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____ se estiró en la maravillosamente cómoda cama y se quedó mirando al techo. No se podía creer su suerte. Encontrar un apartamento tan maravilloso el primer día de búsqueda y a tan buen precio era una especie de milagro. Tenía que acordarse de regalarle algo a Nicola como agradecimiento por haberle dicho que mirara los anuncios de apartamentos a la venta en el Harbourside Building. Se había quedado con él nada más verlo. En el centro de la ciudad, dando al mar y en un encantador edificio antiguo renovado por completo. Era perfecto para su nuevo estilo de vida. Además, había sido realmente una ganga. Lo único que había tenido que hacer fue llamar a una compañía de mudanzas y, antes de darse cuenta, ya estaba instalada en su nueva casa.

Decidió que iría a recoger las pocas cosas que se había dejado en el coche y luego haría la ceremonial primera comida en la perfectamente equipada cocina.

El Porsche estaba aparcado en su propia plaza de garaje en el sótano y ____ le dio una palmadita cuando tomó de su interior una caja de cartón llena de libros viejos, fotos y cosas que habían sobrevivido a la selección de la mudanza.

Cuando entró en el ascensor iba canturreando. Pero cuando se abrió la puerta en la planta baja, se quedó helada y boquiabierta al ver la figura alta y conocida que tenía delante.

—¡Hola, Harry! —exclamó al cabo de un momento de desconcierto.

—Buenas tardes, ____ —respondió él gravemente.

Se dio cuenta de que Harry llevaba su portafolio, así que, evidentemente, estaba de camino de vuelta a casa desde el trabajo.

—¿Has venido a verme? No sabía que supieras...

Dado que él no le había preguntado nada los dos últimos días, había llegado a pensar que Nicola no, le había contado lo del apartamento.

—¿Te ha dicho Nicola que me mudaba esta tarde? Todavía no estoy instalada del todo, pero ya me he traído casi todo. Ahora mismo estaba recogiendo lo último del coche. Eres la primera visita que tengo...

—No deberías llevar cosas tan pesadas —dijo Harry cuando entró en el ascensor, interrumpiendo sus palabras nerviosas.

Luego le quitó la caja de las manos.

—Realmente... no es tan pesada —protestó ella.

—Lo suficiente. Deberías haberle pedido a alguien que te ayudara en vez de tratar de llevarla tú sola.

—Todavía no conozco a nadie por aquí.

—A mí.

—Me refiero aquí, en el edificio. No he visto a ninguno de los demás vecinos —dijo ella, llevándose una mano nerviosamente al cabello—. Aunque la vendedora me dijo que la mayoría de los apartamentos están ocupados. Son muy bonitos, ¿sabes? El mío da a una esquina y así tengo dos panorámicas de la ciudad. Y tiene mucho sol, ya que da al sur. En cuanto lo vi supe que era perfecto para mí, así que lo compré inmediatamente. Realmente ha sido una ganga. Ni tú podrías haber conseguido un precio mejor.

—Estoy seguro de que no —murmuró él.

Cuando el ascensor se detuvo en el quinto piso, ella le condujo por el corto pasillo y luego le abrió la puerta, haciéndolo pasar con una reverencia.

—Bueno, ¿qué opinas? —le preguntó ella cuando no había hecho nada más que pasar por la puerta—. ¿No es perfecto? Sólo tiene un dormitorio, pero todo lo demás es muy grande y hay sitio de sobra para dar fiestas y para que se queden invitados...

—La vida es un loco torbellino social para ti, ¿no? —dijo Harry dejando la caja en el suelo—. ¿Puedo echar un vistazo?

El pensamiento de enseñarle su dormitorio le causó una extraña sensación en el estómago a ____.

RubiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora