-BUENOS días, Ted.
Harry saludó con su amabilidad habitual al guardia de seguridad, que se estaba comiendo un bollo, y pasó a su lado sin hacer caso de la tos con que la respondió el hombre al atragantarse.
No estaba acostumbrada a los tacones altos y eso hacía que sus caderas se agitaran a cada paso. Se detuvo delante de los ascensores y, cuando fue a presionar el botón, ya lo había alcanzado antes un dedo masculino.
—Permítame.
Harry retrocedió y miró al atractivo joven.
—Gracias, Michael.
El destello de ironía que hubo en su voz hizo que el joven se quedara extrañado y su sonrisa se hizo menos entusiasta cuando entraron en el ascensor.
Michael Fleet era un corredor de bolsa, bien conocido como El Lobo de Finance Towers por las chicas que trabajaban en esos edificios gemelos. Parte de su infame modus operandi era utilizar los lentos ascensores como terreno de caza para buscar nuevas presas. ____ había sido testigo de su técnica muchas veces durante los últimos seis años, pero ella nunca se había merecido ni una mirada por su parte, y mucho menos una sonrisa. Hasta ese día.
Cuando se dio la vuelta, vio al guarda con el bollo colgándole de la boca y los ojos abiertos como platos. Evidentemente, la seguridad del edificio era lo último que tenía en mente. Un destello de malevolencia la hizo levantar una mano y despedirse de él graciosamente mientras se cerraban las puertas del ascensor.
Cuando salió por la puerta de su piso de oficinas, el buen humor casi se le había acabado. Dedicarse a tontear durante dieciocho pisos con Michael Fleet había sido divertido, sobre todo cuando él, por fin, se había dado cuenta de con quién estaba tratando de flirtear. Pero cuando salió del ascensor, esa nueva fachada que se había dado a sí misma sufrió el estudio detallado de todos los empleados de la sección de ordenadores de las oficinas principales de Trident Finance.
Cuando llegó a las pequeñas oficinas de la sección de contabilidad, se sentía como si hubiera corrido un maratón.
Por supuesto, era culpa suya. Normalmente era una de las primeras en llegar y ya estaba trabajando en su mesa cuando empezaban todos los demás. Pero ese día llegaba tarde a propósito. Había pensado que una gran entrada haría que todo el mundo se percatara de su cambio a la vez y así no tendría que soportar las reacciones gradualmente. Ahora se preguntaba si no habría sido mejor tener un poco más de cautela.
¡Pero no! Apartó inmediatamente ese pensamiento... La cautela era lo más típico de la antigua ____ Smith, la aburrida y patéticamente convencional Harriet. La nueva y mejorada versión no tenía miedo de atraer la atención sobre sí misma. Era espontánea, con confianza en sí misma, sus acciones eran impulsivas, en vez de meditadas y dominadas por el temor a lo que podrían decir los demás.
Habiendo llegado a ese punto, Harriet sonrió a la atractiva joven que estaba sentada en la más pequeña de las mesas de la elegante oficina.
—Buenos días, Bárbara.
— ¡Señorita Smith!
____ cerró la puerta y se acercó a su mesa.
—¿Pasa algo? ¿Tengo monos en la cara?
Bárbara Martin casi se tragó la lengua.
—No... Bueno, quiero decir, está tan... tan... Quiero decir, llega tan tarde. He tratado de llamarla a su casa. El señor Jessop está de lo más enfadado por su tardanza. Está llamando cada cinco minutos.
—¿De verdad? —dijo ella mientras dejaba el bolso, a juego con la chaqueta de seda escarlata.
Luego se sentó en la silla, abrió el bolso y sacó una pequeña polvera.