La cobardía de un Gryffindor.

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¿¡En qué carajos estaba pensando!?

Bueno, la respuesta era bastante obvia, no había pensado en absoluto.

Luego de huir de su encuentro tan fructífero y penoso con Malfoy, fue corriendo a la sala común de su casa, para intentar calmar un poco su inquieto y acelerado corazón.
Había estado tan cerca... el aroma a frescura y limón del rubio seguía impregnado en sus sentidos.

Aromas... Nunca había averiguado a qué olía su amortentia...

Aunque, realmente no estaba seguro de querer saberlo.
Estaba bien como estaba en esos momentos.
Había amado libremente y esperaba lo mismo de su nueva experiencia en el complicado y encrucijado camino del amor.

No importaba si su amortentia olía a menta, limón o chicle, estaba seguro y confiado de sus sentimientos, y no necesitaba nada más.
O quizá, lo que necesitaba en ese momento, era que lo tragara la tierra.

Había besado las suaves y tibias mejillas de Draco. Realmente lo había hecho.
Sus pies no cesaron de caminar hasta que estuvo en su habitación, y aún así, caminaba de un lado hacia el otro con nerviosismo.
El lugar estaba desocupado, sólo él lo habitaba, pero aún así se sentía abrumado.
Debía aceptar que solía simplemente arrojarse a hacer cosas sin pensar las, pero en esos momentos, en que su acción había sido tan intrépida, no sabía cómo seguir desde el punto al que había saltado, sin retorno.

No podía fingir que no lo había hecho, y tampoco quería hacerlo.
Pero debía pensar en todas las posibilidades de cómo serían las cosas con Malfoy a partir de ese exabrupto.
Quizá no lo dejaría acercarse tanto.
Quizá le pediría que se explique, y tendría que inventar una excusa.
Quizá se limitaría a enseñarle pociones y no le daría oportunidad alguna de iniciar una charla.
O quizá... Quizá y ni siquiera aceptaría seguir con el trato de enseñarle sobre la materia, y entonces, todo habría perecido allí, por su forma tan impulsiva de ser.

Ese pensamiento detuvo cualquier otro.
No tenía sentido que buscara cómo lidiar con el rubio si él empezara a ignorarlo.
Finalmente también dejó de caminar y se dejó caer sobre la cama que estaba a sus espaldas, no había nadie allí, por lo que no se preocupó de que fuera exclusivamente la suya.
Se quedó allí contemplando el techo unos minutos, mientras su mente lo arroajaba a un pozo de oscuridad y realidad.
Malfoy no volvería a acercarse a alguien que lo besa así sin más. Sobre todo a él, el gran Harry Potter, actual exponente de su casa contraria. Eso era lo más probable.

— ¿No crees que te equivocaste de cama?—oyó una voz a su derecha.

— Lo siento—se limitó a contestar. Sabía de quién se trataba y no necesitaba decir mucho más.

Ron terminó de acercarse, y viendo la situación, tomó asiento en la cama de Harry, que estaba frente a la suya.

— Luces terrible—soltó de pronto, viendo la condición de su amigo.

El rostro del mago de sangre mestiza estaba apagado, sus ojos estaban a medio abrir, su respiración lenta y pausada parecía ser un gran esfuerzo de mantener, y por sobre todo, el tono en que había hablado le hizo saber que no estaba nada bien.

— Me siento terrible—concedió, sin mover ningún otro músculo más que los necesarios para hablar.

Incómodo y preocupado por la situación, el pelirrojo se removió en su lugar, pensando en cómo ayudar a su amigo.
No tenía idea de qué estaba sucediendo, pero estaba casi seguro de que lo que afligía a su amigo era él mismo.
Si Malfoy hubiera demostrado ya una negativa ante sus movimientos, ya estaría comentandolo con él y Hermione.
Sumando que se encontraba solo, en el dormitorio, en un estado meditabundo, en el que, más que seguramente, su propia imaginación había acabado con toda la emoción que iluminó su rostro en el almuerzo.

10 Besos para enamorar a un Slytherin. |Drarry +18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora