Capítulo 9

62 8 0
                                    

La comida fue excelente. Y sí, era pavo. Y sí, era una tradición, pero mi madre era toda una artista para prepararlos. Si quisiera podía ser cocinera experta, pero no, se dedicó a la enfermería.
La ayudé a recoger los platos, fregando y secando a su lado.
-Espero que te lo pases muy bien esta noche.
-Lo mismo digo –le sonreí y le di el último plato–, espero que disfrutes con tus amigas mamá.
-Oye, solo hasta que me vaya… ¿Pasarías un poco de tiempo conmigo? –Aquella pregunta causaba una plena sensación de confusión en todo mi cuerpo.
No puedo negarlo, no la he perdonado; ni a ella ni a mi padre.
Aunque también era cierto que estábamos en navidades… Bueno, por una vez no creo que pasara nada.
-Claro.
Su sonrisa no llegó al cielo porque ella no quiso, sin embargo la mía no logró ni alcanzar mis pómulos.
Acepté la oferta y me quedé sentado en el sofá del salón con ella hasta las seis, que es cuando tuvo que subirse a ducharse para cambiarse e irse a la cena de su trabajo.
Antes de que saliera por la puerta me despedí, con un abrazo, deseándole el mejor de los años. Aunque, seamos sinceros, este año solo la había visto una semana y media… Pero bueno, algo es algo. Y sigue siendo mi madre.
La puerta dio su golpe final al cerrar y subí a cambiarme.
La ducha hizo que todo mi cuerpo se relajase, mientras que cada vez se ponía más tenso al pensar cómo iba a actuar delante de aquella chica del linaje Grey. No es que me gustara, nada de eso. No podía ser, era solo atracción. Se veía.
Cuando salí me puse el traje, y antes de llegar a la mansión Grey con la moto pasé por una floristería, comprando media docena de rosas rojas, aunque no estaban del todo desarrolladas para ver su intenso color.
Todavía eran las siete y cincuenta y nueve minutos, así que llegaba pronto.
El timbre no sonó para mí, pero si dentro de la casa. El pitido de ‘puede pasar’ se me concedió al poder abrir y pasar. Me abrió el famoso Christian Grey, al que salude cortésmente.
-Buenas noches señor Grey. Soy… –Me interrumpió con una mirada asesina.
-Sí, lo sé, el famoso Liam David Jones.
-Sí señor… -No me dejaba acabar ninguna frase.
-Ya sé que eres el hijo de Killian.
-Yo no tengo nada que ver con mi padre –intensifiqué la voz para que esta vez no pudiera interrumpirme–, y aunque no se lo crea, no le soporto. Vengo porque su hija me ha invitado a la fiesta. –Suspiré y miré varias veces a las posibles salidas en el caso de que decidiera matarme y esconder mi cuerpo en alguna de sus propiedades–. Espero que podamos llevarnos bien.
No dijo ni una palabra más. Se fue gritando el nombre de Phoebe, la cual no tardó en bajar. Pasé cerrando la puerta, no había nadie todavía en aquella enorme estancia.
Se oían tacones a lo lejos, en el piso de arriba. Una escalera de caracol se extendía hasta la entrada, haciendo una c bien marcada hacía el pasillo con dirección a lo que parecía la sala de baile.
En cuanto la vi me quedé boquiabierto. Un vestido rojo como la sangre de palabra de honor, marcando la perfecta silueta de su cuerpo. Se amoldaba a éste con delicadeza, terminando en sus caderas con un corte sirena, que duraba hasta poco antes de las rodillas y después caían en una suave tela de seda del mismo color. Los tacones se podían ver cuando abajaba las escaleras, también eran rojos, a conjunto con sus labios y su perfecto maquillaje. Su pelo estaba recogido en un trenza desecha, o al menos tenía esa apariencia, la cual hacía que me fijase en sus ojos, descansando en uno de sus hombros.
-Bienvenido a la humilde mansión Grey señor Jones –dijo con una radiante sonrisa­–. Me alegro de que llegue puntual, es una buena virtud.
Mi mente no dejaba que me apartase de los pensamientos en los que solo podía recordar una y otra vez; lo guapa que estaba.
-¿Señor Jones?
Volví, por fin. Aunque un poco avergonzado.
-Perdón. Sí, gracias señorita Grey –respiré hondo y dejé ver el ramo de flores–, esto es para usted. Gracias por invitarme.
Se acercó y aceptó el ramo de rosas.
-¿Acaso piensa conquistarme o es solo una buena imagen para mi padre?
-Quien sabe. –Me reí débilmente–. Seguramente sea un poco de ambas.
Ella correspondió a mi risa, empezando a andar. La seguí.
-Tendré que aforar con detalle el jarrón en el que pondré estas preciosas rosas.
Sonreí cual niño orgulloso de un regalo.
-Me alegro de que te gusten.
-Yo no he dicho eso –se rio y luego, al ver mi cara de confusión estalló en una risa más honda–, era una mofa Jones.
Oh, ya veo. Así que jugando… Bueno pues veremos quién ríe el último.
-Vaya… Creo que debería ayudarla.
-No se preocupe –terminó con facilidad de buscar un jarrón.
Poco después me enseñó la sala en la que iba a celebrarse el baile, como una tradición de año nuevo en aquella familia. Toda la sala era enorme,, y una gran lámpara de araña colgaba del techo, iluminando todo el lugar. Aunque por mucho que quisiera fijarme en aquella fantástica habitación no podía olvidarme de Phoebe, y lo guapa que estaba. Me acerqué a ella por su espalda.
-Se me ha olvidado decirte algo. –Se dio media vuelta sin inmutarse de lo inusual cerca que estaba, esperando mi continuación–. Estás preciosa.
Su rostro cambió. Las mejillas se le tornaron de un tono rojo, sin intensidad, pero se marcaban lo suficiente como para que yo supiera lo que sentía en ese momento.
-Gracias… -Dio un paso atrás–. Tú también estás muy atrayente y sugestivo esta noche.
-Gracias… -Respondí de la misma manera que ella.
Me fui acercando poco a poco, hasta que la acorralé contra una de las paredes de la sala.
-Me ha aherrojado Jones.
-Lo sé. –Puse una mano en la pared, acercándome más y más a ella, lentamente. Desprendía un olor tan deseable que no pude resistirme. Me tentaba tanto…
-Esto es una falsa anatema… -Dijo casi sintiendo ambos labios rozarse, aspirando ambas respiraciones.
-Una maldición siempre tiene una parte buena señorita Grey… 

SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora