e hizo una suave sonrisa de comprensión. Sabrina sonrió ilusionada, por fin le quitarían esa rueda del demonio. Era más difícil de lo que parecía correr con esa carga. Y además David Evans había cogido la rueda más grande que había encontrado. Oh, sí. Fue como amor a primera vista. Si hasta regateó y todo contra un camionero para poder conseguirla.

–Te doy a la chiquilla –le había prometido–. Sabe ir sola al baño y come poco.

Afortunadamente, el amable señor no aceptó la propuesta y solo le pidió que Héctor le firmase un autógrafo en su gorra para su hijo 

–Necesita una más grande.

–¡¡Héctor!!

David sonrió, había enseñado bien a ese muchacho.

–¡¡Corre, chiquilla!!

–No puedo más –lloriqueó, sentándose en el suelo, exhausta.

–Como quieras –David se encogió de hombros y le hizo una señal a Drago–.

»Suelta al león.

–¡¿AL LEÓN?!

De un salto, Sabrina echó a correr mientras gritaba despavorida, dejando tras de sí un rastro morado. Cayó al suelo tropezando con una piedra y, asustada, cerró los ojos y colocó un brazo frente a ella, como si eso pudiera protegerla. Y así fue, pues un escudo salió de ese brazo. Un escudo protector.

David sonrió. Lo había conseguido.

–Fantástico.

La chica entonces abrió un ojo, cautelosa, y vio al "león".

–¿Erick Eagle?

–Hola de nuevo, Sabrina.

La aludida se levantó con ayuda de su amigo estadounidense. Ambos se miraron a los ojos y Erick no pudo evitar sonreír. Sabrina estaba cambiada. Más morena, más esbelta, pero el cambio se notaba sobretodo en su mirada. Era distinta que la última vez que la vio. si estancia en Costail con David le ayudaba mucho y eso le alegraba.

Abrió los brazos para darle un abrazo. Y entonces la chica... le lanzó un puñetazo.

–¡¡Casi me matas del susto, imbécil!!

Pero, todo ese esfuerzo fue recompensado con el control sobre su propio poder. Ahora podía manejar a su antojo el mismo: podía leer mentes, levitar objetos, correr derecha. Eso fue lo mejor. Aprender a correr derecha no era algo de su poder, sino obra de David.

Tal vez eso fue lo más difícil de todo.

–¿Volverás?

–Por supuesto que sí, Héctor.

Otro mundo [IE] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora