¿Más amigos? No ¿Menos enemigos? Sí.

544 40 11
                                    


Cuatro eran los días pasados desde el tercer beso dado a Malfoy.
Las mejillas de Harry Potter se encendían cada vez que recordaba cada uno de ellos, y más cuando pensaba en cómo seguir su plan y besarlo las siete veces restantes.

El invierno y las nevadas constantes lo mantenían al tanto de que se aproximaba la noche de navidad.
Estaba en el aire esa característica sensación, inexplicable y difícil de describir, pero que todos en Hogwarts lograban percibir.

El joven mago iba de camino a la cabaña de Hagrid. Llevaba tiempo sin visitarlo, y quería ver en qué condiciones habían refaccionado su humilde hogar. Muy seguramente y a pedido del gigante, la habían reconstruido exactamente igual a como era antes. Pero eso sólo lo sabría al llegar al lugar.

En el camino recibió saludos y palmadas amistosas en su espalda, y una vez que hubo llegado a su destino, se encontró con la sorpresa de que Hagrid tenía visitas. Desde la ventana lo había visto moviendo los brazos, parecía estar explicando algo a alguien frente a él, a quien cubría por completo con sus dimensiones.

El viento helado había congelado su rostro, y sus mejillas rojas por el frío ardían y cosquilleaban. Sus manos, aunque protegidas con guantes, estaban igual de heladas que su rostro. Pero su sonrisa por la emoción de ver al gigante noble no se borraría por nada. E incluso, podía llegar a ser mayor.
Llamó a la puerta con insistencia para no estar más de lo necesario afuera ya, y aguardo viendo hacia la entrada al bosque prohibido. Se veía encantador a pesar de saber los peligros que guardaba en su interior.
La extendida y pulcra blancura de los copos de nieve que lo cubrían todo lo embellecian y mejoraban notablemente.

Las ganas de adentrarse en él y dejarse cautivar por las bellezas que también traía el invierno le dió una calidez de aventura y adrenalina en su pecho. Si no fuera porque la puerta de la cabaña se abrió en ese instante, él ya estaría caminando hacia lo desconocido, bello seguramente, pero desconocido y por lo tanto, seguramente peligroso.

— ¡Harry! Qué gusto verte, qué gusto verte muchacho. Pasa, pasa, no te quedes ahí, está helando, ven junto al fuego.

Una vez estuvieron refugiados, Harry y Hagrid se abrazaron con todo el cariño que compartían, y cuando el mayor se alejó hacia el fuego donde hervía un caldero, el más bajo notó que no era a Fang a quien Hagrid había estado hablando.

— Potter—murmuró con enojo el rubio, sentado a la mesa con los brazos cruzados y los pies cerca de la hoguera.

— ¿Malfoy?—preguntó, perplejo.

Harry simplemente no sabía qué más decir. No podía hilar el más mínimo pensamiento, hipótesis o idea de por qué el Slytherin estaba allí.
Parecía que estaban teniendo una tarde tranquila ellos dos, había dos vasos sobre la mesa, y Fang se encontraba echado junto a los pies del rubio engreído.

Ante el silencio, Hagrid aclaró su garganta algo incómodo. Y sólo entonces las chispeantes orbes de Draco Malfoy dejaron de tener como blanco sus ojos, y volvieron a prestar atención al gigante noble.

— Supongo que es hora de que me retire—soltó de pronto el Slytherin, listo para iniciar su partida.

— ¡No!—exclamó el recién llegado, impulsado por la obligación de retener al rubio, realmente no quería que se fuera.

Parecía una oportunidad única y servida en bandeja para poder intentar una charla más fluida con él y conocerse mejor.
Era consciente que decir que estaba enamorado era algo muy importante, por ello había decidido tomar mayor conciencia incluso y asegurarse de que sus sentimientos no estaban puestos en un patán, al menos no en uno completo.
Era Draco Malfoy, podía tener su polvo bajo la alfombra, pero no podía deshacerse de un día para el otro de lo que sentía, así que iba a intentarlo

10 Besos para enamorar a un Slytherin. |Drarry +18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora