Valentía Gryffindor.

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En su primer encuentro contra cierto mago oscuro, Harry Potter se enfrentó a grandes desafíos que fue capaz de sortear gracias a la ayuda y acompañamiento de sus amigos.

En el segundo encuentro, no fue muy diferente.
De hecho, en ninguno de los posteriores al primero estuvo realmente solo, hasta que supo que era necesario que lo estuviera.

Pero, lo principal era que de su lado, al enfrentar un mal mayor, estaban sus amigos, Ron, Hermione, Neville, Luna, Ginny, siempre habían estado cuidando su espalda, sosteniendolo con seguridad y confianza, eran su soporte y otra razón por la cual no dejarse vencer.

Es por eso que en esta nueva situación se había quedado petrificado.

No era un enfrentamiento de guerra -aún- pero de igual manera se sentía expuesto, vulnerable, como un blanco listo para usar, y esta vez no estaban de su lado para apoyarlo, sino que eran sus amigos esos potenciales atacantes.

Sus manos comenzaron a sudar, cuando quiso hablar notó su boca seca, y ante el intento de moverse para acompañar sus palabras e intentar explicarse quedó petrificado.

Quizá por piedad, quizá por preocupación genuina, Hermione suspiró y habló con suavidad y calma.

— Nosotros...—comenzó la mayor de las mujeres presentes— Nosotros pudimos encontrarlos, y oír su conversación... Alguien más podría hacerlo.

El silencio que aconteció luego de sus palabras fue más incómodo que el anterior.

— Quiero decir, deberían... Hablar en otro lado, a solas—añadió aún con nervios e inseguridad en su voz.

Pero, ciertamente Hermione tenía razón, si habían sido espiados por ellos, lo más seguro es que otros estudiantes de Hogwarts pudieran esconderse por allí también, y estar presentes en un acontecimiento que no le concierne a nadie más que a él y Ginny.

— Es verdad, lo que dice Hermione...—habló ahora la menor de los Weasley, con su vista fija en sus propios pies.

Harry Potter sólo pudo limitarse a asentir con la cabeza, una situación que había considerado inconcebible estaba ocurriendo ante sus ojos.
Sus amigos, sus acompañantes de toda dificultad que había enfrentado eran a quienes debía enfrentar ahora.

Mientras se dirigían a un aula que llevaba en desuso dos semanas, el silencio en el que permanecían y que sólo se veía interrumpido por sus pasos, dió a Harry el fondo perfecto para que su mente comenzara a hacer de las suyas.

Podía fingir demencia y decir que era una broma que salió mal.
Podría inventar de algún modo un escape, quizá completando la frase para decir que se había enamorado de la idea de tener un hijo con ella, y que a ese pequeño o pequeña le correspondería su corazón.
Pero, sonaba a qué sería demasiado obvio que estaba mintiendo.

Eran jóvenes, su relación no tenía tanto tiempo, ni siquiera estaban casados y más aún, él no había pensado ni por un segundo, previo a ese instante, en tener descendencia.

Sería genial poder pasar sus aprendizajes a otra persona para ayudarle en la vida, acompañar su crecimiento y tener una familia como tal, pero no era su prioridad en ese momento, todo lo que quería era disfrutar de la paz, vivir su juventud y ser uno más, ya no el gran salvador del mundo mágico, sólo Harry.

La mirada de Ron en cuanto ingresaron al salón al que se dirigían pareció suavizarse de pronto. Ya no sentía que le estaba lanzando cinco maleficios por segundo, parecía más tranquilo.

— No deberíamos...—comenzó a hablar su amigo— No deberíamos estar aquí Herms, esto les corresponde tratarlo a solas, tienes razón—dirigió entonces su vista hacia su hermana— Estaré afuera, esperando por tí, por si necesitas hablar con alguien.

10 Besos para enamorar a un Slytherin. |Drarry +18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora